

Por: Ismael A. Canaparo
Pese a que no fue un típico cantor de orquesta, Charlo desplegó una descollante trayectoria en el dos por cuatro como vocalista, pianista, director, actor y compositor. Tuvo una gran participación en la evolución del tango cantado, con proyecciones que se dieron desde finales de la década de 1920 hasta fines de los años ´60.
Nació el 7 de julio de 1905 en la estancia familiar "El Avestruz", ubicada en la provincia de La Pampa, entre las estaciones ferroviarias Guatraché y Avestruces, en el seno de una familia adinerada. Al no existir Registro Civil en el lugar, fue asentado en la localidad bonaerense de Puán, obviamente con su nombre verdadero: Carlos José Pérez. “Durante toda su vida cultivaría costumbres burguesas, exhibiendo su estampa de dandy. Fue lo que los porteños llamaban un jailaife (derivación de high-life), de elaborada apariencia distinguida. Su refinado estilo dio origen a la moda Charlo, que abarcó la indumentaria y otros enseres masculinos. Quizás insatisfecho con la humildad de su apellido, Pérez, le añadió un pretencioso de la Riestra, erróneamente dado por bueno en reseñas y biografías. En cualquier caso, quedó identificado por su nombre artístico, que le fue adosado en 1924 para su debut radial y deriva de Charlot (Chaplin)”, apuntó el periodista Julio Nudler. Falleció el 30 de octubre de 1990, en Buenos Aires, a los 85 años.
Y Nudler arriesga un impactante juicio de valor en la semblanza dedicada a Charlo en el diario Página/12, en época de Jorge Lanata: “Después de Carlos Gardel, es el cantor más importante que dio el tango, aunque, a diferencia de aquel, no se convirtió en un mito popular. Fue el vocalista que más grabó, en una parábola discográfica iniciada en 1925 y concluida en 1967. Sin embargo, el grueso de sus registros se concentra en apenas cuatro años, de 1928 a 1931. En muchas de esas versiones alcanza un nivel parangonable al de Gardel. Como éste, contribuyó a establecer un estilo emocional pero austero, exento de efectismos, de perfecta afinación y cuidada musicalidad. Como compositor desplegó su gran talento de melodista, creando obras importantes en la línea del tango romanza”.
“Su primera enseñanza musical, de piano y otros instrumentos, la recibió en un conservatorio de Puan, pequeña ciudad perdida en la llanura bonaerense. Luego marchó a La Plata, moderna capital de la provincia de Buenos Aires, de célebre universidad, diagonales y palacios oficiales neoclásicos, donde cursó su bachillerato e inició estudios de abogacía que abandonó. El traslado de su familia a la ciudad de Buenos Aires en 1922 propició el comienzo de su carrera de cantor, que en un principio se acompañaba a sí mismo al piano. En rápida sucesión, debutó en 1924 en Radio Cultura, ocupó la tarima del Café El Americano en el porteño barrio de San Cristóbal (donde su casi extravagante distinción contrastaba con la modesta extracción social de los parroquianos) e inició su carrera de actor cantante —que luego se trasladaría al cine— en una revista musical del céntrico Teatro de la Comedia. En esa ocasión estrenó su ya olvidado primer tango, “Pinta brava”, de igual nombre que el sainete que integraba”, dice Nudler.
Charlo también se destacó como compositor. A juicio del historiador Arturo Salas, “… realizó una nutrida y valiosa obra, donde fuerza y melodía alcanzaron la dosificación precisa, apoyadas en los versos de algunos de los mejores poetas del tango. Así produjo “Ave de paso” y “Rondando tu esquina”, con Enrique Cadicamo; “Costurerita” y “Fueye”, con Celedonio Flores; “Oro y plata” y “Tu pálida voz”, con Homero Manzi; “Sin lágrimas”, “Sin ella” y “Tortura”, con Cátulo Castillo. Asimismo compuso “Horizonte” “Tormento”, “Viejas alegrías”, “La barranca”, “Zorro plateao” y “Tango en Colombia”, para música cantable, y las piezas instrumentales “Don Alvaro”, “Diquero” y “Barbeta”, esta última dedicada a Homero Manzi.
En 1924 grabó su primer disco, de pasta y 78 revoluciones por minuto, que tenía a “Morochita” en una de sus caras y a “Ensueño azul” en la otra. Un año más tarde debutó como profesional en el Teatro Comedia como número de los sainetes “Pim pam pum rataplán” y “Pinta brava”, título que llevó su primera composición sobre un poema de Mario Battistella y que probablemente todavía tenía las huellas de sus estudios en el conservatorio pampeano de Santa Cecilia, cursados poco antes cuando Charlo era aún un adolescente. Se había trasladado con su familia desde la estancia “El Avestruz”, donde nació, al barrio de Belgrano, con jun breve paso por La Plata, donde empezó y abandonó el secundario.
Su carrera y su singularidad como intérprete comenzaron cuando por recomendación de un editor musical lo escuchó cantar Francisco Canaro. Por entonces el cantor de tangos tenía dos caminos, el del solista –presentarse con el austero acompañamiento de algunas guitarras o tal vez de un piano y un violín- y el de estribillista de orquesta, rol que tomó y al que transformó, ya que, lejos de someterse a la fuerte limitación estilística del que fugazmente aparecía para cantar la estrofa central de los tangos que sonaban, se convirtió en una de las pocas excepciones al ser uno de los protagonistas centrales de las presentaciones de Canaro y un precursor de la fórmula que cristalizaría en los años 40: cantor más orquesta. Editó por entonces sus primeros discos, que incluyeron temas como “Costurerita”, “Pobre varón”, “Ramona” y “Lindo tipo de varón”.
Se trata de la línea del tango romanza surgida hacia los años 30, un estilo elaborado y eclético sin raíces arrabaleras, estimulado probablemente por la repercusión del género fuera de la Argentina. Algunos de los tangos de Charlo que mejor lo muestran como el típico romántico son “Ave de paso” y “Sin ella”. Evidencian, también, que su oposición con Carlos Gardel no fue tanta y a veces hasta tuvo algo de acercamiento, pues no sólo sucedió en los últimos años del Zorzal -cuando en realidad se había convertido en uno de los profesionales que con mayor nivel desarrollaba esta vertiente del tango romántico, entre la enorme variedad estilística de Gardel- sino que no tuvo la radicalidad de la confrontación de, por ejemplo, Agustín Magaldi.
Su voz de barítono y su particular manera de frasear tuvieron una destacada vida útil en los 30 y los 40, cuando formó su propia agrupación y, catapultado por la radio, eludió la rutina, de rigor en la época, de los repertorios conocidos con la composición de sus propios temas, que resultaron éxitos: “Rencor”, “Cobardía”, “Viejas alegrías”, “Ave de paso”, “Rondando tu esquina”, “Tu pálida voz” y “Un sueño y nada más”.
Durante la primera época del cine sonoro ser cantor de tangos era un buen comienzo. Y Charlo participó como actor en “El alma del bandoneón” (1935), “Puerto Nuevo” (1936), “Carnaval de antaño” (1940), “Imitaciones peligrosas” (1949), “Los muchachos se divierten” (1949) y “Los troperos” (1953). También lo hizo en España, donde vivió algún tiempo (obligado a exilarse por la denominada Revolución Libertadora de 1955 junto a Sabina Olmos), antes de convertirse en cofundador y secretario del Sindicato de Artistas de Variedades.
JUNÍN TAMBIÉN LO APLAUDIÓ
Charlo tuvo dos actuaciones en Junín, en momentos de su mayor trascendencia. Las presentaciones fueron el 14 y 15 de diciembre de 1940 en un escenario mítico de aquella época en la ciudad: el Centro Recreativo Ferroviario, ubicado en la avenida Rivadavia 973. La prensa de la época publicaba que “…para poder admirar a Charlo, los caballeros debían abonar una entrada que costaba 0,40 pesos, las damas 0,30 y los niños 0,10”.
Cantó aquí con un trío formado nada menos que con Osvaldo Pugliese en piano, Federico Scorticati en bandoneón y Juan José Gallastegui en violín, que le sirvió de acompañamiento en una extensa gira que se había iniciado en setiembre de 1939.
MERECIDOS RECONOCIMIENTOS
Al celebrar sus 50 años con el tango, Charlo fue homenajeado por sus amigos uruguayos. Ocurrió en el Teatro Solís, máximo escenario montevideano. En 1985 la Fundación Konex lo consideró como uno de los cinco mejores compositores de tango de la historia en la Argentina, otorgándole el Diploma al Mérito de los Premios Konex. El 29 de junio de 1990, en un acto realizado en el Salón Dorado del Teatro Colón de Buenos Aires, fue distinguido como Académico de Honor por la Academia Nacional del Tango de la República Argentina. En 2013, al cumplirse 108 años de su nacimiento y por iniciativa del productor artístico José Valle, se realizó el tándem denominado "Sin lágrimas", consistente en una jornada completa, en Puán, con la colocación de una obra de arte de estilo fileteada con la imagen del artista (realizada por el reconocido pintor Pedro Araya), una conferencia sobre su vida y obra, y un show de tango encabezado por la cantante Gaby ("La voz sensual del tango"). En agosto de ese mismo año, durante el transcurso del XV Festival y Mundial de Tango de Buenos Aires, se le tributó un reconocimiento al cantante. Además, durante el Tercer Festival Nacional de Tango "Carlos Di Sarli", realizado en Bahía Blanca, se le recordó con la colocación de una imagen suya en el café y museo histórico de esa ciudad del sur argentino.