

Una cabeza prodigiosa, unas manos mágicas y una voluntad interminable para mejorar cada día, a pesar de no tener un físico privilegiado, hicieron de Alberto Pedro Cabrera un ícono de básquetbol bahiense y argentino, a punto de ser reconocido como el mejor deportista local del siglo pasado (en diciembre de 1999).
Hoy se cumplen 22 años de aquella madrugada del 12 de agosto cuando una leucemia fulminante apagó su vida a los 54 años de edad. Sin embargo, su legado será eterno, no solamente por su tremenda cosecha de logros, si no porque su magia con Estudiantes y con la selección en los míticos provinciales y nacionales, le dieron a la ciudad el mote de “Capital Nacional de Básquetbol”.
El histórico jugador de Estudiantes cosechó 5 torneos Oficiales y 12 Ciudad de Bahía Blanca. Estuvo 17 años en el seleccionado bahiense, en los que también se destacó el éxito obtenido en el Norberto Tomás, ante el Yugoslavia campeón del mundo. Sumó 12 títulos y cuatro subcampeonatos en 17 Provinciales. Estuvo en 285 cotejos (231 triunfos y 53 derrotas) y anotó 4.439 puntos (15,57 ppj.).
Debutó en la selección local a los 15 años, cuando fue incluido en el plantel de mayores y un año después, el 30 de noviembre de 1961, debutó en primera anotando 12 puntos.
El magnífico base de Estudiantes debutó en el seleccionado bahiense en Olavarría y en 1964 consiguió el primer título de la ciudad, disputando la final frente a Olimpo (donde jugó su gran adversario Atilio Lito Fruet), y también logró el campeonato provincial.
Luego vinieron los campeonatos argentinos, donde descolló y se consagró definitivamente tras conseguir 9 títulos (récord). Se recuerda aún aquel quinteto ganador que integró junto a Monachesi, Cortondo, De Lizaso y Fruet. Ya en 1965 obtuvo el primer puesto en San Juan.
Y de allí, satló al seleccionado: jugó el Mundial extra de 1966 en Chile y los Mundiales de 1967 y 1974. Aunque paseó su genialidad por muchos países y recibió ofertas hasta del Real Madrid de España, Beto siempre fue sinónimo de Bahía Blanca y prefirió quedarse en la ciudad.
En 1979, un nuevo llamado del entrenador nacional lo vistió nuevamente con la casaca del seleccionado. Ya se había retirado; y había tenido su despedida. Pero como la convocatoria era para el Sudamericano que se organizaría en Bahía Blanca, dio el sí rotundo. Poco después, el 21 de abril de ese año, una multitud lo paseaba en andas en el estadio Osvaldo Casanova y festejaba el título.
Fue el emblema de una época dorada, la imagen distintiva de una generación que sembró la pasión por este deporte. Combinó talento, sacrificio y disciplina. La madrugada del 12 de agosto de 2000, hace exactamente 15 años, se apagó su vida. Tenía 54 años. Su ausencia dejó un vacío irremplazable, aunque sigue representado en la figura de cada chico que tiene una pelota en las manos.