martes 17 de junio de 2025

NACIONALES | 6 ene. 2018

REALIDAD PARALELA

El mundo secreto de los bots y los trolls

Todos hablan de ellos, sí, pero muy pocos saben qué son y cómo se relacionan. Hay especialistas que manejan “granjas” de cuentas automatizadas. Cómo funciona esta “realidad paralela”.


Cuando el presidente de la Nación, Mauricio Macri, presentó su nueva plataforma de Gobierno el 30 de octubre último, más de 15 mil cuentas participaron de la conversación en Twitter. En total generaron más de 90 mil mensajes y 10 mil retuits. Pero al menos el 3% de esas cuentas -casi 600 supuestas “personas”- se comportó como un “bot” haciendo casi el 10% de los tuits totales. Y esos números están lejos de ser una excepción. Si revisamos la red durante el anuncio de la recuperación de la #Nieta127 los porcentajes de cuentas con características automatizadas son similares: 4,5%.

En el debate porteño, que organizó el canal TN el 11 de octubre último, también quedó claro, cómo se ve en las menciones de “Carrió”, que existen dos polos en la red de Twitter Argentina: uno filomacrista y otro filokirchnerista que concentran gran parte de los mensajes. Ambos tienen cuentas con mensajes extremistas que ayudan aún más a la polarización. El odio se tornó el combustible de esta red.

Bots, trolls, fakes, influencers y “call center”. Todos estos términos que los políticos y los usuarios se tiran por la cabeza parecen intercambiables en el debate, pero no lo son. Son bien diferentes. Desde la campaña que llevó al ex presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, a la Casa Blanca en 2008 las redes sociales forman parte de la estrategia que lleva a un candidato a ganar elecciones. Estos diez años también vieron nacer, o reverdecer, estos conceptos.

¿Cómo? Instagram y Facebook son hoy los mejores canales por cantidad de usuarios, mientras que Twitter parece ceder terreno. Pero eso no quita que, a la hora de facturar, sea posible comprar 1000 cuentas piratas en la red del pajarito por apenas 3 dólares. ¿O habría que cotizar en rublos? ¿Cuánto vale e importa ser “tendencia” en una red social por unas horas? ¿Importa realmente, si ser “tendencia” se basa en un castillo de naipes construidos por “bots”?

Antes de avanzar aclaremos el diccionario. Como veremos más adelante muchas veces estos términos no son excluyentes. Por ejemplo, un troll puede ser una persona o un bot y una cuenta puede ser creada por un humano, pero luego tener la mitad de su contenido creado por un bot. Pero de qué hablamos cuando hablamos de cada uno de estos conceptos:

¿QUÉ ES UN BOT? Una cuenta en una red social (en general, Twitter) cuya generación de contenido es automatizada. Cuando actúan en conjunto se le suele decir granja de bots. Rara vez son influyentes, pero sí ayudan a generar trending topics -los temas que Twitter considera “calientes” en cierto momento y destaca en su plataforma- o generan “ruido” acerca de un tema.

¿QUÉ ES UN TROLL? Alguien enfocado en acosar, criticar o antagonizar de manera provocadora y despectiva. La palabra originalmente refiere a desagradables personajes folclóricos que viven en las cavernas escandinavas. El paralelismo con el troll online se da por su supuesta antisociabilidad. Los mensajes negativos son los que más reacciones generan en Twitter (aunque estos perfiles son claves también en foros y comentarios de medios online), por este motivo los trolls sí logran el cometido de influir, pero como veremos más adelante lo hacen entre los “convencidos”. Por la forma en la que agreden es difícil encontrar, por ahora, bots que sean trolls efectivos. Según un paper canadiense de 2014 que analiza el sadismo online, el 5,6% de los usuarios reconocía disfrutar “trollear”.

¿QUÉ ES UN FAKE? Son cuentas que se hacen pasar por otra persona, en general alguien reconocido con el fin de generarle seguidores que creen estar siguiendo a la persona real. Esto se hace por entretenimiento, para molestar o para luego poder vender la cuenta a un tercero que le cambia el nombre y se queda con miles de seguidores. Hay especialistas que consideran “fake” también a las cuentas anónimas.

¿QUÉ SON LOS INFLUENCERS (PAGOS O NO)? Estas cuentas generan un impacto mucho mayor que las normales, son multiplicadores que ganaron relevancia llevando su prestigio del mundo offline (tv, radio, diarios, deporte, arte, etcétera) al online o directamente se trata de nuevos referentes nacidos en el ya no tan nuevo mundo online (youtubers, bloggers, tuiteros, entre otros). Muchas, sin aclararlo, publicitan a cambio de dinero productos de consumo masivo y, a veces, hacen lo propio con políticos.

Uno de los problemas a la hora de poner la lupa sobre esto es la informalidad en la que se maneja y lo poco tajante que son las definiciones. Para esta investigación,  todos los consultados se ampararon en el off the record y dejaron claro que su servicio, que puede cobrarse varios cientos de miles de pesos, no suele dejar huella fiscal. Suele ser facturado como “servicios de comunicación” o algo similar. Nadie quiere dejar por escrito que contrató a una empresa para criticar a su oponente o, simplemente, generar un trending topic que lo posicione como alguien con más poder del que tiene.

Otra capa de complejidad se agrega a las ya nombradas: una persona real puede por momentos comportarse como un troll (criticando con saña a otra persona) aunque unos minutos antes haya compartido una amable foto suya con su mascota. A su vez, esta persona puede tener un bot conectado a su cuenta. Hay muchas opciones gratuitas o económicas para publicar cierto contenido, como el tiempo o los títulos de algún medio o blog.

Tras hacer el análisis previo sobre una cuenta, quizás se logra saber cómo veremos más adelante si es una cuenta automatizada o una persona real, pero comprobar si lo hace porque tiene “puesta la camiseta” de determinado partido o idea o porque recibe dinero es muy difícil. Hay casos en ambos polos y este medio también supo de varios casos en los que se atacaba en una interna a miembros del mismo partido.

Como se verá más adelante hay dudas sobre la eficiencia de estas campañas fuera del relativamente pequeño círculo que “vive” en Twitter, pero esos cientos de miles de pesos son cambio chico en campañas donde un cartel en una autopista cuesta mucho más. El costo de hacerlo parece menor y, como dice el viejo adagio publicitario, “tiro a la basura la mitad del dinero que invierto en publicidad, el problema es que no sé qué mitad”.

Si bien algunas de las consultoras en la Argentina generan estos servicios son Illuminati, Nicestream y Publiquest, en sus sitios se ve poco sobre el tema. Lo más cercano al trabajo de granja de bots que muestran es lo que se llama social seeding, algo así como siembra social, que significa ni más ni menos que “plantar” el contenido del cliente en la conversación orgánica que sucede en las redes. Este contenido “plantado” en línea de acuerdo con lo que quiere el cliente -político o corporativo- puede ser automatizado (bots) o hecho manualmente, vía influencers o staff de la agencia.

TIEMPOS DE CAMBIO

Se suele decir que la regulación llega siempre tarde frente a la tecnología. Algo parecido pasa con la discusión pública sobre bots y trolls que en los últimos meses llegó hasta el Congreso con el diputado Felipe Solá (Frente Renovador) y el jefe de Gabinete de Ministros, Marcos Peña. Allí, en mayo último, luego de que Peña dijera que Sergio Massa, actual líder político del ex gobernador de la Provincia, era “tribunero” Solá contestó: “Enfrentar la tribuna y ser tribunero es capacidad para defenderse, para convencer, y valentía para dar la cara. A nosotros no nos dan la cara. Usted nos da la cara acá y después nos insulta, pero todos los días en las redes están los trolls. Todos los días. Si Sergio Massa es tribunero, usted es trollero. Pero usted no pone la cara, la ponen los pibes a los que les pagan migajas”. Esta idea de generar agenda a través de Twitter, sin embargo parece estar pasando de moda, coinciden todos los entrevistados.

Desde el Gobierno nacional, quien habló fue Guillermo Riera, subsecretario de Vínculo Ciudadano de la Jefatura de Gabinete hasta abril último (desde la Casa Rosada se pasó su contacto para hablar como voz autorizada de este tema). Riera negó en forma categórica la idea de que Jefatura cuenta con un call center de trolls y bots. “No sólo es mentira, sino que me molesta mucho que lo digan consultores en medios digitales que saben que para hacer lo que ellos dicen que hacemos se necesitan dos personas y una computadora, no un call center. Bots, trolls y más existen de todos los partidos políticos, pero son personas que lo hacen por su cuenta porque no tiene sentido invertir recursos en eso, es gritar que tenés razón”, explicó.

Ante la pregunta sobre la escala del staff de redes sociales del Gobierno y el tamaño en relación al gobierno anterior, Riera fue tajante luego de aclarar que en la Casa Rosada trabajan aproximadamente 40 personas en Comunicación vía redes sociales: “No tengo ninguna duda de que nuestra escala es más grande. El gobierno anterior se despidió en 2015 hablando de Clarín, un diario que tira unos cientos de miles de ejemplares. Nosotros sabemos, y desde hace al menos cuatro años hacemos campaña así, que no sirve ese discurso y esa vía de comunicación no es tan clave como parece”.

Pese a las idas y vueltas entre políticos de distintos partidos sobre el tema, no hay denuncias específicas sobre bots en la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia (UFECI). “No estamos siguiendo causas relacionadas con bots. Lo que tenemos son denuncias de agresiones (amenazas, hostigamiento) a políticos a través de Internet, basadas por lo general en sus publicaciones en redes sociales; también tenemos casos de amenazas y hostigamiento a periodistas por lo mismo”, aseguró Horacio Azzolin, titular de la UFECI.

Este tipo de acciones no está regulada por una normativa específica de Internet sino que se aplica el Código Penal, que regula por ejemplo las amenazas. “Amenazar personalmente o por Internet es lo mismo en el sentido en que es delito. Si la amenaza es anónima, la pena se agrava. Si la amenaza exige determinada prestación, la pena también se agrava”, precisó Azzolin.

Pero, ¿por qué esta estrategia de comunicación poco transparente está pasando de moda entre los asesores de políticos? Todos los entrevistados coincidieron en que Twitter no es el mascarón de proa de una campaña digital política como lo era en 2011 y todavía para algunos en 2015. Facebook e Instagram, con varios millones de usuarios más que la red de los 280 caracteres en la Argentina, hoy marcan la agenda de qué hacer y qué no hacer. Entonces no por limitaciones éticas sino por simples limitaciones técnicas que hacen mucho más complicado generar ejércitos de bots en Facebook, el contenido automatizado deja de marcar agenda.

“Los bots empezaron por un malentendido -explica Calvo-. La fantasía original de los partidos era que un número de seguidores se relacionaba con un número de votantes entonces invertían pensando en que un número grande se veía bien. Al poco tiempo, se dieron cuenta de que eso no funcionaba. ¿Es un engaño a los votantes? Sí”.

Eso no significa que vayan a desaparecer, pero su impacto fuera de Twitter es mucho menor que al de hace unos años. César Gazzo, ex asesor de Daniel Scioli en 2015 y consultor digital, lo dejó claro: “Este año fue muy raro ver publicidad de políticos en Twitter más allá del trending topic de cierre de campaña de Cambiemos. En 2015 era mucho más usual cruzarse con ese contenido pago”.

Lo que creen Calvo y Aruguete, quienes estudian juntos este tipo de fenómenos, es que de los bots simples se pasó a un sistema más sofisticado donde se le baja línea a influenciadores, pagos o no, para que actúen. Estos dejan una huella digital más concreta, con más impacto, pero que hace aún más difícil de detectar si se trata de algo armado o no.

En cuanto al criticado supuesto call center que tiene el gobierno actual, Mitchelstein cree que en realidad no son bots, sino el “staff que trabaja el discurso oficial en redes”. En este sentido, señaló: “Todo gobierno tiene eso. Pasaba con Cristina Fernández de Kirchner y la oposición en ese momento decía que todos eran empleados públicos usados para comunicar a favor de ella. Ahora dicen que es un call center. Eso habla de nuestra falta de confianza en la política”.

Hasta Gazzo, en la vereda opuesta de Cambiemos, dijo que no se imagina un call center dedicado a criticar a terceros. Cree que eso sí se hace, pero no desde una fila de escritorios en el corazón de la Casa Rosada como se imaginan muchos sino que forma parte de una estrategia distribuida. Esto incluiría, por ejemplo, mails, DMs o mensaje de WhatsApp que se activan en casos de no agresión como cuando en 2015 miles de cuentas alineadas con Cambiemos tuitearon #YoLoVoto. Si por un sistema similar surgen agresiones no se puede descartar. Gazzo cree que sí, pero lo difícil es probarlo. Consultado sobre qué le diría hoy a un político que quiere bots, el ex asesor de Scioli fue tajante: “Le diría que ni loco lo haga, que gaste esa plata en publicidad localizada en Facebook o Instagram donde puede llegar a un público mucho más específico y medible”.

En una charla en 2016, organizada por MESO, Gazzo contó lo bien que les hubiese venido en la campaña presidencial tener un retuit de la influencer número uno del peronismo: Fernández de Kirchner. Según él, el ex motonauta terminó la carrera al sillón de Rivadavia sin un solo RT de su supuesta líder política. A veces las redes son más transparentes que los actos políticos con sonrisas de ocasión. Más allá de lo simbólico, cualquier apoyo en redes sociales de ese tipo tiene mucho más impacto que una granja de bots.

Todo esto se da en un contexto técnico y político cambiante que hace que esta nota tenga un final abierto que seguramente habrá que revisar en el futuro. Darle un número exacto al movimiento que generan los bots en la Argentina, fuera de temáticas específicas como la que abre esta nota, es imposible teniendo en cuenta todos los grises del caso, pero, mientras Twitter siga teniendo problemas para generar mejores barreras para crear y administrar cuentas, conocer las herramientas que se utilizan y cómo se comportan éstas parece el mejor antídoto frente a estas plagas virtuales. Quizás así ayudemos a que se cumpla la primera ley de la robótica del escritor Isaac Asimov: “Un robot no hará daño a un ser humano”.

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