sábado 10 de mayo de 2025

LOCALES | 17 abr 2021

EDITORIAL

La sociedad de la ignorancia

En comunidades con superabundancia informativa, sabemos cada vez menos. Esa es la paradoja.


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Frente al recrudecimiento de los contagios por Covid/19 manifiestos en todo el mundo y, en los últimos días particularmente en nuestro país, nuestra provincia y por lógica consecuencia en Junín, se lanzan al aire sin ningún prejuicio innumerables profecías que en muchos casos rozan el disparate.

No resulta particularmente significativo que alguien cometa este tipo de tropiezos, más aún cuando estamos insertos en una sociedad influida por los medios y las redes sociales, que terminan imponiendo por lo general una agenda plagada de banalidades.

Todo eso viene acompañado por una clase política cada vez más agrietada y cuyas diferencias se terminan trasladando al pueblo, que mastica un odio que se está haciendo consuetudinario, cuando por el contrario debiera primar la concordia frente a la crisis.

Crisis que algunos intentan devaluar con argumentos de café, que ponen por encima de la ciencia investigativa y los galardones académicos.

No entender la gravedad del momento, equivale a haber perdido el sentido de la supervivencia.

“La opinión del sabio y la del ignorante empiezan a valer lo mismo. Esa es la gran paradoja de la actual sociedad del conocimiento: la ignorancia está en auge”, dice en uno de sus artículos Gerardo Castillo, Profesor emérito de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra.

-¿Qué te preocupa más, la ignorancia o la indiferencia?

-Ni lo sé, ni me importa.

Y la pregunta que nace: ¿Por qué permanece la ignorancia en la sociedad del conocimiento?

“Las poderosas tecnologías no nos invitan a la reflexión, sino a acumular un exceso de datos que nos intoxican, impidiéndonos así discriminar entre lo importante y lo superfluo”, remarca Castillo y añade que: “los saberes pensados son sustituidos por los ‘saberes’ sin pensamiento”.

En comunidades con superabundancia informativa, sabemos cada vez menos. Esa es la paradoja.

Nos preocupan mucho más los medios que los fines. Avanzamos espectacularmente en el campo científico y en las nuevas tecnologías, pero muy poco en qué es lo que hace feliz y salva al hombre.

“Navegamos cada vez más velozmente, pero sin saber a qué puerto nos dirigimos. Para orientarnos ya no necesitamos mirar las estrellas, pero haber dejado de mirar al cielo nos empobrece. Somos títeres de la cultura de consumo. Leemos el libro que está de moda, no el que responde a nuestras inquietudes y necesidades de tipo cultural”, puntualiza el profesor.

Un ignorante inteligente es más recuperable que un ignorante limitado intelectualmente. El segundo ignora su ignorancia y hasta llega a creer que lo sabe todo, mientras que el primero sabe que no se puede ser experto en todo tipo de materias, por lo que antes de hablar de lo que ignora estudia.

“Cuanto menos sabemos más creemos saber”, remata Castillo y clava el estilete en forma de oración: “De ello se derivan al menos dos consecuencias. La primera es que los ignorantes presuntuosos irritan mucho a quienes intentan dialogar con ellos. La segunda es que contribuyen (naturalmente sin saberlo) a que el mundo sea peor”.

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