

Por: Ismael A. Canaparo
Rafael Rojas, cuyo nombre completo era Israel Rafael Esmar Rojas, fue el sexto de siete hermanos. Y aunque nació el 3 de mayo de 1970 en Cerro Navia (comuna cercana a Santiago, capital de Chile), tras el golpe militar debió partir a Buenos Aires junto a su familia. Allí, pensando encontrar más calma, su padre trató de continuar su negocio de chapa, pintura y mecánica automotriz. Poco le duraría. La llegada de los militares al gobierno argentino en 1976 los hizo arrancar otra vez. El destino fue Alemania. Mientras cargaban sus maletas rumbo a Europa, ninguno podía imaginar que gastarían allá casi ocho años de sus vidas. El cantante, reconocido por su tremendo vozarrón y su inigualable parecido al Zorzal Criollo, sufrió un paro cardiorrespiratorio que terminó con su vida, a la edad de 40 años. El artista cayó desplomado en la calle sin que nadie se percatara de él, salvo unos patos malos sin corazón que, aprovechando las circunstancias, le robaron todo lo que pudieron. Al no portar identificación, la policía lo derivó a la morgue de Buenos Aires, donde pasaron cuatro largos días antes de que su familia pudiera reconocerlo. El trágico suceso ocurrió después de una presentación en "La esquina de Carlos Gardel", un local donde Rojas se ganaba los porotos imitando al astro del tango desde el año 2001.
“El Tango y sus invitados” es una página creada para difundir y hacer conocer nuestra música ciudadana y sus artistas. A finales de octubre de 2009, poco antes de la imprevista muerte de Rojas, le dedicó la siguiente nota, que contiene datos muy interesantes. “En este reportaje, Rafael Rojas, una de las estrellas del Segundo Festival Internacional de Tango “Euroargentino”, de Madrid, 9, 10 y 11 de octubre de 2009. Círculo de Bellas Artes de Madrid, cuenta experiencias suyas al colega chileno Patricio de la Paz: “Cantar, vestirse y sentir como Carlos Gardel durante 22 años tenía que rendir frutos. Hoy, Rafael Rojas tiene lugar propio en uno de los mejores shows de tango de Buenos Aires. Cada noche, de traje oscuro y pelo a la gomina, personifica allí al Zorzal Criollo. Y lo hace en un teatro del Abasto, el mismo barrio donde el famoso cantante pasó su infancia. Rojas, llamado “El Gardel chileno”, está en su mejor momento. Y viene a nuestro país el 5 de setiembre para dejarlo bien claro.
La anécdota todavía lo hace reír. Y eso que ya han pasado años. Cinco, para ser exactos. Rafael Rojas (36) llevaba entonces unos meses como parte del show de “La Esquina de Gardel”, donde cantaba canciones de El Mudo. Con tal perfección y apego al original, que muchos en el público se iban molestos pensando que el artista doblaba. Que su esfuerzo era sólo mover la boca, mientras una cinta de Gardel ponía la voz. A Rojas eso ya se lo habían comentado los mozos del restaurante, pero pensó que le tomaban el pelo. Hasta que poco después la esposa de Juan Fabbri, dueño del local, le habló bien en serio: "Rafael, vas a tener que cantar a capela “Mi Buenos Aires querido”, para que la gente se convenza de que eres tú el que canta y que esto es en vivo". Rojas obedeció y los ánimos se tranquilizaron. Con pequeñas excepciones, claro.
"Un día, al final del espectáculo, un tipo me llama y me dice que él sabía que era yo quien cantaba, pero que nadie le sacaba de la cabeza que “Mi Buenos Aires querido” era con la voz de Gardel. Yo le pregunté si de verdad creía que era Gardel quien cantaba. Me insistió que sí. Entonces yo le doy la mano y le digo: “Mucho gusto, Carlos Gardel para servirle”, recuerda Rojas, sin poder contener las carcajadas. Carcajadas que suenan bastante más sueltas que esa voz profunda y de fraseo rápido con la cual ha cantado incansable, durante 22 años, los tangos que alguna vez entonó el Gardel verdadero.
Porque si bien Rafael Rojas tiene hoy un lugar protagónico en el show de “La Esquina de Gardel”, uno de los mejores espectáculos de tango de Buenos Aires, que se presentará en Viña del Mar, y el 7, 8 y 9 de setiembre en el Teatro Teletón de Santiago. Llegar ahí no ha sido fácil. Ha dejado una buena cuota de sudor, lágrimas y tangos en el camino. Su historia para convertirse en “El Gardel chileno” ha tenido de todo un poco. Desde cantar rancheras con sus hermanos en Alemania, siendo apenas un niño, hasta atreverse con el tango por primera vez en Uruguay, a los 14 años y venciendo una timidez espantosa. Desde apariciones en cuanto programa de la televisión chilena se le cruzó en la ruta hasta veladas inolvidables en el Café Torres de Santiago. Esas donde Menem y Anthony Quinn lo aplaudieron a rabiar.
Rafael Rojas es el sexto de siete hermanos. Y aunque nació en Cerro Navia, en 1970, muy luego -tras el golpe militar- debió partir a Buenos Aires junto a su familia. Allí, pensando encontrar más calma, su padre trató de continuar su negocio de desabolladuría y mecánica automotriz. Poco le duraría. La llegada de los militares al gobierno argentino en 1976 los hizo arrancar otra vez. El destino fue Alemania.
Mientras cargaban sus maletas rumbo a Europa, ninguno podía imaginar que gastarían allá casi ocho años de sus vidas.
En tierras germanas, la familia recordaba América Latina a través de la música. El padre, antes de partir, se había aperado con una buena colección de melodías que incluían desde boleros y rancheras hasta valses peruanos. Sus hijos no sólo se acostumbraron a escuchar esas canciones; muy pronto empezaron a cantarlas. Entre las cintas paternas estaban algunas de Carlos Gardel. Pero a Rafael no le llamaron especialmente la atención. Prefería los casetes de otros artistas que admiraba en ese entonces: Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís. Para flecharse con los tangos de El Morocho debían pasar unos años más. Y un nuevo cambio de domicilio.
A mediados de los 80, la familia se instaló en Montevideo. En Alemania, Rafael no sólo había dejado buenos recuerdos. También a su primera novia. "La separación fue dolorosa, y fue ahí cuando me fijé en los tangos, que te machacan la mente, hablan de desgarros y patadas al corazón. Fue un acercamiento emocional", recuerda. Pero de consuelo al alma, muy rápido los tangos pasaron a ser material de canto para este joven despechado a sus 14 años.
Ni Rojas entiende mucho cómo pasó: "Yo era muy vergonzoso para cantar, pero con los tangos perdí la vergüenza". Gardel, entonces, se tornó imprescindible. Como también el payador Héctor Umpiérrez, que fue el trampolín que un chico como él necesitaba.
De hecho, Umpiérrez fue el que bautizó a Rafael Rojas como Rafael Rojas. Hasta entonces, y según su libreta de familia, el joven se llamaba Israel Esmar. Nombre y apellido muy complicados, según el payador. Umpiérrez se empecinó entonces en buscar un seudónimo. Y lo halló finalmente en el segundo nombre y segundo apellido del adolescente. Con eso claro, y varios tangos de Gardel aprendidos de memoria, Rojas -ex Esmar- se paseó junto al payador por programas de televisión, por la radio y por pequeños bares donde se fue haciendo un nombre. Su nuevo nombre.
Lo del look gardeliano es cuento aparte. Y pura coincidencia, como repite Rojas hasta el cansancio. "Todas las cosas pasaron al mismo tiempo: empiezo a cantar tango, empiezo a usar gomina -pues mi pelo es muy rebelde, y la gomina estaba de moda en Uruguay-, conozco al payador y comienzo a ir a la televisión.
¡Todo eso sin haber visto nunca a Gardel en películas! Sólo por fotos. Por eso a mí me daba rabia cuando caminaba y la gente me decía que lo hacía igual que Gardel. Lo mismo cuando fumaba un cigarrillo. O sonreía. Pero no había vuelta atrás. Intencional o no, Rojas cantaba y se movía idéntico al Zorzal Criollo. Había nacido “El Gardel chileno”. (Fuente: Por Patricio De la Paz y Fotos: Ramiro Souto. Nota publicada en el suplemento de cultura de www.clublatercera.cl, de Chile.
NO TODO FUERON FLORES PARA RAFAEL
"Ha sido lo más doloroso que he vivido en mi vida", relató desde la Argentina la viuda Angélica Oyaneder, a quien le costó creer lo que sucedió con su marido: una muerte tan imprevista como dolorosa.
En 2001 Rafael Rojas llegó a Buenos Aires lleno de contratos y de presentaciones, feliz junto a su mujer. Pero al pasar los años empezaron los problemas. El lugar donde trabajaba lo tenía amarrado por contrato y no lo dejaba independizarse. Su tarifa había bajado de 2.000 a 500 dólares por presentación y las ganas de volverse a Chile eran superiores a todo.
Por si los problemas no fueran pocos, su pequeña hija de 9 años debió ser operada de la columna por una escoliosis. Los doctores cobraron 20 mil dólares por una operación que no era necesaria, según relató Angélica, la viuda del artista. Además, la mujer aseguró que en el pabellón el doctor dejó caer la herramienta con la que operaba a la niña sobre la columna, dejándola sin poder caminar por un largo tiempo.
Rafael nunca se recuperó del dolor que causó este episodio a su hija. "El último tiempo estaba muy mal de ánimo, ya no quería hacer nada, sólo volver a Chile, pero debía seguir trabajando igual", se lamentó entre sollozos Angélica.
"Nosotros vinimos en busca de un buen futuro. Rafael dio la vida acá en Buenos Aires. La verdad es que en este país lo pasamos muy mal. “La Casa Esquina Carlos Gardel”, lo tenía amarrado y no podíamos volver. Venimos buscando oportunidades y él encontró la muerte acá", sentenció muy dolida la esposa de Rafael.