miércoles 07 de mayo de 2025

LOCALES | 14 ago 2021

evocando figuras

Osvaldo Nieva: el secreto de sobrevivir al olvido

A muchos años de su muerte, continúa siendo un emblema del Club Atlético Rivadavia, entidad a la que le entregó lo mejor de sí, como jugador y dirigente. Fue un protagonista de lujo en las décadas del ‘50 y ‘60.


Por: Ismael A. Canaparo

Los fanáticos del fútbol están convencidos del poder de la palabra escrita. Saben que si de él se espera un milagro, hay que leerlo dos veces. Saben que cualquier historia se debe dejar reposar un poco. Si al cabo de una noche ha crecido como la masa del pan, quiere decir que es buena.

Eso ocurre con Osvaldo Marcelo Nieva (25 de abril de 1935 - 30 de enero de 1985), a treinta y seis años de su prematura partida. Fue un futbolista temperamental, audaz y sincero en la marca, pese a la aureola de “pegador”, mote que le habían adjudicado los adversarios, sin que a él le molestara en lo más mínimo. Lo desmiente también sus antecedentes: es difícil encontrar rastros de expulsiones al cabo de su extensa trayectoria. En cierta ocasión, cuando tuvo que definirlo, el recordado Pepe Buono escribió en Democracia: “Sagaz como un águila y valeroso como un león”.

Surgido de las divisiones inferiores de Rivadavia, “El Cabezón” ya estaba en Primera a los 17 años

Surgido de las divisiones inferiores de Rivadavia, “El Cabezón” ya estaba en Primera a los 17 años. Titular indiscutido por muchas temporadas, junto a talentosos compañeros: Félix Tobalina, Ricardo Varela, Pedro Banegas, Zenón Flores y Rodolfo Chaparro, entre tantos otros. Fue figura excluyente en los tres títulos albicelestes logrados en 1964, 1965 y 1968, bajo la dirección técnica de otro histórico: Delfor Ayué.

El gran equipo de Rivadavia, campeón 1964.

Osvaldo no solamente se destacó en el Rivadavia de su niñez y adolescencia, sino que también lo hizo varias veces en el seleccionado de la Liga Deportiva del Oeste, en aquellos recordados “campeonatos argentinos”, producto seguramente de un momento excelente en su club. Por ejemplo, el combinado de Junín del año 1958, formaba con estos jugadores: Porato, Nieva y Lucero; Prévite, Caramelo y H. Ferrari; Proglio, Barrionuevo, Lucero, Alvarez y Guillotti.

A lo largo y ancho de su historia de 105 años, Rivadavia ha lucido jugadores de extraordinaria capacidad individual y colectiva, que sería imposible enumerar. Sin embargo, en la memoria colectiva de socios e hinchas, si uno pregunta, casi instantáneamente surgen dos nombres épicos en la historia menuda del club: Osvaldo Nieva y Félix Tobalina. Curiosamente, futbolistas de distintos criterios, de diferentes olfatos. Por un lado, “El Cabezón” lucía como un carcelero implacable, valeroso en los cruces y certero en los balones aéreos, siempre con un apoyo incondicional a sus compañeros, especialmente en los momentos difíciles de un partido. Nieva fue un gladiador sin escudo. Con respecto a Tobalina, en tanto, Lo primero que aparece, allá a lo lejos pero no difusamente, es su extraordinaria capacidad técnica, que resultó como la invención de una manera de jugar y de acariciar la pelota. Las destrezas que exhibió combinaron altas dosis de belleza y categoría, dentro de un tiempo que para destacarse había que estar dotado de otras cosas complementarias, como la personalidad, el equilibrio, la seriedad y el acompañamiento. Fue un futbolista irreverente que le escapó a los moldes y a los libros. Un jugador que no tenía apellido, haciéndole pito catalán a su DNI. Si alguien decía “Félix”, ya se sabía hasta el hartazgo de quién se trataba.

En sus ratos libres, ya sin el fútbol por delante, acompañó el ideario de José “El Moro” Ale, mojón de la Lista Verde

Luego de su retiro, siguió aferrado al cariño por la institución, al extremo de colaborar tanto en el fútbol de distintas categorías, como así también acompañar a la comisión directiva en el complicado rol de consejero en el seno de la Liga Deportiva del Oeste, lugar donde su palabra y opiniones eran respetadas a rajatabla, simplemente porque Nieva hizo de la coherencia un modelo de vida.

El Cabezón en la charla técnica de Delfor Ayué.

En setiembre de 1959, Pepe Buono juntó en Democracia a los dos zagueros más firmes de la Liga, en un momento excepcional de cada uno: Osvaldo Nieva (Rivadavia). y Romualdo Mosca (Ambos Mundos). La nota se llamaba “¿Quién le pega más lejos?”, quizá por una idéntica característica: no complicarse con la pelota. “A mi me parece que el área tiene que ser de los defensores y fuera de ella de los volantes. Por lo tanto, en mi caso, quiero que la pelota esté lejos del arquero propio y no se me caen los anillos si la revoleo a cualquier parte, si veo que se me complica”, confesó Nieva. En tanto, Mosca también se sinceró: “Yo no quiero lola, la reviento si hay que reventarla. Jugué en Sarmiento profesional y se dio la ocasión de tener que reemplazar a Hebert Pérez. ¿Te pensás que iba a salir jugando con la maestría que lo hacía el Pelado, nada menos? No, estás loco. La tiraba a la tribuna, sin ponerme colorado”.

De profesión ferroviario (trabajó en la sección Pinturería de Coches), Nieva acumuló otro aporte, ahora en la lucha sindical. En sus ratos libres, ya sin el fútbol por delante, acompañó el ideario de José “El Moro” Ale, mojón de la Lista Verde.

“El Cabezón” estaba casado con la mujer de su vida, Carmen Angela Perrone, de cuya unión nació el único hijo de la pareja, Rubén Osvaldo Nieva. Tenía, además, dos nietos: Manuel (20) y Delfina (23).

“Jugué en Sarmiento profesional y se dio la ocasión de tener que reemplazar a Hebert Pérez. ¿Te pensás que iba a salir jugando con la maestría que lo hacía el Pelado?”

La literatura tiene algunas ventajas sobre el fútbol. Hasta el más fanático hincha de Lionel Messi sabe que no va a volver a correr setenta metros gambeteando rivales para meter la pelota en el arco, pongamos por caso, de Paul López (portero del Marsella francés). Como mucho para clavar un zapatazo en el ángulo o le dará un pase magistral para que Neymar convierta. Y hasta allí o quizá un poco más. En cambio, los periodistas, por más años que se sucedan, siempre disponen de la oportunidad de reivindicarse con una nota sobre los héroes anónimos y olvidados, como ese grandote con cara prepotente, pero con alma de niño humilde y ojos inocentes, como lo fue Osvaldo Nieva.

Dos duros: Osvaldo Nieva y “Ñaño” Mosca.

DOS ÍCONOS ILUMINAN LA HISTORIA


A lo largo y ancho de su historia -105 años- Rivadavia ha lucido jugadores de extraordinaria capacidad individual y colectiva, que sería imposible enumerar. Sin embargo, en la memoria colectiva de socios e hinchas, si uno pregunta, casi instantáneamente surgen dos nombres épicos en la historia menuda del club: Osvaldo Nieva y Félix Tobalina. Curiosamente, futbolistas de distintos criterios, de diferentes olfatos. Por un lado, “El Cabezón” lucía como un carcelero implacable, valeroso en los cruces y certero en los balones aéreos, siempre con un apoyo incondicional a sus compañeros, especialmente en los momentos difíciles de un partido. Nieva fue un gladiador sin escudo. Con respecto a Tobalina, en tanto, Lo primero que aparece, allá a lo lejos pero no difusamente, es su extraordinaria capacidad técnica, que resultó como la invención de una manera de jugar y de acariciar la pelota. Las destrezas que exhibió combinaron altas dosis de belleza y categoría, dentro de un tiempo que para destacarse había que estar dotado de otras cosas complementarias, como la personalidad, el equilibrio, la seriedad y el acompañamiento. Fue un futbolista irreverente que le escapó a los moldes y a los libros. Un jugador que no tenía apellido, haciéndole pito catalán a su DNI. Si alguien decía “Félix”, ya se sabía hasta el hartazgo de quién se trataba.


 

 

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias