sábado 20 de abril de 2024

LOCALES | 5 dic 2021

NOTA DE OPINION

Javier Milei, ¿pichón de dictador?

Una mirada reflexiva sobre el episodio protagonizado en Uruguay por el economista y ahora diputado electo.


Por: Máximo Luppino

“¿Hay alguna forma de que paren de hacer ruido, de moverse y de hacer cosas que irritan al que expone?” Disparó esta pregunta visiblemente descontrolado en una conferencia pública en Montevideo, Uruguay, el electo diputado Javier Milei. Tras lo cual entró en silencio para apaciguarse a sí mismo, y continuar con su arenga “Pro libertades”. Los uruguayos comenzaban a conocer al auténtico Milei.

Aún resuenan en la conciencia pública colectiva los insultos y desafíos más que violentos realizados por el flamante electo diputado al jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, tratándolo de “zurdo de m…” y demás improperios. Nos muestra Milei cuál es el valor que les da a los que no coinciden con su pensamiento. ¿Qué medidas extremas, no democráticas, sería capaz de tomar si tuviera el poder de un gobernante? 

Sabido es que la conducta, gestos y modismos suelen ser claros indicios del carácter y temperamento real de un individuo, mucho más que las palabras, que en ocasiones son huecas y engañosas. 

El problema es que en realidad algunos creen tener la “verdad revelada” creyendo que todo lo demás carece de valor alguno. Entonces, el autoritarismo demencial cobra forma y resolución efectiva. Es ahí cuando la comunidad estaría en peligro. Nace un dictador, capaz de prohibir, herir o hasta matar con tal de que lo que él considera “justo” se imponga. 

Los dictadores no se presentan como tales, esconden sus propósitos verdaderos detrás de una supuesta pasión que dicen “llevar adelante por el beneficio de los demás”, cuando en realidad poseen un deseo incontenible de gobernar la ajena íntima voluntad que las personas. 

¿Destruir, romper y quemar el Banco Central para “beneficio social” es una medida coherente y equilibrada de un estadista? ¿Esto es lo que quiere una parte de nuestra comunidad? 

En verdad, el buen político persuade a la sociedad, los otros quieren mandar e imponerse violentamente.

La paciencia, tolerancia y flexibilidad concreta en cuanto a la capacidad de adaptarse con armonía a las realidades que la acción política impone son requisitos indispensables de todo mandatario y dirigente.

Ángela Merkel y Joe Biden son ejemplos internacionales de la capacidad de ser determinados ejerciendo la acción gubernamental en paz y respeto por los adversarios y contrincantes eventuales. 

Descalificar de plano a un semejante por ser de derecha o izquierda o de cualquier fracción política es un hecho de barbarie extrema que no podemos dejar de evaluar.

La brutalidad manifiesta de no aceptar discrepancias es un signo inequívoco de torpeza intelectual y espiritual. Pocas cosas buenas emergerán de una mente imbuida de odio, resentimiento y rencor. 

No alimentemos a un posible “pichón de dictador”, más bien apostemos por los mesurados componedores, capaces de articular políticas públicas con consenso de propios y opositores.

El “camino corto” del atajo voluntarista, resulta el más largo y tortuoso. El control de uno mismo es el primer requisito de ser funcionario, el segundo es la honestidad rotunda. Pero el que no se controla no puede gobernarse a sí mismo, así es que es capaz de cualquier quimera impensada desde la razón. 

Algunos se presentan en sociedad con rótulos discursivos totalmente contrarios a su forma de ser. Entonces, pueden llegar a aparecer libertarios que podrían ser en verdad esclavistas del libre pensamiento y actuar del prójimo, dentro de las sanas leyes de convivencia social.

Del ciego fanatismo intemperante nada bueno puede salir, y Javier Milei parece exhibir constantes indicios de comulgar con la más irracional violencia.   

Seguramente tenga muchas ideas positivas que aportar a la comunidad, pero no debiera hacerlo por el sendero del autoritarismo descalificador, sino más bien por el camino de la total convivencia democrática. Podría el electo diputado Milei pedir sinceras disculpas a Larreta por sus insultos. Sería un acto de honestidad que todos celebraríamos con auténtico beneplácito. 

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