

Por: Redacción Semanario
La inflación parece ser otro de los “inventos argentinos” o al menos de los procesos que se han aquerenciado en nuestras tierras ya que desde hace décadas se mantiene alterando los bolsillos de los trabajadores, rompiendo sueños y proyectos. Pocas veces aletargada, en su mayoría disparada, hoy vuelve al centro de la escena junto a una pandemia que de por sí es crítica para la economía.
Junín no es ajena a la situación, no sólo en aquellos sectores vulnerables que cada vez lo son más, sino también en la pérdida de la capacidad de compra que sufre el trabajador en muchos casos estatal, que recibió ajustes salariales mínimos y hoy acude al comercio y se asombra que los precios no paren de aumentar casi diariamente y la plata que hay que sacar para pagar se desvanece.
La Argentina es una de las economías más grandes de toda América Latina. Posee un Producto Bruto Interno de aproximadamente 450.000 millones de dólares, y cuenta con abundantes recursos naturales en agricultura y energía renovable. En su territorio de casi tres millones de kilómetros cuadrados, tiene tierras agrícolas fértiles, importantes reservas de gas y litio, grandes industrias de gran escala en los sectores de agricultura y ganadería vacuna.
Sin embargo, la cambiante historia del crecimiento económico y los continuos obstáculos han impedido el correcto desarrollo del país. Uno de los problemas más arraigados, es la pobreza de la sociedad, que hoy en día ronda más del 40%.
Sumado a que “luego de la fuerte recesión del 2018, se generó una fuerte devaluación del peso argentino y una inflación de más del 50% anual, llevando al presidente Mauricio Macri a solicitar un crédito al FMI por US$57.000 millones”, indica un informe de la Universidad de San Martín (Unsam), presentado por la licenciada en Economía María Antonella Gozza.
Quien agrega que “a lo largo de los años se ha priorizado el gasto social a través de distintos programas, creciendo cada vez más el gasto público. Y hoy más que nunca, debido a la cuarentena estricta por el coronavirus, el Estado tiene que responder ante las necesidades básicas que las personas no pueden resolver por sí solas, ya que la gran mayoría se encuentra en aislamiento y no pueden generar ingresos”.
AL HORNO
La canasta básica total (CBT) aumentó en abril un 3,4%, según informó el Indec esta semana, por lo que no superó la variación que tuvo ese mes la inflación, que fue de 4,1 por ciento. De esta manera, una familia compuesta por cuatro personas -dos de ellas, niños de 8 y 6 años- necesitó el mes pasado tener un ingreso de $62.958 para no ser considerada pobre.
La inflación promedio en América latina durante 2020 ha sido de menos del 3% anual (sí, anual), con casos de deflación como en Panamá con un número negativo (-2,4%) y un máximo como en Venezuela.
Aunque la inflación promedio ha caído, hay muchas variaciones dentro de Latinoamérica.
En países como Costa Rica y Nicaragua la disminución del índice de precios al consumidor (IPC) fue de al menos dos puntos porcentuales, mientras que, en otros como Guatemala, México, República Dominicana y Uruguay, hubo un aumento igual o mayor que un 1%.
Un caso que rompe la tendencia regional es el de Argentina, donde la inflación bajó desde un 52,4% en septiembre de 2019 a un 35,2% en septiembre de 2020 y que ahora se perfila nuevamente a superar el 50% cuando termine 2021.
Venezuela -la otra gran excepción regional- también registró un descenso, pero de todos modos su inflación interanual en septiembre 2020 superó el 1.800%.
DESDE ANTES
Argentina es, al igual que Venezuela, una de las economías de la región que venían registrando una contracción económica antes de la pandemia.
“Es difícil explicar por qué Argentina no logró vencer la inflación, sobre todo porque tuvo políticas de todo tipo: de corte más ortodoxo y de corte más heterodoxo, planes que se enfocaban más en la tasa de interés y planes que se enfocaban más en los controles de precios. Y ninguno funcionó", dice el economista Matías Rajnerman, de la firma Ecolatina.
Nuestro país figura entre los países de más alta inflación del mundo. En América Latina solo la supera la hiperinflación de Venezuela.
"Si suben los precios de los alimentos a Argentina le entran más dólares por exportaciones, lo que debería ayudar a contener la inflación. Pero a la vez sube el precio interno de los alimentos. Es una suerte de paradoja", comenta Rajnerman.
El economista Héctor Rubini destaca que en el aumento de los precios internos de los alimentos influyen también otros costos, como las subas en los combustibles y una fuerte carga de impuestos.
"Aunque nominalmente se aplican a los más ricos, los impuestos se trasladan a los precios", explica.
Todo termina siendo un laberinto, en el cual se halla el consumidor (si le queda resto para consumir) persiguiendo a una zanahoria que cada vez está más lejos y en un mundo extraño donde ni siquiera podemos vernos a las caras, para decirnos las cosas que necesitamos decirnos para sentir que al menos a otros, les va tan mal como a nosotros.