

La situación respecto al déficit hídrico parece ir para largo en la región y algunos especialistas ya están prediciendo un efecto Niña hacia adelante.
La conformación de tormentas por estas fechas en las que prevalece la famosa “Santa Rosa” por la fecha de su celebración el 30 de agosto, pero que tiene su explicación en la transición del invierno hacia la primavera, no mueve demasiado el amperímetro en los radares y lamentablemente para los cultivos agrícolas y las pasturas, habrá que obtener algo más que un milagro.
Los organismos internacionales cambiaron la proyección y muestran una probabilidad de evolución hacia el fenómeno climático conocido como la "Niña".
El índice que evalúa la anomalía de la temperatura superficial del océano (ONI) para el mes de julio no alienta una evolución a neutralidad plena en verano. "El valor pasó de -0,5 en junio a -0,4 en julio. Si bien indica escasa influencia del forzante sobre el régimen pluvial de Argentina, llevamos casi ocho meses con valores ascendentes pero negativos. Y no hay señales de cambios significativos: el océano en esa zona se mantiene moderadamente frío", añadió el documento meteorológico.
Alfredo Elorriaga, consultor de GEA, opinó: "Los organismos internacionales cambiaron la proyección y muestran una probabilidad de evolución a ‘Niña’del 68%. El análisis de los registros históricos de índices similares de temperatura superficial (en la transición otoño/invierno/verano) muestra que en un 80% el forzante volvió a evolucionar en un enfriamiento o en un nuevo evento Niña, generalmente moderado o bajo".
A no ponerse nervioso porque el forzante que se ha transformado en un gran aliado y salvador de las últimas dos campañas gruesas de Argentina podría volver a jugar a favor y sí, podría haber otro milagro.
Pero, las lluvias de la primera mitad del invierno de este año están muy por debajo de los acumulados medios históricos de los últimos treinta años, tal como pasó en el 2020. Las diferencias se ven en Buenos Aires y La Pampa que, a pesar de la influencia del evento Niña, a esta altura del invierno del 2020 no solo alcanzaban, sino que superaban los valores medios estadísticos del período.
SOBRE SECO, SEQUÍA
Aún con esta espada sobre la cabeza, la productividad agropecuaria suele estar sobre las necesidades ambientales y con esa ecuación angurrienta, el panorama que va un poco más allá de mañana esulta preocupante.
No son casuales estas situaciones desventajosas para la agricultura en Sudamérica, ya que esta semana se conoció un informe que confirma que el cambio climático se ensañará con América Latina, donde se batirán récord de huracanes, se sufrían sequías severas, seguirá aumentando el nivel del mar y habrá más incendios.
“Quien quiera oír que oiga” parece ser la idea, pero la tragedia está a la vuelta de la esquina.
Todo podría empeorar si no se logra detener urgentemente la emisión de gases de efecto invernadero.
El futuro ya está aquí: las peores sequías en 50 años en el sur de la Amazonia y el récord de huracanes e inundaciones en Centroamérica durante 2020 son la nueva normalidad que espera a América Latina, según dio a conocer el nuevo Reporte del Estado del Clima en América Latina y El Caribe 2020 de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
La investigación señala que América Latina y el Caribe es una de las regiones del mundo más afectadas por el Cambio Climático y los fenómenos meteorológicos externos que están causando graves daños a la salud, a la vida, a la comida, al agua, a la energía y al desarrollo socioeconómico de la región.
El reporte señala que los eventos relacionados con el clima y sus impactos cobraron más de 312.000 vidas en América Latina y el Caribe y afectaron a más de 277 millones de personas entre 1998 y 2020.
¿HAY FUTURO?
América Latina se proyecta como una de las regiones del mundo donde los efectos e impactos del cambio climático, como las olas de calor, la disminución del rendimiento de los cultivos, los incendios forestales, el agotamiento de los arrecifes de coral y los eventos extremos del nivel del mar, serán más intensos.
El informe es contundente al asegurar que poner límites al calentamiento global por debajo de 2,0 grados centígrados, según lo dictaminado en el Acuerdo de París, es vital para reducir los riesgos en una región que ya enfrenta asimetrías económicas y sociales para su desarrollo de manera sostenible.
“La región de América Latina y el Caribe enfrenta y seguirá enfrentando graves crisis socioeconómicas debido a los eventos hidrometeorológicos extremos. En los últimos tiempos esto se ha visto agravado por los impactos de la pandemia de COVID-19. La recuperación posterior al COVID 19 será un gran desafío. Para asegurar es recuperación es fundamental seguir impulsando el Objetivo de Desarrollo Sostenible 13 que señala la adopción de medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus impactos”, recalcó Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial.
El informe es claro al señalar que hay fuertes efectos relacionados al aumento de temperaturas, cambios en los patrones de precipitación y tormentas, así como un marcado retroceso de los glaciares.
El reporte destaca que 2020 fue uno de los tres años más cálidos de América Central y el Caribe, y el segundo año más cálido de América del Sur, con 1,0 grados centígrados, 0,8 y 0,6 por encima del período 1981-2010, respectivamente.
La sequía generalizada tuvo un impacto significativo en las rutas de navegación, el rendimiento de los cultivos y la producción de alimentos, lo que provocó un empeoramiento de la seguridad alimentaria en muchas áreas.
En América del Sur los impactos fueron extremos. La intensa sequía en el sur de la Amazonia y la región del Pantanal fue la peor de los últimos 50 años.
El 2020 superó a 2019 y se convirtió en el año de incendios más activo en el sur de la Amazonia. La sequía fue un factor determinante. La cuenca del río Amazonas, que se extiende a lo largo de nueve países de América del Sur y almacena el 10% del carbono global, ha experimentado una mayor deforestación en los últimos cuatro años debido a la tala para crear pastizales para el ganado y la degradación producida por los incendios.
Si bien todavía es un sumidero neto de carbono, el Amazonas se tambalea y podría convertirse en una fuente de emisión de carbono si la pérdida de bosques continúa al ritmo actual.
Para peor, la evidencia muestra que los sistemas de alerta temprana están subdesarrollados en la región, particularmente en América Central y del Sur.