

Por: Ismael A. Canaparo
Dora Davis (6 de setiembre de 1906 - 13 de enero de 1980), cuyo verdadero nombre era Emma Gallardo de Regard, fue una brillante cancionista, compositora y autora de tango, además de actriz, conocida por dos apodos puntuales: “La calandria criolla” y “La muñequita que canta”.
En el transcurso del año 1929, la hermana de su esposo decidió presentarse para una prueba como recitadora en la emisora LS4 Telefunken Service, y le pidió que la acompañara. Luego de escuchar a la cuñada le preguntaron a ella cuál era su habilidad artística. Sin mosquearse se puso a cantar. Como suele suceder, la primera no tuvo suerte y a Emma le ofrecieron cuarenta pesos mensuales para presentarse cuatro veces por semana.
Debutó artísticamente en la década del '30. Fue una gran figura de la época dorada del tango y de la cinematografía argentina. Esta prestigiosa y eximia cantante supo ganarse la admiración y la estima de miles de oyentes con sus delicados temas. Según Enrique Santos Discépolo "Tenía voz de pájaro, de pájaro alegre sin dejos arrabaleros ni pujos dramáticos".
Dorita se relacionó con Francisco Mastandrea, uno de los creadores del radioteatro, conductor de elencos que representaban obras de tono gauchesco. En ese momento, este señor tenía en Radio Belgrano el programa “Una hora en la pampa”, que se hacía sin libreto. Cada artista improvisaba lo suyo, entonces pudo entrar gracias también a la ayuda del director Jaime Yankelevich.
Grabó con el cantor “Príncipe Azul” y con la orquesta de Roberto Firpo. En 1939, hizo su única interpretación como solista para la Orquesta Típica Víctor en el pasodoble “Te quiero”. Con Rosita Quiroga formó un popular dúo musical femenino. Y actuó con "Compañía juvenil de Angelina Pagano".
Trabajó con otros importantes cantantes radiofónicos, como Tita Merello, Agustín Magaldi, Azucena Maizani, Tania, Fanny Loy, Olinda Bozán, Nelly Omar, Mercedes Simone e Ignacio Corsini. Estuvo durante años en Radio Argentina, por donde desfilaron también famosos, como Carmen Idal, Fedora Cabral, Oscar Alonso, Héctor Palacios, Roberto Flores y la orquesta de Miguel Padula. También permaneció largo tiempo en Radio Nacional.
En cine actuó en las películas como “Idolos de la radio”, en 1934, y “El alma del bandoneón”, en 1935, esta última junto a Libertad Lamarque, Santiago Arrieta y Héctor Calcagno. En el Teatro Maipo trabajó junto a la actriz y vedette Gloria Guzmán y, además, para la "Compañía Teatral Vittone-Pomar-María Esther Podestá".
Se retiró hacia 1946 y fue una de las tres primeras en realizar pruebas de televisión con los equipos iniciales en la Argentina, apareciendo junto a las grandes Eva Perón e Iris Marga. Reapareció en 1972 en un reportaje que le hizo la conductora Pinky.
Su profusa discografía contiene estos temas: “Primer beso”, “Rayito de sol”, “Llevame en tus alas”, “La carreta”, “Mi refugio”, “Amor y celo”, “Rosa en pena”, “La curiosa”, con Adolfo Carabelli, “Justicia baturra”, “Canción de amor”, a dúo con Carlos Lafuente, “Celosa”, “Te quiero”, “Titina”, “Pensando en ti”, “Yo tan sólo veinte años tenía”, “Barrio reo”, “Vida mía”, “Quiero verte una vez más”, “Pregonera”, “Tu olvido”, “Lo han visto con otra”, “Milonga del aguate”, “Tu vieja ventana”, “Muchacho”, “Bien criolla y bien porteña” y Puentecito de mi río”.
Néstor Pinsón, investigador de la historia de la música argentina centrada en el tango, y habitual columnista de la página de la web Todotango, escribió una notable semblanza sobre Dorita. “Cantaba por gusto, como tantas jóvenes lo hacían por aquellos años. Se había mudado con su familia a una casa baja, flanqueada por dos altos edificios, en la calle Ayacucho casi avenida Las Heras. Y un día un matrimonio vecino, de apellido Williams, le ofreció a sus padres que la hicieran estudiar con una profesora de canto francesa que ellos conocían. Así ocurrió, y tanto gustó a la profesora que ofreció llevarla a Europa para perfeccionarse. Los padres se opusieron y el viaje se frustró.
Tiempo después se casó y dejó de trabajar. Entonces, fue cuando se produjo otra oportunidad. Era el año 1929, la hermana de su esposo decidió presentarse para una prueba como recitadora en la emisora LS4 Telefunken Service, que estaba ubicada en la calle Rivadavia 1737 y le pidió que la acompañara. Luego de escuchar a la cuñada le preguntaron a ella cuál era su habilidad artística. Sin mosquearse se puso a cantar. Como suele suceder, la primera no tuvo suerte y a Emma le ofrecieron cuarenta pesos mensuales para presentarse cuatro veces por semana.
Así pasaron seis meses y cuando llegó el anhelado aumento de sueldo, la emisora -que era representante de una empresa alemana fabricante de artículos eléctricos- decidió retirarse del éter. No se quedó quieta y se presentó a Pablo Osvaldo Valle, entonces director artístico de Radio Belgrano, quien luego de escucharla le dijo que tenía linda voz, pero que no sabía cantar. De todas maneras, la contrató por noventa pesos mensuales para actuar todos los días y a cualquier hora. Un trabajo esclavo. Sólo aguantó dos meses y cuando le liquidaron el sueldo hubo un descuento injusto y se fue.
De inmediato se relacionó con Francisco Mastandrea, uno de los creadores del radioteatro, conductor de elencos que representaban obras de tono gauchesco. En ese momento, este señor tenía en Radio Belgrano el programa "Una hora en la pampa", que se hacía sin libreto. Cada artista improvisaba lo suyo. Mastandrea solicitó para ella 250 pesos mensuales. Cuando el director Jaime Yankelevich se enteró, preguntó irónicamente si se trataba de una estrella del Teatro Colón. Acto seguido le ofreció 150 pesos. «A él nunca le gusté -dijo Dorita- pero al público sí. Y cuando además se enteró que otras radios me buscaban, callado la boca me aumentó a 250 y nunca más me descontó un peso.»
Era tímida y siempre trató de evitar presentarse ante un público numeroso. Prefería estar sola. Así como Rosita Quiroga fundamentó su carrera en el disco, lo de Dorita fue la radio. También las emisoras Prieto y El Mundo contaron con su presencia y Radio Belgrano contó con sus servicios durante doce años. No era amiga de realizar giras, sólo hizo unas pocas por el interior del país.
La compañía teatral Vitone-Pomar-María Esther Podestá la citó para integrar el elenco en una obra y, para no rechazar de plano la oferta, pidió la enormidad de 1500 pesos mensuales. Y la aceptaron igual. Claro, había una trampa, pasados exactamente dieciocho días de actuación renunció por falta de pago.
Raúl Rosales -aquel que la contrató por primera vez en 1929- fue quien le encontró su nombre artístico. Luego las revistas la bautizaron como "La muñequita que canta" o la más difundida "La calandria criolla". Y estaba bien. Discepolín dijo de ella: “Tiene voz de pájaro, de pájaro alegre, sin dejos arrabaleros ni pujos dramáticos”.
Tuvo su incursión en el Teatro Maipo junto a Gloria Guzmán. En el cine apareció como ella misma, en 1933, en el film "ídolos de la radio" y, en 1936, en "Alma del bandoneón". Compuso algunos temas: "Primer beso", "Rayito de sol", "Llevame en us alas".
La revista Sintonía de Emlio Kartulovic, -también propietario de Radio La Voz del Aire y corredor de autos- inauguró en 1933 concursos entre los lectores para elegir a Miss Radio. Ese año salió tercera detrás de Libertad Lamarque y Amanda Ledesma.
Se definió a sí misma como una verdadera burguesa, que rechazaba por fatigosas, las giras, el cine y el teatro.
Cuando se realiza la primera prueba de televisión con los equipos adquiridos por Yankelevich, aparecieron en la pantalla Eva Perón, Iris Marga y ella. Dicen que su última presentación radial fue un reportaje realizado en 1946 por Juan José de Soiza Reilly, escritor y periodista.
Se fue alejando con la misma mesura con la que desarrolló su carrera. Su sonrisa permanente, su voz cantarina. Han quedado algunas grabaciones con la Orquesta Víctor Popular: "La carreta", "Mi refugio", "Amor y celo", "Rosa en pena", "La curiosa" y también con Adolfo Carabelli, "Justicia baturra", "Canción de amor" a dúo con Carlos Lafuente. Con la Orquesta Típica Víctor: "Celosa" y "Te quiero". Y con Roberto Firpo y a dúo con Príncipe Azul, "Titina" y "Pensando en ti".
Pero aquí no termina la historia, nuevamente el azar se cruza en su camino. Un cuarto de siglo más tarde, hay una coda en su trayectoria, un "revival".
La conductora de televisión Pinky tenía un extenso programa los sábados por la tarde, allá por el año 1972. Y en oportunidad de un espacio evocativo, en el que se recordaba a intérpretes de antaño, aparece ella, con sus 66 años y cantando maravillosamente (fui testigo de su actuación). El tema elegido, "Yo tan sólo veinte años tenía", la veterana cantante llama la atención del público presente que aplaude largo rato.
Después hubo otras presentaciones, pero Dorita rechaza diversos ofrecimientos para retornar. Finalmente Pinky la convence para grabar un disco larga duración que contiene doce temas, cuatro de ellos acompañada por la orquesta de Osvaldo Requena: "Barrio reo", "Vida mía", "Quiero verte una vez más" y "Pregonera". El resto con guitarras, "Tu olvido", "Lo han visto con otra", "Yo tan sólo veinte años tenía", "Milonga del aguatero", "Tu vieja ventana", "Muchacho", "Bien criolla y bien porteña" y "Puentecito de mi río".
La graciosa calandria vio acallado su canto seis años más tarde, con la serena felicidad de su efímero retorno, pero su voz perdura entre nosotros que la seguimos admirando por su alegría y su talento”.
DORITA HIZO ESTREMECER AL CRYSTAL
Todas las grandes figuras del tango tocaron en Junín, desde Carlos Gardel a Ariel Ardit, pasando por las orquestas típicas más renombradas. Dora Davis no podía estar ausente en este muestrario de ilustres presentaciones.
La cancionista se presentó el 27 de febrero de 1932 en la sala del Crystal Palace, acompañada por tres guitarristas: Vila, Ciaccio y Cortés. Lo hizo en el mismo lugar un año y medio antes que el Zorzal Criollo, que deslumbró el 3 de agosto de 1933.
Fue un año fructífero para la sala de la avenida Roque Sáenz Peña, con las presencias de Ignacio Corsini y las guitarras de Pagés, Pesoa y Maciel, además de los bailes de carnaval animados por la orquesta del violinista Benjamín Hoffman.