jueves 25 de abril de 2024

LOCALES | 8 may 2021

EDITORIAL

No es solo trabajo

Abrumada por las tecnologías que paradójicamente ensamblan los más pobres, la clase trabajadora sigue pidiendo por sus derechos.


La necesidad del trabajo como bien escaso de una sociedad capitalista con un consumo exacerbado que pone la zanahoria inalcanzable por delante del burro, resulta uno de esos engaños que terminan naturalizándose y haciéndonos creer que la vida no puede ser mejor.

Así es como se magnifican las obligaciones y se desprecian los derechos de los trabajadores que, en muchos casos, creen que la dignidad, la justicia social y la no discriminación es un capricho de sectores pobres con ambición.

La no discriminación es un ítem importante del derecho del trabajo y se inscribe en el marco mayor de principios aún superiores, como los de protección, igualdad y dignidad.

El Derecho del Trabajo forma parte del sistema de derechos humanos, no solo porque la mayoría de los derechos del trabajador están expresamente reconocidos como derechos fundamentales en la Constitución y en las normas internacionales de derechos humanos (limitación de la jornada, descansos, derecho al trabajo, derecho a la seguridad social, derecho de huelga, de sindicación y de negociación colectiva, etc.), sino también porque todo él -todo el Derecho laboral-, es un mecanismo de realización de los principios y valores del sistema de derechos humanos: la dignidad, la igualdad y la libertad.

El Derecho del Trabajo es protector porque su objetivo es la igualdad material o igualación.

El Derecho laboral percibe una desigualdad entre empleador y trabajador e intenta corregirla, protegiendo al más débil.

La protección del trabajador es un instrumento de igualación o de reducción de las desigualdades.

Sin embargo, a partir de diversas formas de penetración cultural, diversos grupos de presión aprovechan su poder para intentar abatir cualquier defensa del trabajador, malograda a través de siglos de avasallamiento.

Hoy, en un mundo que ya no tolera la idea de que unas personas sean originalmente superiores a otras, la igualdad forma parte, también, de la idea de dignidad.

Siendo una relación de poder, la relación de trabajo es un espacio propicio para la discriminación. Por eso, la discriminación en el trabajo es un fenómeno cotidiano y universal.

En 2012, Eduardo Galeano dio un magistral discurso sobre el Día del Trabajo en México.

Entre otras cosas, el escritor narraba que “cada 1º de mayo el mundo recuerda a esos mártires, y con el paso del tiempo las convenciones internacionales, las constituciones y las leyes les han dado la razón. Sin embargo, las empresas más exitosas siguen sin enterarse. Prohíben los sindicatos obreros y miden las jornadas de trabajo con aquellos relojes derretidos de Salvador Dalí”.

Ponía énfasis en que el trabajo enfermaba y que había sido en el 1700 “Bernardino Ramazzini, un médico raro, un médico rarísimo, que empezaba preguntando: ¿En qué trabaja usted? A nadie se le había ocurrido que eso podía tener alguna importancia. Su experiencia le permitió escribir el primer Tratado de Medicina del Trabajo, donde describió –una por una– las enfermedades frecuentes en más de cincuenta oficios. Y comprobó que había pocas esperanzas de curación para los obreros que comían hambre, sin sol y sin descanso, en talleres cerrados, irrespirables y mugrientos”.

Más de 300 años después y abrumada por las tecnologías que paradójicamente ensamblan los más pobres, la clase trabajadora sigue pidiendo por sus derechos, esos que legisladores y gobernantes creyeron poder enaltecer, mientras otros se fueron ocupando de esconderlos, pisotearlos y enmascararlos.

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