

Por: Ismael A. Canaparo
El debut de Carlos Gardel en Junín se produjo el jueves 2 de junio de 1921, en el salón Víctor Hugo, que la Sociedad Francesa poseía en la avenida Rivadavia y que aún conserva parte de la fachada de sus comienzos como bastión de innumerables acontecimientos que jalonaron la vida musical y artística de una ciudad inquieta y perseverante. El miércoles próximo se cumplirán cien años de aquel memorable acontecimiento.
El diario “La Verdad”, en su edición del 4 de junio, daba cuenta exacta del suceso registrado en el debut de Gardel-Razzano, al que calificó de “notable”, anunciando, a su vez, las nuevas actuaciones “de mañana y pasado” (por domingo 5 y lunes 6).
CON LUIS ANGEL FIRPO
Precisamente, en horas de la mañana de ese 2 de junio llegó a nuestra ciudad el boxeador Luis Angel Firpo, hijo de Junín, campeón sudamericano de peso pesado, que dos años después, en 1923, iba a protagonizar el hecho más resonante del boxeo argentino de todas las épocas, cual fue la aún vigente “pelea del siglo” ante Jack Dempsey.
Lo cierto que en la noche del inolvidable 2 de junio de 1921, el “Toro salvaje de las pampas”, junto a un grupo de amigos, estuvo sentado a una mesa de la sala del “Víctor Hugo”, con el objeto de no perderse detalles de la actuación del ya famoso dúo Gardel-Razzano. Con su simpatía característica, Gardel se refirió a la presencia del popular pugilista, dedicándole una de las interpretaciones de la noche. Luego, ambos se estrecharían en un prolongado abrazo, como testimonio de admiración mutua.
Una misma época y dos grandes, que más tarde serían parte vital de la historia argentina y mundial, aunque a través de caminos distintos.
EN EL BAR “43”
En el número 79 de Roque Sáenz Peña, donde actualmente se desenvuelve De Luca (ex Casa Cuerhilona), funcionaba por entonces un famoso bar, denominado “43”. El establecimiento era regenteado por Zenón Saturnino Ramallo, que había sido –allá por el 1900- director del diario “El Mentor”. Por supuesto, el lugar solía congregar en sus mesas a hombres y muchachos amantes de la noche y era común que en su escenario se escucharan intérpretes de la música popular. Al concluir su última actuación en Junín del dúo Gardel-Razzano (el domingo 6 de junio de 1921), los cantores fueron invitados por Ramallo a concurrir al establecimiento. En el marco de una cordial reunión, presenciaron la labor del trío formado por “Pepe” Labatti, en guitarra, el “Petizo Bandoneón” Santiago Urruti, con el “fueye” y un jovencito que ya conocía los secretos del violín, Rosendo Singla. La improvisada velada, en virtud de la presencia de tan caracterizadas figuras, alcanzó el brillo que suelen tener las cosas naturales, espontáneas.
CON EL “PETIZO BANDONEÓN”
Naturalmente, la atención de los parroquianos que bordeaban el coqueto salón del “43” poco a poco se fue centrando en la presencia de Carlos Gardel y su media docena de acompañantes. Fue entonces cuando el Petizo Urruti, dueño de una cautivadora bohemia, invitó al Zorzal a trasladarse hacia su “albergue” que él tenía para sus cosas de muchacho inquieto, sito en la calle Vicente Gandini 280. El refugio consistía en una modesta pieza, con baño, que daba a la calle. Y para allí, sin dudarlo, se dirigieron cantores, músicos y amigos comunes que se encontraban en el bar. La tertulia, matizada con diversas interpretaciones, abundante mate, algún vinito y varios whisky, que saborearon con deleite los guitarristas, Ricardo y Barbieri, duró hasta altas horas de la madrugada. Gardel y Razzano no se hicieron rogar y entonaron numerosas canciones, algunas incluidas en el repertorio habitual y la mayoría que surgieron en virtud de una llamativa improvisación.
Lo real es que esta fiesta impensada, ideada sobre la marcha por Urruti (días después confesaría a sus íntimos que no pensaba que Gardel iba a aceptar el convite), alcanzó picos de verdadero delirio entre los escasos afortunados que tuvieron la dicha de vivirla.
Alrededor de las 5.30, Carlos Gardel, José Razzano y sus acompañantes fueron trasladados hacia la estación ferroviaria local, donde la comitiva abordó el tren que los llevaría a la Capital Federal.
OTRAS ACTIVIDADES
En esta primera visita a nuestro terruño, Carlos Gardel desplegó otras actividades. Recorrió sus calles, no tuvo reparos en dialogar con aquellos que se acercaban, firmó autógrafos, etc. Todo con absoluta sencillez y humildad, como era habitual en él.
Pero entre las múltiples referencias sobre esos cinco días que permaneció entre la gente juninense, es interesante subrayar algo que aportó Rodolfo Cristobo (1905-1975), talentoso poeta local. En la calle José C. Paz (hoy Remedios de Escalada de San Martín), en el número 22, en las cercanías de la ex confitería “La Perla”, la casa “Flavi Mar” y la puerta lateral del Club Social, estaba ubicada una propiedad de Oreste Cosentino, que tenía una empresa cerealera. En una de las habitaciones de la casa, Cristobo trabajaba como empleado, mientras que las otras dependencias estaban ocupadas por la escribanía de Francisco Salerno. En los fondos del inmueble, en una pieza que le habían cedido, vivía Enrique Puertas, que se desempeñaba como portero del Cine Teatro Italiano.
Durante esos días, Gardel comentó su deseo de comer un asado en Junín. Fue así como el anhelo se concretó en el domicilio de Cosentino, oficiando Puertas de prolijo asador. Desde luego, El Morocho no dudó un segundo cuando le pidieron una canción. Entre otras, a pedido de Miguel Rizzi, interpretó “La Tropilla”.
Rodolfo Cristobo tuvo ocasión de departir largamente con Carlos Gardel antes del almuerzo, ya que se encontraba trabajando en la oficina de Cosentino cuando arribó el cantor y su comitiva. Hablaron de guitarristas, trayectorias, temas, cancioneros, etc., que El Mudo dominaba con una precisión deslumbrante.
EL ZORZAL FUE EL PRIMERO QUE AYUDÓ A LUIS ÁNGEL FIRPO - Por José F. Suárez (*)
“He tenido siempre como norma invariable de mi vida, que, a la vez, es trasunto fiel de la conducta periodística que he observado y mantengo en todo momento, el de no revelar lo que veo y me consta personalmente, que tiene relación con algún gesto de humanidad y filantropía cumplidos por personas que aún viven, y a quienes profeso leal admiración simpatía. Por eso hoy, cuando termina de morir trágicamente el astro máximo de la canción criolla, Carlitos Gardel, voy a desentrañar del acervo de los recuerdos amables una anécdota (que no obstante lo inquieta de mi profesión), mantuve siempre en reserva, casualmente para no ser infiel al imperativo que desde niño me impusiera. Fue en el mes de junio del año 1921, cuando el querido intérprete del tango argentino comenzaba a subir triunfalmente la cuesta difícil de la fama, por la que se llega siempre -cuando se tienen méritos y condiciones para ello- al pináculo de la gloria, y se iniciaba la popularidad del jilguerito porteño bajo el patronímico del dúo "Gardel-Razzano", y en una de sus primeras giras artísticas por la provincia de Buenos Aires se presentó en el Teatro Italiano de Junín, cuya empresa ejercía el señor Galo Echevarne, alternando su número de canto y guitarra con la exhibición de películas. Así fue por esa misma fecha llegó a la mencionada localidad bonaerense (de donde es oriundo el que estas líneas escribe), Luís Ángel Firpo, muchacho andariego, que sin él saberlo, escondía en su cuerpo de hierro, una fuerza hercúlea, a la que posteriormente se ocuparon de "descubrir" los técnicos para explotar el rico filón de la mina de diamantes, tan pródigamente brindada por "El toro salvaje de las pampas".
Firpo, que también es de Junín, cayó por sus pagos decepcionado y triste después de un rotundo fracaso como volatinero de un circo de tercera categoría, cuya carpa trashumante y descolorida abandonara en Mendoza, después de una calamitosa tournee por Chile. Al quedar como se dice vulgarmente, en la vía y sin recursos de ninguna clase, emprendió su retorno a la aldea amiga y materna, un poco a pie y otro poco trepado audazmente en los vagones de carga del Ferro Carril Pacífico, con su pintoresco "mono" al hombro.
Es de hacer notar que por esa fecha, Firpo era un anónimo aficionado a los espectáculos donde se hacían exhibiciones de fuerza bruta, y como su temperamento impulsivo de jovenzuelo inculto y cerril lo arrancara un día del lado de sus laboriosos padres, donde trabajaba haciendo mezcla de barro en los hornos de ladrillos de su propiedad, impulsándolo a los caminos del mundo. Al hombrecito inexperto le pareció fácil ganarse la vida al abrigo de los redondeles del circo, participando en parodias de matchs de box, previo desafío a los amateurs en el arte de la defensa propia, de las localidades donde arribara el conjunto exótico para "engalanar" los sitios baldíos.
Fue así que ante la terrible desilusión primera, el bonachón de Luis Ángel no tuvo escrúpulos en volver al regazo de su hogar (pero no imitando al "Hijo Pródigo" de Giovanni Papini), y como Gardel lo había visto ya trompear encarnizadamente a un boxeador mexicano de cartel, le cobró simpatías, y, aprovechando la estada en su pueblo natal, resolvió ayudarlo moral y materialmente, y encontró para eso la ocasión propicia, incluyendo en el programa de tangos, recitados, películas, etc., un número de match de fondo, en el que intervino Firpo, haciendo con ello su debut por primera vez desde un escenario de teatro serio, y frente a un público para él conocido y familiar.
El que subscribe este deshilvanado comentario, por haber sido espectador del primer encuentro formal que realizó Luis Ángel Firpo en el mes de junio de 1921 en el Teatro Italiano de Junín, mediante la buena voluntad y el gesto simpático de Carlos Gardel y su compañero Razzano, está en condiciones de afirmar, que no sólo ganó aquél algunos pesos, sino que desde esa noche memorable arrancó el principio de su brillante y rápida carrera hacia la obtención del cetro de Boxinlandia, que casi consiguiera el 14 de setiembre de 1923, cuando se enfrentó con el campeón que detentaba el título, Jack Dempsey, haciéndolo tambalear en medio del aplauso frenético de los pueblos americanos, que con su estimulo delirante premiaban el esfuerzo y la entereza del juninense formidable. Hoy, cuando el protagonista de "Noches de Buenos Aires" y de "Cuesta Abajo" ha muerto, recién creo oportuno destacar públicamente la trascendencia posterior y que con el correr del tiempo adquirió el gesto bien criollo y noble que tuviera para con Luis Ángel Firpo, y del cual he sido testigo. He aquí, con lujo de detalles, la exégesis a los enunciados de los titulares expuestos con toda sinceridad y modestia, como el mejor homenaje a la verdad, y a la memoria del eximio cantor argentino caído para siempre mientras realizaba una de sus tantas giras triunfales por el mundo, paseando por los centros civilizados las emociones auténticas de la raza.
(*) Artículo extraído de la revista “Club de Tango”, Nº 42 mayo-junio de 2000. (El autor afirma que en 1921 Gardel se presentó en el Teatro Italiano, pero el historiador Roberto Dimarco asegura que fue el salón Víctor Hugo).