jueves 22 de mayo de 2025

CULTURA | 17 feb. 2022

creador virtuoso de una escuela

Pedro Laurenz: un bandoneón “determinante”

“Mi viejo puso un pilar en el tango. Fue creador de estilos y técnicas, un hombre demasiado modesto que siempre daba. Se enojaría mucho si me escuchara decir todo esto porque se sentía incómodo con los elogios. Creo que nunca supo quién era” (María Cristina Laurenz, su hija, actriz y cancionista).


Por: Ismael A. Canaparo

El recuerdo permanente de Pedro Laurenz (10 de octubre de 1902 – 7 de julio de 1972), nos lleva a revalorizar su coautoría con músicos y letristas. Por ejemplo, “Orgullo criollo” y “Mala Junta”, con Julio De Caro; “Amurado”, con Pedro Maffia; “Mal de amores”, “La revancha”, “Berretín”, “De puro guapo”, “Milonga de mis amores” y “Como dos extraños”.

Pedro Blanco Acosta, su verdadero nombre, fue un excelente bandoneonista, compositor y director, creador virtuoso de una escuela. A diferencia de la modalidad dulce, apagada y, por así decir, musicalmente introvertida de Pedro Maffia, la suya se perfiló desde el comienzo como una forma de ejecución vibrante, de enorme tensión emocional. La brillantez del sonido, la fuerza de ataque, fueron otros dos rasgos de primer orden en su ejecución.

Entre sus numerosas incursiones en el tango, integró el célebre sexteto de Julio de Caro y la primera formación del Quinteto Real (Laurenz-Salgán-De Lío-Francini-Ferro), formado en 1959. En la década de oro del tango dirigió una conocida orquesta que actuó entre 1934 y 1953, en la que se destacó el cantante Alberto Podestá.

“Perduran como ejemplo, sus solos fraseados y magníficamente dibujados en “Qué noche”, “Sollozos”, “Semametón”, “Vayan saliendo”, “Chinche bonete”, “Maula” (con el sexteto de Julio De Caro), “La beba” y “Milonga de mis amores” (con su propia orquesta), “De puro guapo” (con el Quinteto Real); sus "a solo" en “Gaucha”, “Boedo”, “Flores negras” y “De antaño” (con el sexteto de Julio De Caro) y sus variaciones corridas o rascadas en “Parlamento”, “Farolito de mi barrio”, “Risa loca” (con el sexteto de Julio De Caro), “Orgullo criollo” y “Poca suerte” (con su propia orquesta), realizaciones suyas que han quedado como verdaderas pruebas de la imaginación musical y de la maestría interpretativa, que fueron pilares de la corriente que él promovió en el bandoneón y en la cual se nutrieron de algún modo, dos de los mayores valores que lo sucedieron en el tiempo: Aníbal Troilo y Osvaldo Ruggiero.

De esas mismas facultades surgió su obra de compositor, que proyectaron idéntica jerarquía y originalidad de concepción en todas las variedades formales y temperamentales del género: “La revancha”, “Sin tacha”, “Mal de amores”, “De antaño”, “Mala junta”, “Esquinero”, “Orgullo criollo”. Entre los tangos de corte milonga para orquesta: “Risa loca”, “Berretín”, “Gaucha”. “Tuve un sueño”, “Coqueta”, entre los tangos de línea romántica y gran vuelo melódico; “Como dos extraños”, “Vieja amiga”, “24 de agosto”, entre los cantables de refinado lirismo. En conjunto esta obra, cuya calidad de invención y cuya variedad de ideas lo ubica en primerísima línea de compositores sin distinción de épocas o de estilos, debe estimarse además como precursora de las avanzadas tendencias posteriores a 1940”, dice la página Cancioneros.

Julio Nudler, el gran periodista que tuvo Página/12 en los primeros años del diario fundado por Jorge Lanata, escribió esta semblanza referida a Laurenz: “Fue una figura trascendental del tango, fundamentalmente como bandoneonista y compositor. Relativamente menor, pero en ningún caso desdeñable, fue su gravitación como director de orquesta. Fue un bandoneonista de gran técnica, con parejo e independiente empleo de ambas manos (agudos y graves), sonido brillante, toque enérgico y vehemente fraseo. Es el fundador de toda una escuela de la ejecución. Compuso tangos antológicos, y escribió magníficas variaciones para piezas como “Mala junta” y “Mal de amores”. Lo más rutilante de su trayectoria transcurrió entre mediados de los años 20 y de los 40.

Nacido en la Buenos Aires de comienzos de siglo, de vertiginoso crecimiento, vivió su infancia en el barrio de Villa Crespo, en el que convivían, en colorido contraste social, criollos compadritos y malevos con inmigrantes españoles, italianos, judíos, árabes y turcos, y donde surgieron célebres inquilinatos y conventillos, como el mítico de La Paloma.

Siendo niño aún estudió violín, pero ya con quince, radicado en Montevideo, se decidió por el bandoneón, a instancias de sus hermanos Félix y Eustaquio. Sus primeras actuaciones importantes las protagonizó con la hoy olvidada orquesta del pianista Luis Casanovas, donde de pie, a sus espaldas, tocaban dos violinistas que se harían célebres: Edgardo Donato (que compondría “A media luz”) y Roberto Zerrillo. También actuó con la orquesta del bandoneonista Eduardo Arolas —para algunos el mayor compositor que dio el tango— en el cabaret Moulin Rouge.

Laurenz regresó en 1920 a Buenos Aires, donde pasaría a formar parte de la orquesta del pianista Roberto Goyheneche (pianista, homónimo del cantor apodado El Polaco), con quien actuó en la inauguración de Radio Cultura en diciembre de 1922. Fue la oportunidad para dar a conocer su primer tango, “El rebelde”, luego olvidado.

Un paso trascendental en su carrera fue su ingreso en 1925 al sexteto del violinista Julio De Caro, que estaba revolucionando estilísticamente al tango. Al ocupar el sitio que dejó vacante Luis Petrucelli, Laurenz —conmovido y nervioso por el desafío— pasó a conformar la pareja de bandoneones con su ídolo, el adusto Pedro Maffia, de temperamento sereno, opuesto al suyo. Ese mismo año, el dúo Maffia-Laurenz —probablemente el más antológico en la historia del género— grabaría, independientemente del sexteto de De Caro, sus primeros dos discos en el sello Víctor, con los tangos “Julián”, “Buen amigo” y “Sonsa”, y el foxtrot “Titina [b]”. En 1926, Maffia abandonó el conjunto en medio de desavenencias, con lo que Laurenz tomó su puesto de primer bandoneón. A su lado, como segundo, se ubicó el cieguito Armando Blasco, tan miope como prodigioso ejecutante.

Tras aquella descollante etapa con De Caro, que quedó ampliamente documentada en el disco, Laurenz formó su propia orquesta en 1934, como intuyendo que el tango instrumental necesitaba un nuevo estilo. Llevó consigo a Blasco y confió inicialmente el piano al hoy venerado Osvaldo Pugliese, también decareano y renovador. En 1937 comenzó a grabar para Víctor, y su versión de “Arrabal”, del pianista José Pascual, es considerada por algunos estudiosos como la bisagra de la naciente época de oro del tango, que alcanzaría su apogeo en los años 40.

Permaneció en el sello Víctor hasta 1943, grabando 15 discos de 78 revoluciones. Otros tantos registró para Odeon entre 1943 y 1947. Posteriormente grabaría en los sellos Pampa y Microfón. Aunque contó con cantores de calidad, como Juan Carlos Casas, Carlos Bermúdez o Jorge Linares, ninguno —a excepción de Alberto Podestá— fue de gran popularidad, lo que restringió el suceso de la orquesta.

Laurenz formó parte a partir de 1960 del célebre Quinteto Real, integrado por grandes solistas, como Horacio Salgán (piano), Enrique Francini (violín), Ubaldo De Lío (guitarra) y Rafael Ferro (contrabajo). Grabaron para los sellos Philips y Columbia, intentando inyectarle nueva vida al tango con una audaz renovación rítmica. El Quinteto Real existe en la actualidad, pero de su estelar formación original sólo quedan Salgán y De Lío.

Como compositor —uno de los sobresalientes en la historia del género—, su obra surgió entrelazada con la de Pedro Maffia y la de los hermanos Julio y Francisco De Caro, pero se remontó luego con vuelo propio. Entre sus mejores composiciones, convertidas en clásicos, pueden citarse los tangos “Mala junta” y “Orgullo criollo” (ambos en colaboración con Julio De Caro); “Amurado” (con Maffia); “Risa loca”, “Berretín”, “Milonga de mis amores”, “La revancha”, “Mal de amores” y “Esquinero”. Compuso también la música de excelentes tangos con letra, como “De puro guapo [b]”, “Como dos extraños”, “Es mejor perdonar” y “Vieja amiga”.


EL GRAN MAESTRO TOCÓ EN EL CLUB MORENO


La orquesta de Pedro Laurenz se presentó en octubre de 1945 en el salón del Club Mariano Moreno, con sus cantores Jorge Linares y Carlos Bermúdez. En su actuación, el gran maestro ejecutó la mayoría de las páginas insertas en lo que fue el último disco grabado hasta ese momento: “Milonga de mis amores”. Por ejemplo, los instrumentales “Arrabal” y “Orgullo criollo”; “Naranjo en flor” y “Mendocina”, en la voz de Linares; “Me están sobrando las penas”, “Temblando” y “Llueve otra vez”, con estribillos de Bermúdez.

La agrupación llegó A Junín con estos músicos: Laurenz, Ricardo Pedevilla, Armando Brunini y Benito Calvá (bandoneones), Mauricio Mise, Milo Dojman y Francisco Orefice (violines), Carlos Parodi (piano), Alberto Celenza (contrabajo) y Bermúdez y Linares (vocalistas) además de Mario Soto (presentador) y Cayetano Cámara (arreglador).

Ese año, los amantes juninenses del dos por cuatro pudieron gozar de las siguientes presencias: Juan Cambareri con su cantor Ovidio Juárez (Club Sarmiento), Ernesto de la Cruz con la cancionista Alba Sabino (Club Moreno), Franchini y Pontier, con Alberto Podestá (Parque Recreativo) y Roberto Rufino (Club Sarmiento).

 

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias