

Desde hace una década resuena con un eco cada vez más amplificado la voz de “capitalismo social” que circula en el universo de la economía mundial. La realidad concreta es que gran parte del mundo ha vivido en las últimas cuatro décadas bajo un modelo de capitalismo que, si bien ha generado prosperidad y recursos, también ha provocado grandes brechas, porque la riqueza no se ha repartido de manera razonable y equitativa.
La mitad de la población global vive hoy con menos de 5.50 dólares por día, por debajo de la línea del bienestar, según revelan los datos del Banco Mundial. Desde los 70, los sistemas económicos mundiales han vivido convencidos de lo que hacían: generar crecimiento y beneficio para el accionista por encima de cualquier otro objetivo estratégico. Desde hace tiempo la pregunta es si esto es realmente suficiente.
El profesor Michael Porter, doctor en economía por Harvard y autor de una veintena de libros creador de la teoría de los clusters y uno de los pensadores más influyentes en el mundo en temas de negocios y estrategia competitiva, dice que “el capital debe ser usado para crear impacto social y que la eficiencia en la economía y el progreso social no deberían ser opuestos”. Si es que algún día se lo debería calificar de alguna forma el economista advertía que “se acercaría mucho al capitalismo social”.
Este distinguido académico en su libro “La Ventaja Competitiva de las Naciones”, impreso por primera vez en 1990, hizo una acuciosa investigación sobre este concepto y ha guiado muchas de las políticas de desarrollo económico de regiones y naciones enteras que, como se sabe, no se dan por decreto ni mucho menos por voluntarismo.
Pero en los últimos años, el interés de Porter ha sido el medir el desempeño económico y social de los países por medio del “Índice de Progreso Social”, un concepto que busca ir más allá de la medición de criterios sólo monetarios o macroeconómicos, como el PIB (Producto Interno Bruto), utilizado comúnmente como el indicador para conocer los avances económicos de una nación o estado.Pero el progreso social va más allá, pues lo que busca medir es la capacidad de una sociedad para satisfacer las necesidades humanas básicas de sus ciudadanos, establecer los componentes que les permitan mejorar y mantener la calidad de sus vidas y crear las condiciones para que todas las personas alcancen su máximo potencial.
El doctor Michael Porter explica la compleja relación entre el progreso social y el desarrollo económico, y que la relación entre ambos conceptos debe ser vista como: “una calle de dos vías, porque está comprobado que el crecimiento económico no necesariamente significa progreso social, pero el progreso social siempre será un elemento para la prosperidad económica.Es por eso que este índice de Progreso Social mide los resultados que de verdad importan en la vida de las personas como la salud, educación, medio ambiente, oportunidades, derechos, y conceptos subjetivos como la felicidad.
Y sostiene “el progreso social tiene una definición muy amplia. El índice se basa en los siguientes tres pilares: Necesidades Humanas Básicas: casa, comida, agua y aire limpio. El segundo: las Bases del Bienestar, como el acceso al conocimiento y las comunicaciones, un ecosistema sostenible. Al tercer pilar lo llama “Oportunidades” y tiene que ver con derechos personales, libertad personal, tolerancia, inclusión y el acceso a una educación avanzada”.
El estudio llega a una conclusión: “el desarrollo económico es importante, pero no suficiente, ya que no se trata de que los que tienen mucho tengan más, sino de que aquellos que tienen poco o demasiado poco tengan más”.
Porter sostiene que el sector privado tiene una profunda capacidad para impactar los problemas sociales y que incluso existen grandes oportunidades de negocio al satisfacer las necesidades económicas de los que menos tienen como respuesta a los problemas sociales.
Iniciativas para responder a este dilema se han emprendido desde diversos frentes. Uno de ellos es el movimiento Capitalismo Consciente, iniciado por Raj Sisodia, académico de la escuela de negocios del Babson College, y John Mackey, fundador de Whole Food, para impulsar prácticas empresariales que eleven el sentido humano de las organizaciones.
Darle un enfoque social a los negocios ya no es visto sólo como una buena intención de los líderes. Está probado que es una manera muy eficiente de hacer negocios. Grandes asociaciones empresariales se han sumado a nivel global a la construcción de respuestas a la interrogante del nuevo rol de las empresas en la sociedad.
En agosto del 2019, el Business Roundtable, asociación que reúne a 118 líderes de las principales empresas de Estados Unidos, hizo el primer pronunciamiento. A través de la “Declaración sobre el propósito de la corporación”, se comprometieron a impulsar un modelo de negocio con impacto social, que les permita a los ciudadanos tener éxito, una vida digna y con sentido a través de su trabajo.
Específicamente, firmaron para entregar valor a sus clientes; invertir en sus empleados con mejores sueldos, prestaciones, educación y capacitación; tratar a sus proveedores de manera ética y justa; apoyar a las comunidades donde operan, haciendo el negocio sustentable, y generar valor a largo plazo para sus socios y accionistas.
A esta iniciativa se sumó en las últimas semanas el Foro Económico Mundial (WEF), en el marco de su 50 Reunión Anual, la agrupación emitió el manifiesto: El propósito universal de las empresas en la Cuarta Revolución Industrial, en la cual impulsa el capitalismo social como la nueva vía para los negocios con impacto social.
“¿Qué tipo de capitalismo queremos? Si queremos mantener el sistema económico para las futuras generaciones debemos responderla correctamente”, puntualizó Klaus Schwab, fundador y director ejecutivo del WEF.
“Al crearlo, las empresas no cumplen únicamente con sus accionistas, sino con todos sus empleados, clientes, proveedores, comunidades locales y la sociedad en general. El mejor camino hacia la comprensión y la armonización de los intereses divergentes de todos, es la adquisición de un compromiso común con respecto a las políticas y las decisiones que refuercen la prosperidad a largo plazo de las empresas”.
En tanto, para la Argentina bien vale preguntar cuál será el futuro de la sociedad si tenemos en cuenta que parte de los empresarios son autores de las actuales políticas y los políticos son empresarios autores de la debacle actual ¿aquí será “capitalismo social?