viernes 16 de mayo de 2025

CULTURA | 3 dic 2020

EL HUÉSPED DE LAS MIL LENGUAS

Juan R. Wilcock, el escritor secreto

Se destacó en la poesía argentina del 40. Amigo de Adolfo Bioy Casares y de Silvina Ocampo, perteneció a la revista “Sur” hasta que en 1958 se trasladó a Italia. Allí practicó, además de la poesía, el relato breve y la novela, con gran éxito. Fue también un notable traductor de T.S. Eliot, Kafka, Rimbaud y Buzatti al castellano, y de Joyse al italiano.


Por: Ismael Canaparo

Juan Rodolfo Wilcock (Buenos Aires, 17 de abril de 1919 – Lubriano, Italia, 16 de marzo de 1978) fue un fantástico poeta, novelista, periodista, crítico literario, ingeniero, traductor argentino. Escribió en español e italiano.

Luego de graduarse en la carrera de ingeniería civil, vivió un tiempo en Mendoza. En la capital cuyana participó activamente en un proyecto relacionado con el ferrocarril trasandino, entre Mendoza y Chile. Sin embargo, luego abandonó esa profesión para dedicarse a la literatura. Amigo de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, Wilcock, se fue a Italia en la década del ‘50, cuando ya era autor de una considerable obra poética en español (“Libro de poemas y canciones”, “Ensayos de poesía lírica”, “Persecución de las musas menores”, “Los hermosos días”, “Paseo sentimental” y “Sexto”) y allí siguió escribiendo en italiano.

Se invocan a menudo los antecedentes prestigiosos —Conrad, Nabokov, Beckett— sin tener en cuenta que el cambio de idioma acarrea en cada caso un cambio de perspectiva en relación al pasado y, por consiguiente, una especie de contrabando lingüístico sustancial. Wilcock lo practicó con una nostalgia enrarecida y una imaginación inagotable. En Italia incursionó en todos los géneros literarios: poesía, relatos, novelas, teatro. También se destacó como traductor, tanto al castellano como al italiano.

De su obra narrativa podemos mencionar: “Fatti inquietanti” (1960), “Lo stereoscopio dei solitari” (1972), “La sinagoga degli iconoclasti” (1972), “I due allegri indiani” (1973), “Il tempio etrusco” (1973), “Il caos” (1974), “L’ingegnere” (1975), “Frau Teleprocu” (1976, en colaboración con Francesco Fantasia), “Il libro dei mostri” (1978), “Le nozze di Hitler e Maria Antonietta nell’ inferno” (1985, en colaboración con Francesco Fantasia).

DESDE BUENOS AIRES CON AMOR

“Libro de poemas y canciones” (1940); “Ensayos de poesía lírica” (1945); tres poemarios publicados en 1946: “Persecución de las musas menores”, “Paseo sentimental”, “Los hermosos días” y, finalmente, “Sexto”, de 1953, son las obras que componen su aportación poética en español, y que le hicieron merecedor de convertirse en "el mejor representante de un intimismo neorromántico especialmente interesado en la experiencia amorosa", o ser considerado "el poeta más sensacional del momento", como afirmó César Fernández Moreno; a estos libros hay que añadir sus colaboraciones en la revista Sur, y la elaboración de una obra de teatro, Los traidores, con Silvina Ocampo publicada, pocos años antes de instalarse definitivamente en Italia, en el 56.

Estas obras y el nombre de Wilcock quedarían ligados a la llamada "Generación del 40", con poetas como Vicente Barbieri, César Fernández Moreno, Juan G. Ferreyra Basso, Miguel G. Etchebarne, Daniel Devoto, Basilio Uribe, Eduardo Jonquieres, Alfonso Sola González, José María González Unsain, Miguel Ángel Gómez y, quizá el más conocido e innovador de este grupo, Enrique Molina, o los prontamente desaparecidos, Jorge Eduardo Bosco y Ana María Chouhy Aguirre, poetisa a quien Juan Rodolfo Wilcock le dedicará su libro “Los hermosos días”. El grupo, que como se sabe compartiría experiencias literarias con Jorge Luis Borges, fue clasificado por la crítica de neorrománticos. Sus referentes inmediatos serán, con el primer Neruda, los escritores de la "Generación del 27": Alberti, Lorca, Aleixandre, Salinas, Cernuda; europeos como Rilke, Holderlin o Novalis; y "del pasado (argentino) sólo estiman -como afirma Anderson Imbert- al Lugones de los Romances de Río Seco y a algunos "martinfierristas" casuales: Borges, Bernárdez, Molinari, Mastronardi, Marechal. Este grupo supuso una reacción contra el hermetismo de la vanguardia precedente y, como anota Carlos Giordano, "significaron, más bien, una irrupción del proceso iniciado por lo que hubo de vanguardismo en los grupos literarios de los años veinte”.

Sin embargo, la mayoría de los citados autores, más allá de lo neorromántico, encauzarán su creación poética a través de diferentes orientaciones: unos buscan la línea filosófica, otros la esencia de la tierra, algunos la herencia de la poesía española o la creación a través del surrealismo, y Wilcock se recreará en un tono cargado de romanticismo. Pero a pesar de las diferentes formas de creación, todos los componentes de este grupo tendrán como centros temáticos la infancia y la muerte "sentidos en su caso de una manera experimental", y preferirán las formas tradicionales y, a veces, poemas de inspiración popular. De esta línea creadora participará Wilcock, aunque se desvinculará de ese "deseo de auscultar las palpitaciones del país en su geografía"', como hicieron otros miembros de la "Generación del 40".

Este factor diferencial que acabamos de mencionar determinará que en su creación poética escrita en español tenga más peso el modernismo exquisito y decadentista de “Las montañas del oro” (1897) o “Los crepúsculos del jardín” (1905), de Leopoldo Lugones, que los “Romances del Río Seco”, obra especialmente valorada por sus compañeros de grupo. Pero, además, Wilcock compartirá con Lugones la importancia de la rima como elemento esencial para la poesía. Los críticos italianos reseñaron la capacidad wilcockniana para innovar en este campo, y también la trascendencia que el adjetivo tiene que tener en la poesía; pero en este último punto surge una divergencia notable entre ambos: mientras que para Lugones el adjetivo debe servir fundamentalmente para contener las imágenes y para crear la luminosidad de los cromatismos, Wilcock instrumentaliza el adjetivo para crear la imagen misma. Esta idea, sin duda, se mantendrá en la obra escrita en español y se intensificará en los versos escritos en italiano.

En su poemario de 1940, Libro de poemas y canciones, se detectan ya alusiones netamente románticas, o bien clasificables de modernismo tardío. El amor puebla los primeros poemas del libro y, como afirma César Fernández Moreno, “Vuelve a sentir y hace sentir al hombre como una criatura desnuda divagando sobre una tierra paradisíaca compuesta de elementos primarios, llanuras, cielos, ríos y bosques sometidos a las fuerzas elementales del espíritu”.


POETA ARGENTINO O ITALIANO


Sin duda estamos ante dos poetas y ante dos formas diferentes de entender la poesía. El contraste entre sus dos espacios vivenciales, de uno y otro lado del Atlántico, dieron a Juan Rodolfo Wilcock una nueva visión del mundo, y el poeta escogió, como indican sus palabras, el italiano y, consecuentemente, la aceptación de todos los referentes culturales que ello suponía. Tal vez quedaron resentimientos y dudas, como lo expresa en uno de sus poemas inéditos: "Ho fatto male, nonni, a tornare in Europa?/ Una specie di amore mi attirava:/ venni, bevvi I'amore i sensi". Pero la respuesta es evidente cuando en otro poema apunta: "o madre dell'Europa e madre mia".

Para concluir, es interesante subrayar que la evolución poética de Wilcock en cuanto tránsito de una cultura a otra, tránsito sentido y manifestado por el poeta como ruptura desde la cultura italiana con la anterior, la argentina, es un caso más de transculturación que anima a indagar, cómo, tomando parte de los valores poéticos de una obra, se dan y se convierten en materia poética, los valores de las culturas que se asumen y se rechazan. Cuestión mucho más amplia que, por supuesto, no cabe en este breve apunte sobre la poesía wilcockniana.


LOS AMANTES


Por JRW

Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de los llamados del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados.

La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, se beben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, como pueden, y se duermen para volver a comenzar cuando despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto, ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de las convenciones.

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