

La pandemia, más allá de lo inédita, vertiginosa y devastadora, debiera dejarnos espacio para la reflexión con el objetivo de analizar algunos de los afloramientos sociológicos que ha hecho aparecer y para los cuales no hay debida certeza aunque parezcan de gran simpleza.
Uno de ellos está relacionado con los cuidados que debieran implementarse en torno al virus, que no ha dejado de llevarse la vida de personas cercanas a nuestros afectos o aquellos que simplemente formaban parte de nuestra vida cotidiana.
Y en este espacio de laberínticas reflexiones, cabe preguntarse por qué si “nadie se salva solo”, al mismo tiempo nos proponen apelar “a la responsabilidad individual”.
Cuál será el motivo que lleva al ataque permanente de cada una de las políticas públicas implementadas y que no buscan más que poder tender una ayuda al otro.
Por eso en este mundo donde todo parece ponernos en riesgo, no cabe la apatía de funcionarios del Estado que cuando deben cuidar, simplemente se cuidan ellos, ya sea su poder o sus bienes.
Un libro de reciente aparición propone cambiar esa idea de “autocuidado” tan neoliberal y egoísta, para sumergirnos en el colectivo de cuidados.
Precisamente el “Manifiesto de Cuidados” (Ed. Bellaterra) plantea la idea de un mundo realmente interdependiente, que cuide. El objetivo de los autores es reimaginar el papel del cuidado en nuestro día a día y convertirlo en el principio organizador de todas las dimensiones y todas las etapas de la vida.
Es importante entender el planteo acerca de que todos dependemos de los demás, y sólo si fomentamos las interdependencias podremos crear un mundo en el que todos y cada uno de nosotros podamos vivir y, sobre todo, desarrollarnos.
Los autores ponen énfasis en que “un gobierno que cuida no debe fomentar la satisfacción del deseo individual, sino la felicidad colectiva. Esto significa transformar la forma en que está organizado el mundo del trabajo mediante cooperativas, centros de producción locales y nacionalización”.
Y en medio de estos “idas y vueltas” en que se ha convertido la política partidaria, con carencia de ideas y abundancia de egos, resulta imprescindible pedir “más espacios de cuidado reclamando el espacio público para construir una ciudad que facilite la convivencia”.
La pregunta abre un universo, amplía la posibilidad de pensarnos como sociedad, de imaginar mundos habitables, dignos para todas las personas.
En la actualidad, por el vértigo de la sociedad la gente no tiene tiempo de ofrecer cuidado a la gente que tiene cerca, y menos aún a los más lejanos.
Los viejos al geriátrico, los niños al depósito escolar. Los contagiados al aislamiento y que se cuiden solos.
Para el resto, ya llegará su tiempo, si el cambio no se precipita.