viernes 16 de mayo de 2025

CULTURA | 15 ago 2022

cantante brillante

Jorge Casal: el odioso olvido de un gran cantor

“En lo personal, Jorge ha sido y seguirá siendo el cantor de mi barrio, a quien conocí personalmente en la antigua sucursal del Banco Provincia” (Luis Alposta, médico, poeta y ensayista).


Jorge Casal (14 de enero de 1924 - 25 de junio de 1996) fue un cantante de tango brillante, con una larga trayectoria artística. Su nombre verdadero era Salvador Carmelo Pappalardo. Hijo de padre italianos, comenzó trabajando en una pequeña fábrica textil en Villa Piaggio (hoy Villa Lynch), en el partido de San Martín, a unas veinte cuadras de su casa.​ Se inició profesionalmente en el tango junto con su amigo, el cantor Roberto Florio (El Chocho).​

El propio Alposta, recuerda: “Setenta y dos años atrás, el 14 de enero de 1924, había entrado al mundo por la Siberia. No la de las frías estepas a la que le cantó Magaldi, sino por la Siberia arbolada y poblada de pájaros que forma parte del paisaje de Villa Urquiza. Un barrio al que Casal le fue siempre fiel y del que ha llegado a ser uno de sus hijos dilectos, tanto, que una de sus plazas lleva hoy su nombre. Un barrio en el que está toda su historia. Sus amigos de siempre. La casa de Nicolino y el almacén de Agapito donde ensayó sus primeros cantos. El colegio William Morris, que ya no está, y que fuera su escuela primaria. La barra amiga de Iberá y Ceretti. El cine-teatro “25 de Mayo”, donde en el año 36 pisó por primera vez un escenario cantando en una fiesta escolar la “Canción del canillita”. El café “La Esmeralda”, lugar de prolongadas tertulias. Y las calles… esas mismas calles de siempre por las que tanto le gustaba caminar”.

Dos años después de desvincularse de la orquesta de Aníbal Troilo, ya como solista, Jorge Casal cantó en Junín. Fue el 14 de setiembre de 1957, en el club Mariano Moreno, con la orquesta dirigida por Argentino Galván, ante un salón colmado.

Con la agrupación del Gordo estuvo un poco más de cinco años, exactamente desde el 2 de marzo de 1950 hasta el 30 de abril de 1955. Grabó un total de veinte temas. El primero de ellos, “Che, bandoneón”, de Aníbal Troilo y Homero Manzi. Luego, vinieron: “Mi vieja viola” (H. Correa-E. Frías), “El patio de la morocha” (M. Mores-C. Castillo),  “La violeta” (C. Castillo-N. Olivari), “Buenos Aires” (M. Jovés-M. Romero), “Amigazo” (Filiberto-Velich-Brancatti), “Uno” (M. Mores-Discépolo), “Flor campera” (J.P. López-J.M. Aguilar), “Ventanita de arrabal” (A. Scatasso-P. Contursi), “Barrio viejo” (E. Maciel-H. P. Blomberg), “De suburbio” (O. Sabino-V. Lamanna), “Araca corazón” (E. Delfino-A. Vacarezza), “La mentirosa” (A. Aieta-G. Giménez), “Vuelve la serenata” (A. Troilo- C.  Castillo), “Una canción” (A. Troilo- C. Castillo), “Patio mío” (A. Troilo-C. Castillo), “Milonga del mayoral” (A. Troilo-C. Castillo), “Carmín” (V. Buchino-M. Robles), “La cantina” (A. Troilo-C. Castillo) y “Los cosos de al lao” (J. Canet-M. Larrosa)

En la página todotango.com, el periodista e historiador Néstor Pinsón, escribió una hermosa semblanza sobre Jorge Casal: “Representante genuino de la escuela gardeliana, barítono atenorado poseía una voz potente pero al mismo tiempo dulce y cristalina. Como decimos los tangueros, la coloratura de su voz era rica en matices y su fraseo gardeliano nos recuerda por momentos a Raúl Berón en su dulzura y a Alberto Marino en su potencia.

Fue cantor de la orquesta de Florindo Sassone desde 1946 hasta 1950, año que ingresa a la de Aníbal Troilo en la que permanece hasta 1955, cuando hace su debut como cantor solista.

Las primeras grabaciones en tal carácter las hace con el conjunto de guitarras de Roberto Grela que estaba conformado por Héctor Ayala, Domingo Laine y Ernesto Báez en el guitarrón. Curiosamente en su primer disco (“Dicen que dicen” y “A mis manos”), no participa Roberto Grela.

El propio Casal nos cuenta de su vocación y como fueron sus comienzos. “¿Sabés que yo tenía antipatía por Gardel? Era joven, tenía once años y apenas si había oído hablar de él. En mi casa no había dinero para comprar una radio y mis preocupaciones eran otras, que pasaran rápido las horas de trabajo —había que trabajar a esa edad— y ponerme a jugar a la pelota en la calle con otros chicos”.

“De su muerte me enteré por el comentario de los vecinos y me indignó. Mi reflexión era: ¿por qué tanto escándalo con Gardel, si murieron también otros en el accidente?”

“Pasaron varios meses y aún tengo grabada la imagen. Jugaba a las bolitas en la vereda, cuando de pronto una radio aumenta su volumen. Escucho una voz, y es tan grande el impacto que me produce que dejo de jugar y me acerco a la ventana de la casa para oír mejor. Cuando termina el disco el locutor dice: “Han escuchado a Carlos Gardel en la jota “Los ojos de mi moza””. Recuerdo que murmuré: ¡ah, con razón!”.

Allí comprendió el muchachito Jorge Casal la importancia de Gardel. Y continúa diciendo, en este reportaje que le hice en su casa, hace ya algunos años:

“Estaba dentro mío la vocación de cantor, tenía buen gusto para elegir y días después, en el cine del barrio, fui a ver “El día que me quieras”. Quedé enloquecido para siempre.

“Mis viejos eran italianos y mi hermana mayor también. Mi llegada a la profesión me deparó algunas amarguras. Después de cantar en algunos festivales barriales me presenté en un concurso que organizaba Radio Splendid. Había una ronda previa para elegir quienes se iban a presentar para cantar.

“Elegí el tango de Rafael Rossi y José Rial, “Corazoncito (Ñafa)”. Hice la primera y segunda parte cuando, de pronto, sonó un timbre en la sala, luego se acercó un tipo y me dijo que ya estaba bien, que dejara mi nombre y dirección, que me iban a llamar. Por supuesto nada de eso ocurrió y quedé mal”.

En este momento del reportaje, el cantor recuerda cómo llegó a la orquesta de Florindo Sassone. “Un amigo que me escuchó en un festival barrial, acompañado por el guitarrista Aníbal Arias, me dijo que la orquesta de Florindo Sassone necesitaba un cantor para debutar en unos días en Radio Splendid. La misma radio del fracaso. Me presentó a un músico de la orquesta y luego de escucharme dijo que me presentaría al director. Fui el lunes a su casa, la prueba fue con el tema “Canción de cuna”. No le gusté a Sassone y empecé a convencerme que no servía para cantor”.

“Pero al día siguiente, la sorpresa. El músico presentador me vino a buscar a mi casa, era el nuevo cantor de la orquesta ¿Qué había ocurrido? Mientras Sassone me tomaba la prueba, su esposa María —que tenía oído musical pues había estudiado canto— me escuchó y le dijo después a su marido que no me dejara a un lado, que yo cantaba muy bien. Al poco tiempo un directivo de la radio me dijo “¡Cómo la pegó Sassone con vos! ¿Sabés que iba a poner el que ganó el concurso en la radio?”. Ese muchacho era Domingo Alé, más tarde conocido como Alberto Podestá. Debuté el 18 de noviembre de 1946”.

Luego le pregunté cómo surgió su nombre artístico. “Para mi nombre artístico primero pensé ponerme Turi Lardó. Turi en el dialecto del pueblo de mis padres significa Salvador y Lardó es la parte final de mi apellido. Pero me gustó el apellido de un amigo que tenía una bicicletería, Carlos Casal, pero el nombre no me salía, hasta que una muchacha sugirió Jorge y me gustó”.

“Excepto las dos primeras grabaciones “Canción de cuna” y “Volver”, todo el repertorio fue elegido por mí, en eso no daba concesiones. Sassone se encargaba de la parte musical, en lo demás... mejor ni hablar. No fue buena persona. Nunca reconoció haberse equivocado conmigo al rechazarme y mucho menos que el éxito de la orquesta se debía a mi presencia. Siempre fue el comentario del ambiente y yo sabía que era así”.

“Yo, en cambio, fui distinto. A sólo tres días del debut me vino a buscar el representante de Pedro Laurenz, de apellido Soto, para llevarme con la orquesta del maestro. Me negué por el reconocimiento a la oportunidad que Sassone me había dado, aún sabiendo que Laurenz me iba a pagar más. También hubo enviados de otras importantes orquestas, Miguel Caló, Carlos Di Sarli y Aníbal Troilo. A Pichuco lo fui a ver personalmente en su departamento, le conté y me respondió: “¡Lo felicito pibe, no cualquiera hace lo que usted hizo!”.

Ya desvinculado de Sassone ingresó a la orquesta de Aníbal Troilo, dejando en el disco 20 grabaciones memorables. Rescato entre ellas los tangos “La mentirosa”, “Carmín”, “La cantina” y el vals “Vuelve la serenata”.

Jorge Casal fue un cantor admirado por sus colegas, un muchacho simple, poco instruido, pero de una gran sensibilidad para el ejercicio de su vocación de cantor, un ejemplo del hijo del inmigrante que se destaca en una carrera tan difícil que, como en este caso, no tuvo el reconocimiento que hubiera merecido”.


UNA PLAZA LLEVA SU NOMBRE


En diciembre de 2009, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires le puso el nombre de Jorge Casal a una plaza de Villa Urquiza, su barrio natal. Está ubicada en su amado sector, entre las calles Diaz Colodrero, Franklin D. Roosevelt, Av. Triunvirato y Vías del F.C.G.B.M

A la altura de la Avenida Triunvirato y las vías del ferrocarril Mitre se encuentre este espacio recuperado hace unos años y hoy visto como una plaza más del barrio que creció mucho en la última década.

Cuenta con bancos y mesas, para descansar, tomar unos mates o almorzar, juegos para niños, la escultura de un prócer como el Flaco Spinetta en la puerta y una cancha de fútbol 5, donde cientos de adolescentes del barrio concurren todos los días.

 

 

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