jueves 28 de marzo de 2024

OPINIÓN | 8 may 2021

MIRADA EXTREMA

La supina estupidez por dilapidar

Escribe: Andrés "Tato" Rissolo.


La pesca ilegal y la no reglamentada en aguas adyacentes a la Zona Económica Exclusiva Argentina representan, al menos, una pérdida para el país de entre US$ 1.000 y US$ 2.000 millones al año, según estimaciones de especialistas.

La dilapidación de 1 millón de dólares que provocó la putrefacción de los 500.000 kilos de langostinos que iban a exportarse y debieron ser tirados a la basura, no fue un hecho fortuito ni aislado. Tampoco lo es el flagelo y la continua depredación a la conservación del ecosistema, porque se realiza una actividad sin control, siendo el calamar, la merluza y el abadejo las más afectadas en forma directa.

Los cálculos, elaborados en base a registros y estimaciones, indican que la captura de peces en los archipiélagos oscila entre 200 mil y 400 mil toneladas al año, y la pesca no reglamentada alcanza las 300 mil, según informes de la agencia de noticias Télam.

En relación a Malvinas, la explotación ilegítima de los recursos ictícolas por parte de Gran Bretaña se remonta al año 1986, cuando el Gobierno británico dio autorización a los isleños para utilizar y comerciar licencias de pesca.

Estas regalías no quedan sin cobrar, las facturan los kelpers por la pesca principalmente la que ocurre en las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, los cuales reditúan enormes ganancias para los isleños.

Desde entonces, la economía de Malvinas se reconvirtió y la actividad piscícola pasó a representar más del 90% del total de las exportaciones, generando ingresos anuales de al menos US$ 500 millones, de acuerdo a estimaciones brindadas por el secretario ejecutivo del Museo Malvinas, Juan Augusto Rattenbach.

La Argentina nunca registro los recursos pesqueros que tiene a lo largo de toda su costa austral, desdeñando la inmensa fuente ingreso hoy capitalizada por diversos países del mundo. Para el 2050 la población mundial aumentará un 29%, según las Naciones Unidas, que llegaría a 9.800 millones de personas.

La demanda global de proteínas, cuya fuente es el pescado, aumentará entre un 32 y un 78%, por lo que satisfacer esa demanda podría requerir entre 62 y 159 millones de toneladas métricas adicionales de proteína por año. Los actuales recursos pesqueros mundiales no son suficientes para satisfacer una demanda tan alta.

Con el agotamiento de las reservas pesqueras mundiales a partir del 2050 puede llevar a que los Estados influyentes priven de los recursos a sus vecinos más débiles. Una de las posibles soluciones del problema es el desarrollo de la industria de piscicultura artificial, sin embargo, no son suficientes para reducir el riesgo de guerras pesqueras.

La producción ictícola mundial – industrial y de captura en los mares- tiene un valor de más de U$S 150.000 millones, lo que deja atrás al anterior record histórico de U$S 149.000 millones en 2014 (FAO/2017). Tradicionalmente, los grandes mercados de la producción ictícola se encuentran en los países avanzados –EE.UU., Japón, Francia, España.

El crecimiento acelerado de la nueva clase media de los países asiáticos, ante todo en China (allí son unos 300 millones de personas con ingresos per cápita comparables a los norteamericanos de U$S 35.000 / U$S 45.000 anuales) se ha convertido en el eje de la demanda mundial.

Cada año, la industria pesquera en Argentina descarta más de 140 mil toneladas de pescado. Es pesca que queda atrapada y muere en las redes con las que se captura a las especies buscadas para comercialización. Como carece de valor se la vuelve a arrojar al mar, aún cuando se sabe que con ella se podría alimentar a millones de argentinos que subsisten en la pobreza con dietas de bajo valor nutricional.

Una vez en la red -por diferencias de presión, arrastre, aplastamiento y escasa circulación de agua el pescado llega muerto a cubierta. Cuando se tira al mar, está muerto. El descarte de pescado es una antigua modalidad de la pesca argentina.

En las costas argentinas la depredación de la fauna ictícola es tan grande que ha aumentado la cantidad de gaviotas que se alimentan de las toneladas de peces que por excedente y descarte mueren en el mar argentino. Cabe recordar que las costas de Chile ya registran sectores con ausencia absoluta de mariscos en la empinada costa.

La Asociación de Capitanes, Pilotos y Patrones de Pesca (ACPPP), sin embargo, denuncia que el descarte rondaría el 30% de todo lo que sale del mar. Los expertos hablan de 1,5 millón de raciones de comida desperdiciada. El Instituto de Desarrollo e Investigación Pesquero (INIDEP), dependiente de Nación, no posee cifras oficiales.

La Unión Europea implementó en sus costas políticas antidescarte para traer todo el pescado capturado sea llevado a puerto y lograr un mínimo de desecho de pesca. Argentina no logra cumplir con esa normativa en el mar argentino con una plataforma rica en especies. Lo que buscan para exportación es básicamente langostino, merluza y calamar.

Sin embargo, en las redes viene de todo: tiburones, caballa, rayas, lenguado rubio, delfines franciscana (en peligro de extinción) hasta estrellas de mar y lobos marinos. La red no discrimina y extrae todo tipo de peces, sobre todo pequeños. A estas especies se las llama ‘pesca acompañante’ y son las descartadas.

La ley es contradictoria y la Argentina, como siempre, se miente asimismo. Se refiere a la ley federal de pesca, la 24.922/98 que prohíbe el descarte y las prácticas no sustentables. Esto jamás se cumple, nada evita la pesca de especies acompañantes o juveniles. Los juveniles son peces inferiores a los 35 centímetros que todavía no se han desarrollado ni reproducido.

Argentina no tiene los medios para hacer uno efectivo control de las áreas productivas de mar, por su escasa flota operativa de Prefectura Naval y la desmantelada Armada Argentina, cuyas últimas noticias nos retrotraen al luctuoso hundimiento del submarino ARA “San Juan”, del cual también se desconoce si estaba en un operativo de control de pesca o en una “misión secreta”.

Un mundo superpoblado y hambriento significa que las batallas por los recursos son una posibilidad real”. Las disputas iniciales se producirán entre naves relativamente pequeñas que pescan en las mismas aguas. Los próximos conflictos mundiales por la pesca tienen el potencial de escalar hacia disputas prolongadas que agotarán todos los recursos", dicen los expertos.

Los argentinos no consumen pescado por la carestía de los productos que llegan al mostrador de venta. Por otro lado, y sin la menor pesadumbre, se dilapidan y pudren miles de millones de peces que deberían ser fuente de alimento.

Gran Bretaña y China está muy interesados en el mar austral. Argentina perecería ser que no tanto.

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