

Esta semana comenzó la vacunación a menores de entre 3 y 11 años con la vacuna Sinopharm luego que la OMS diera el “visto bueno” tras los ensayos realizados en el mundo.
Por otra parte, también se determinó la importancia de seguir utilizando el barbijo y que esta prevención, que era de escaso uso en el mundo occidental, podría transformarse en una costumbre para evitar otras enfermedades contagiosas.
La inmunidad de la niñez comenzará con aquellos menores con condiciones de riesgo, para luego continuar con la vacunación universal en función de los planes estratégicos de cada provincia. Se trata de una población objetivo cercana a los 6 millones de niñas y niños de entre 3 y 11 años, según informó el Ministerio de Salud.
La vacuna desarrollada por el laboratorio Sinopharm, que fue recientemente autorizada para su uso en niños y niñas mayores de 3 años a partir de que la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnologías Médicas (ANMAT) recomendó a la cartera que lidera Carla Vizzotti ampliar su uso de emergencia a este grupo etario.
Esta vacuna utiliza una tecnología muy conocida: virus inactivado, la cual es similar a otras que se aplican a los menores desde hace mucho tiempo y están incluidas en el Calendario Nacional de Vacunación, como la vacuna contra la poliomielitis o contra la hepatitis A.
La vacuna Sinopharm se utiliza en nuestro país desde el inicio de la estrategia de vacunación contra la COVID-19 y, con más de 9 millones de dosis aplicadas, es la vacuna con menor tasa de eventos adversos tanto graves como no graves registrada hasta el momento.
Los efectos adversos que pueden aparecer en las primeras 48 horas post vacunación son leves y similares a los de los adultos, e incluyen dolor en el sitio de inyección, fiebre, tos, náuseas, dolor de cabeza y cansancio.
Vale tener en cuenta que los niños y niñas pueden contagiarse y transmitir el virus como los adultos. Si bien es cierto que la mayoría de los niños transitan la COVID-19 de forma asintomática o con cuadros leves, algunos de ellos pueden tener síntomas persistentes (como dificultad respiratoria o fatiga). En el caso de niños con enfermedades de base y también menores de 1 año, pueden sufrir formas graves de la enfermedad y requerir hospitalización.
El objetivo de la vacunación es disminuir el riesgo de formas graves de la enfermedad, hospitalizaciones y muerte. También es una forma de prevenir el síndrome inflamatorio multisistémico (SIM) post COVID-19, una respuesta inflamatoria exacerbada que se puede presentar en niñas y niños sin enfermedades de base después de haber tenido la infección.
Según datos del Ministerio de Salud de la Nación, hasta el 11 de octubre último se registraron 137.691 casos de coronavirus en niños de entre 3 y 11 años, 2.953 requirieron internación y 69 fallecieron (letalidad de 0,05%).
EL BARBIJO INDISPENSABLE
Cada vez hay más y mejor evidencia sobre la efectividad del uso del barbijo para reducir la transmisión del coronavirus, pero también de otros virus respiratorios.
Si bien el gobierno nacional dispuso la eliminación de la obligatoriedad del uso del barbijo al aire libre, cuando se circule en forma individual o en burbuja, y en un espacio en el que no concurran numerosas personas, el tapabocas sigue siendo obligatorio en lugares cerrados, como aulas, cines, teatros, ámbitos de trabajo, transporte público, espectáculos y eventos masivos.
Con el fin de generar mayor evidencia científica, recientemente un grupo de investigadores de los Estados Unidos realizaron un ensayo controlado aleatorio con el fin de evaluar si las comunidades en las que más personas usan barbijo tienen menos casos de COVID-19. Se trata del mayor y más riguroso estudio hecho hasta el momento.
La investigación, que aún no fue publicada en una revista científica, contó con la participación de 340 mil adultos de Bangladesh. A 163 mil personas que estaban dentro del grupo control, no se les realizó ninguna intervención. En el otro grupo, de 178 mil individuos, se realizaron diferentes acciones para promocionar el uso de barbijos, desde distribuirlos gratuitamente hasta brindar información sobre por qué usar barbijo era importante. Así el uso de cubrebocas aumentó alrededor del 30% entre los adultos y este cambio condujo a una reducción del 9% en los casos de COVID-19.
Las personas mayores de 50 años fueron las más beneficiadas, en especial en comunidades donde se distribuyeron barbijos quirúrgicos. En estas comunidades, los casos de COVID-19 disminuyeron el 23% en personas entre los 50 y los 60 años y el 35% para personas mayores de 60 años. “Nuestra intervención demuestra un método escalable y eficaz para promover la adopción del barbijo y reducir las infecciones sintomáticas del SARS-CoV-2”, concluyeron los autores del estudio.
Cada vez hay más evidencia (ver acá y acá) que muestra que los barbijos ofrecen cierta protección a quienes las usan incluso cuando los demás no lo llevan puesto, como plantea en una nota el New York Times.
Por ejemplo, durante un brote de COVID-19 en un hotel de Suiza, varios empleados y huéspedes dieron positivo de coronavirus. Todos los contagiados solo usaban pantalla facial y ninguno de los que llevaban barbijo se infectó.
El barbijo no sólo protege contra la COVID-19 sino contra otras enfermedades respiratorias, como demuestran varios estudios (ver acá, acá y acá). Para Wanda Cornistein, jefa del Servicio de Control de Infecciones del Hospital Austral y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), se puede pensar la estrategia para prevenir los contagios tanto de COVID-19 como de otras enfermedades respiratorias como un trípode: distanciamiento social, uso del barbijo y ventilación de los ambientes.
“Si te falta alguna de las 3 patas, tenés que reforzar alguna de las otras 2. Si estoy al aire libre y mantengo cierta distancia puedo dejar de usar el barbijo, ya que hay muy poca probabilidad de contagio. Pero si estoy en un colectivo, lo ideal es abrir las ventanas y usar el tapabocas ya que no puedo mantener distancia. Y en un banco donde hay poca ventilación, necesito mantener distancia y usar el barbijo”, sostuvo.
Un estudio de 2008 incluyó a adultos y niños para medir la efectividad de los distintos tipos de barbijos contra el virus de la gripe. Las conclusiones fueron que los tapabocas de tela redujeron la exposición en un 60%, los barbijos quirúrgicos en un 76% y los N95 en un 99%.
Además, el estudio realizado en Bangladesh probó que el filtrado de los barbijos quirúrgicos que incluso habían sido usados, arrugados en bolsillos y bolsos y lavados con agua y jabón, evitaba que atravesaran más partículas de virus que los típicos tapabocas de tela.
“Lo importante es que las mascarillas funcionan y es probable que las de mayor calidad funcionen mejor para evitar la COVID-19. Si podés elegir entre un cubrebocas de tela y un barbijo quirúrgico, escoge el quirúrgico. Sin embargo, la mejor mascarilla es la que una persona se pone y de la manera correcta”, recomendaron los autores del estudio.
En otras culturas, como las orientales, el uso del barbijo es bastante común pero más por una cuestión de polución. Acá, en ambientes cerrados con mucha gente, por ejemplo, un avión o colectivo, es una medida que se puede y se debe adoptar en lo posible para prevenir el contagio del SARS-CoV-2 y otros virus, pero eso va a depender de la tolerancia de la gente.