

Enrique Mario Francini (14 de febrero de 19161 - 27 de agosto de 1978), fue un fantástico director de orquesta, además de compositor y violinista de primera, al extremo que tuvo un apodo que lo acompaño en toda su trayectoria: “El violín virtuoso del tango”.
A pesar de que nació en San Fernando, en la provincia de Buenos Aires, pasó su infancia y adolescencia Campana, la bella población ubicada junto al río Paraná, donde estudió violín en el conservatorio del maestro alemán Juan Ehlert. En 1933, en ocasión de que Carlos Gardel hiciera una presentación en Campana, previa la llegada de El Zorzal a Junín, le entregó junto a su amigo Héctor Stamponi —que tenía su misma edad— un tango que habían compuesto en colaboración.
La orquesta de Francini tocó en Junín en dos oportunidades, en el término de un año y medio. La primera ocurrió el 14 de enero de 1956, en el Club Ambos Mundos, con la voz de Alberto Podestá. La segunda fue el 14 de setiembre de 1957, ahora en el Club Villa Belgrano, con los estribillos del mismo Podestá, como así también de Carlos Ferrán y Julia Vidal.
El periodista e historiador Ricardo García Blaya (1948 – 2017), fundador de la página Todotango.com, escribió la siguiente semblanza del brillante violinista y director:
“Nace en San Fernando 20 km. al norte de la Capital y muy joven se muda a Campana, ciudad vecina a Zárate (provincia de Buenos Aires).
Al decir de Horacio Ferrer: “Violín de llamativa seguridad, vibrato medio, depurado e inconfundible sonido y prodigiosa mano izquierda, se ha caracterizado, además, por una personal manera de dividir la frase musical”.
Se destacó por ser un estudioso del instrumento, aún en pleno éxito, estudiaba más que nunca y como me relatara Jorge Palacio, “llegó a ser maestro de armonía y composición, adentrándose cada vez más en los secretos del arte musical, con la orientación del maestro Julián Bautista, perfeccionándose en el violín con Martí Llorca y Maugiamarchi”.
Al igual que Pontier y su gran amigo el pianista Héctor Stamponi, su primera labor fue con la formación del maestro Juan Ehlert.
Después de la experiencia en la orquesta de Miguel Caló y su consagración definitiva en su sociedad con Armando Pontier, (Orquesta Francini-Pontier), en 1955, inicia un nuevo camino formando su propia orquesta. La misma fue fugaz, duró menos de dos añoa, pero bastaron para imponer su calidad, con la base del pianista Juan José Paz, el bandoneón de Julio Ahumada y la voz de Alberto Podestá.
Sus dos primeras grabaciones fueron “La trilla”, de Eduardo Arolas, y “Petit Salón”, de Vicente Demarco con letra de Silvio Marinucci, cantada por Podestá, el 3 de noviembre de 1955, para el sello RCA-Victor.
Entre los éxitos de su repertorio, destacamos su gran creación “Tema otoñal”, sus solos en “Inspiración” y “Sensiblero”.
Luego, al poco tiempo, integra el Octeto Buenos Aires, que era un conjunto de maestros y solistas formado por Astor Piazzolla cuando volvió de Francia. Estaba integrado por Astor y Roberto Pansera en los bandoneones, Enrique Francini y Hugo Baralis en los violines, José Bragato en el violoncelo, Aldo Nicolini en el bajo, Horacio Malvicino en guitarra y Atilio Stampone en el piano. Un verdadero lujo, si además agregamos las colaboraciones de Elvino Vardaro en algunas ocasiones y de Leopoldo Federico, quien reemplazó a Pansera.
Integró también una orquesta con Vardaro, Los Astros del Tango, pensada fundamentalmente, para editar una serie de long plays, evocativos de grandes compositores. Los arreglos estuvieron a cargo de Argentino Galván.
Otro conjunto en que participó fue Los Violines de Oro del Tango, que al igual que el anterior, se caracterizaba por el predominio de las cuerdas.
Fue primer violín del Teatro Colón y colaboró durante años en muchas orquestas del 60.
En 1963, junto a su exsocio Armando Pontier y sus antiguos compañeros, Domingo Federico, Alberto Podestá y Raúl Berón, integra La Orquesta de las Estrellas, bajo la dirección de Miguel Caló, siendo pianista de la misma Orlando Trípodi.
En 1970 forma un sexteto con promisorios músicos como el bandoneonista Néstor Marconi, a cargo de los arreglos, debutando en el escenario de Caño 14 con gran éxito. Actúan en televisión y graban un larga duración.
En 1973 reconstituye la orquesta con Pontier para hacer una gira por Japón, contando con la colaboración de la cantante Alba Solís e importantes músicos como: Omar Murtagh, Néstor Marconi y Omar Valente, entre otros.
En 1977, hace otra importante gira por Japón que dura tres meses, montando un importante espectáculo con más de veinte músicos y parejas de baile. A su regreso y luego de una dolencia, organiza una orquesta sinfónica que realiza el espectáculo Tangos por el Mundo en el Teatro Alvear de la calle Corrientes.
Muere en su ley, en el escenario de Caño 14, mientras ejecutaba “Nostalgias” en su querido violín”.
SU MUERTE EN EL ESCENARIO
El periodista Julio Lagos contó en Infobae, el 21 de diciembre de 2018, cómo habían sido los últimos momentos de Enrique Mario Francini:
“Moribundo, Enrique Mario Francini alcanzó a decir:
– Mi violín… ¿Cómo está mi violín?
Fueron sus últimas palabras, porque falleció unos minutos después, a los 62 años.
Era la noche del domingo 27 de agosto de 1978 y acaba de suceder algo que los testigos jamás olvidarían.
Francini era violinista. Probablemente, el mejor de toda la historia del tango. Estaba tocando en un local llamado "Caño 14", en la calle Talcahuano 975, junto a su gran amigo y compañero, el pianista Héctor "Chupita" Stamponi.
El dúo interpretaba el tango "Nostalgias" y la bellísima melodía desgranada por el solo de violín hipnotizaba al público. Y de repente, en medio de un dulcísimo arpegio, Francini cayó de rodillas, fulminado por un infarto.
El lugar estaba repleto de gente, porque se había organizado un espectáculo estelar, con la presencia de diversos solistas y conjuntos, con el propósito de reunir fondos para levantarle un monumento a Aníbal Troilo, a tres años de su muerte.
Las personas que estaban en las primeras filas, bien cerca del escenario, vieron que Francini cayó girando sobre sí mismo, con el evidente propósito de resguardar a su violín, ante la certeza del inminente impacto.
El eminente médico neurólogo Raúl Matera estaba sentado allí. Cuando vio que Francini se desplomaba, corrió para atenderlo. Pero al intentar reanimarlo, comprendió que era inútil.
Francini se murió enseguida, luego de decir aquellas palabras que en medio de la dramática escena sonaron como un testamento:
– Mi violín… ¿Cómo está mi violín?
Bibliografía: El Tango y sus invitados,
Tangos al bardo,
Horacio Ferrer, “El Tango en Junín”
(Dimarco-Velilla) y Todotango.com.