

Por: Ismael A. Canaparo
“Pibe, ¿vos sos wing izquierdo? Mirá que aquí vas a picar recién cuando se muera el ‘Coco’ Pelli, ¿eh?”, le dijo sin pelos en la lengua Mario Canavesio, el delegado de Sarmiento en la AFA, apenas lo recibió en su departamento capitalino para ficharlo con doble afiliación. “¿Y qué quiere, que juegue a la derecha, si la única pierna que manejo es la zurda?”, le contestó, con una pregunta, el chiquilín de 17 años, con la seguridad de aquellos que se tienen confianza, pese a lo que digan los demás.
Rubén Oscar Torres llegó en 1956 a Sarmiento, desde su Agustín Roca natal, recomendado por el “Ñato” Noel Madama, que desde dos años antes la “rompía” en el verde, con la casaca número 7, 9, 10 u 11. Fue el primer “puntero-ventilador” del fútbol juninense, hoy llamado “carrilero”. Le regalaba grandes bocanadas de aire fresco a sus compañeros, porque las exquisitas condiciones que reunía se adaptaban más a las características de un volante que a las de un delantero. Era fundamental para recuperar la pelota y continuamente se transformaba en inevitable “rueda de auxilio” para sus compañeros menos dotados. Por otro lado, sus condiciones técnicas contribuían a que le diera al balón un destino exacto, preciso, certero. Y como si todo eso fuese poco, llegaba al gol.
UN ADELANTADO
El zurdo Torres, mucho antes de que la función de “wing-ventilador” la popularizara Alberto Mario González, a través de sus actuaciones en Atlanta, Boca y Banfield, hacía lo mismo en Sarmiento, con una ductilidad enorme y un talento excepcional. En ese sentido, el roquense fue un pionero. “El Chino Cárdenas, que era el técnico de la amateur en esa época, fue el primero que me puso sobre la raya ‘volanteando’, en lugar de ‘Meco’ Izzi, ya en proceso de retirarse del fútbol. Yo quería jugar bien arriba, estar cerca del arco contrario. Pero Obdulio, muy ‘bicho’ para ver el fútbol, decía que con Barrionuevo, Leruzzi, Mantino y los mellizos Azconzábal ya tenía goles de sobra y no era necesario meter un delantero más”, recuerda Torres, al repasar sus inicios, subrayando con amargura que “su gran sueño fue jugar en la B junto a Madama, pero eso no se dio nunca, lamentablemente”. En tren de sacar conclusiones sobre sus primeros compañeros, no quiso pasar por alto a Héctor Leruzzi: “Venía de jugar en la reserva de Huracán, incluso con varios partidos en primera; ese fue el jugador que la dejaba chiquita, te soy sincero. Era muy hábil. En una baldosa te dejaba tres o cuatro tipos en el camino. Además, tenía polenta porque era macizo. Tenía una gran delicadeza para tratar la pelota. Un desgraciado accidente nos privó de seguir gozando de su talento”, se entristece.
LA DOBLE AFILIACIÓN
“Con la doble afiliación, los jugadores de Junín tenían la posibilidad de ir a la B si es que andaban bien. Pero era muy difícil, porque siempre se privilegiaba a los de afuera, tal como ha sucedido tradicionalmente en el club. Los contratos te lo hacían firmar por dos pesos y cada uno tenía que tener un ‘padrino’ que te bancara. Por eso Taqueta, que era el mejor, siempre andaba en conflictos, porque él reclamaba lo que creía que valía. Mi ‘padrino’, por llamarlo de alguna manera, era el odontólogo Osvaldo Petraglia y también Pascual Di Prinzio, que me tiraban algún pesito o me compraban todo lo que necesitaba. Si bien los muchachos que venían de Buenos Aires eran mejor atendidos, había muchos dirigentes, como el ‘Chelo’ Fernández y el ‘Negro’ Wanza y los que te nombré, que luchaban a brazo partido por los jugadores de aquí”, subraya con nostalgia Rubén Torres.
LOS ENTRENAMIENTOS
Con respecto a las tareas semanales, Torres apuntó: “Yo me río cuando muchos periodistas jóvenes sostienen que ‘antes no se trabajaba como ahora’, que las prácticas se ‘hacían dos veces a la semana’. Están equivocados de medio a medio. No era así. Habrán cambiado los métodos, habrán cambiado las técnicas, pero nosotros entrenábamos todos los días, a veces en doble turno. Recuerdo que el “Negro” Martín Domínguez siempre me aconsejaba al respecto: “pibe, en la semana tenés que meter y meter, darle con todo, no hay que regalar nada, porque los que vienen atrás, si pueden pisarte la cabeza, lo harán”. Al tener “doble afiliación”, nos exigían mucho, no te creas que era un “viva a la pepa”, como muchos suponen, con total ligereza. Los que no jugaban el sábado, el domingo tenían que trabajar a todo pulmón. Los jugadores de Buenos Aires tenían otras franquicias”: llegaban el miércoles, practicaba ese día, el jueves y viernes y el sábado, después del partido, se tomaban el buque; todos unos reyes, los “guachos” (risas).
LOS MEJORES
“Tuve la suerte de jugar en tres etapas, empezando con los más viejos, con los de mi edad y con aquellos que venían pidiendo paso a gritos. Por ejemplo, en los comienzos, tuve la fortuna de codearme con “Fito” Inglese, “Chiche” y “Chulín” Tablada, “Tata” Gnazzo y los grandes monstruos del fútbol local, muy rico en materia prima. Después lo hice con Ramón Alvarez, un crack como pocos; el “gringo” De Carlo; los mellizos Azconzábal, que eran fuertes y había que aguantarlos; Taqueta, que soportaba sin chistar todos los guadañazos que le tiraban, pero era vivo y siempre tenía la piernita arriba y los codos preparados; el “Ratón” Cadile; Alberto Comiso; “Taliche” Lombardi. Y sobre el final de mi carrera, jugué con Bissón, Medina, Spadaro, Hoster, Yankevich y Suárez, entre otros”, destacó el zurdo.
LOS TÉCNICOS
“Trabajé con varios técnicos importantes. En el amateur, yo me sentía cómodo con el “Chino” Obdulio Cárdenas, que era el encargado de preparar a los chicos para que dieran el salto a la “B”. Era un pícaro de novela el “Negro”. Ya en esa época estudiaba a los rivales y sabía por donde “entrarle” a esos grandes equipazos de Rivadavia, Ambos Mundos, Moreno, Newbery, River. Nos marcaba las “facilidades” que podríamos encontrar en determinados jugadores adversarios. Los entrenadores de ahora se creen que descubrieron la pólvora mirando videos todo el tiempo, sin darse cuenta que los de antes no eran “giles” o descuidados en ese aspecto, como se los quiere hacer aparecer a la distancia. En verdad, Sarmiento amateur era un “avión”, ya que entrenábamos junto a los profesionales. Nos hemos aburrido de ganar campeonatos, que ni siquiera festejábamos, dicho sin ninguna alharaca”, deslizó el dueño de la raya izquierda.
CERCA DE VÉLEZ
Al analizar las posibilidades que se le dieron de cambiar de aires, Torres recuerda un hecho que “me hubiera salvado”, reflexionó: “Estaba cansado de no tener oportunidades de jugar continuamente en el equipo de la “B”, quería irme, quería hacer una diferencia económica. Después que dejó el “Coco” Pelli, vino el “Loco” Ulrich, ¿te imaginás? Siempre en la “lista de espera” (risas). Si eras de Junín, tenías que esperar. No había otra. Antes no existían suplentes, ni nada. Viajábamos igual con la delegación, porque a veces hacíamos de preliminar con la reserva. No era lo mismo, por supuesto. Sin embargo, un día se presentó la gran oportunidad. Agustín Cosso, que estaba como DT, me dijo: “Zurdo, te arreglé todo para que vayas a Vélez, sin ninguna prueba; solamente tenés que llevar el pase”. Creí tocar el cielo con las manos. Pero el doctor (Gorgonio) de Miguel no me lo quiso dar: “No, pibe, aquí en Sarmiento te necesitamos, ya va a llegar tu oportunidad, sos muy joven todavía...”. Después, con el tiempo, me fui a Moreno, que fue en el club donde más plata gané, además de varios campeonatos”.
EL RECUERDO DE COLÓN
Con respecto a las anécdotas, Torres puntualiza dos de ellas, en partidos oficiales: “En mayo del ´64, Colón venía de ganarle al Santos de Pelé, que era un equipo imbatible, tanto en la Argentina como en todo el mundo. La prensa del país elogió esa actuación memorable de los “sabaleros”. Al sábado siguiente nos tocó visitarlos en Santa Fe, a cancha llena. Sarmiento hizo un partidazo y le empató 2 a 2. Tuve la fortuna de jugar muy bien, al igual que la “China” Ayala, el gallego Pérez y el “Negro” Spadaro. ¿Mi mejor gol? Se lo hice a Talleres, en el estadio de El Porvenir, en octubre de ese mismo año, con la actuación de Gottardi, Andrade, Altolaguirre, Medina, Villafañe, Carnelli, Cadile y Bissón, entre otros muchachos”.
NADIE QUERÍA MARCARLO
Torres siente una admiración especial por Horacio Barrionuevo y así lo cuenta: “En las prácticas, “Taqueta” siempre jugaba con los suplentes. El “Gallego” Hebert Pérez se reía, pero no quería enfrentarlo, ni siquiera en los entrenamientos. Le amagaba para aquí, le amagaba para allá y se le iba por el medio, a pura gambeta. Fijate que te estoy hablando de uno de los Nº 2 más grandes de la historia del fútbol argentino, algo que demostró cuando estuvo en Huracán. Una vez lo desairó a Cambareri con un sombrero y Pedrito lo corrió por toda la cancha para “matarlo”. Sin embargo, Barrionuevo nunca pudo con el “Chino” Pérez, aquel gran zaguero de Ambos Mundos. Le miraba la pelota y no pasaba ni loco. Fue el que mejor lo marcó.
PASO POR PASO
Durante la entrevista, Rubén Torres pidió encarecidamente remarcar nombres de compañeros y equipos que siempre le trajeron grandes recuerdos. “Me inicié en Origone, jugando primero en quinta y cuarta “B”, con el “Yoyo” Sanguinetti (era todo un crack), Batoni, Mangocho Franco, Walter León, Luis María Picchi, el gallego Sánchez, Delmar Corbanini, Neldo Acerbo, Tito Colonel, Horacio Vivir, Cacho Gómez, Mingo Chioconi (manejaba el camión con el que veníamos a Junín) y las enseñanzas de Pepe Pomés y Torofo Acerbo, dos grandes. Después jugué en Agustina, en Las Mercedes, en Arizona y en La Aurora, hasta que me compró Sarmiento. Debuté contra Ambos Mundos, en 1956, y ese año salimos campeones, con Cárdenas como DT. Integré la selección de Junín, con Jorge Julio como entrenador. Después de varios años con el verde, en 1965 pasé a Moreno, donde logramos el título del nocturno, junto a dos personas muy adelantadas, como Roberto Fij y “Tata” Gnazzo. Más tarde fui a Defensa y luego tuve la fortuna de lograr otro título, ahora con Colonial de Ferré”.