

Por: Ismael A. Canaparo
El mundo del tango extraña a la orquesta de Osvaldo Carlos Piro (nació el 1º de enero de 1937, en el barrio porteño de La Paternal), quizá una de las últimas jerarquías del género. Gran bandoneonista, director personal y fino compositor de piezas como “Azulnoche” y “Octubre”, reúne una larga saga de méritos. Recordemos algunos de ellos: Ahijado artístico de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo (quien le heredó su bandoneón). Integró las orquestas de Pedevillla, Gobbi y Salamanca. Miembro de la Academia Nacional del Tango. Actuó en la Argentina, América, Europa y Japón. Compuso música para teatro (Un tal Servendo Gómez de Eichelbaum,1974), programas de TV (El Sur de Borges), cine (Maradona il Napoli, Bloch, Francia,1986). Condujo un programa en Radio Nacional (2001-04). Fue director de las Orquestas: Nacional de Música Argentina (1994-2000) y Provincial de Música Ciudadana (Córdoba 2003-09) e invitado de las Orquestas: del Tango de Buenos Aires (PK) y Metropolitana (Córdoba). Ganó la Palma de Oro (Festival de la Falda, Córdoba 1965). Ciudadano Ilustre de Buenos Aires (1995), recibió los Premios: Martín Fierro (APTRA 1966), Mejor Intérprete (SADAIC 1992 y 1999) y Premio a los Creadores (Min-On, Tokio 1997). Premio Konex 1995 y 1985.
Hace 57 años, exactamente del 9 al 17 de enero de 1965, nacía el Festival Nacional de Tango de La Falda, que sigue vigente hasta nuestros días, con algunos obligados paréntesis. Por decreto del entonces presidente de la Nación, Dr. Arturo Umberto Illia, se declaró al acontecimiento de interés nacional, haciendo lo mismo el Gobierno de la provincia de Córdoba y el ejecutivo municipal, que lo declaró de interés cultural.
Con mis amigos Enrique Pelli y Rubén Schiavoni, de vacaciones en Carlos Paz, tuvimos la inmensa fortuna de participar en la primera noche del festival y sorprendernos con un “invitado especial”: la orquesta de un joven e ignoto músico, un tal Osvaldo Piro, desvinculado días antes de la formación de Alfredo Gobbi. El público quedó perplejo ante la calidad de la agrupación y llenó de aplausos cada una de las interpretaciones, al extremo de exigir bises y bises. Esa explosión de talento y juventud obligó a los organizadores a programar días después a Piro, en el cierre del festival.
En esa noche mágica para el tango, la orquesta “de los pibes”, como se la llamó, se integraba con los siguientes músicos: Osvaldo Piro (dirección y primer bandoneón), Oscar Palermo (piano), Néstor Panik (viola), Enrique González (cello), Eduardo Salgado, Mario Grossi y Ricardo Bueonvicino (violines), Raúl Salvetti, Alejandro Prevignano y Oscar Malvestiti (bandoneones), Osvaldo Aulicino (contrabajo) y la voz de Carlos Casado.
Aquel primer festival tuvo una duración de una semana. Contando con la presentación como maestro de ceremonias de Aníbal Cufré, vio transitar por su escenario a Mariano Mores, Hugo del Carril, Florindo Sassone, Alberto Castillo, Franchini y Pontier, Astor Piazzola, Alba Solís, Edmundo Rivero, Alfredo De Angelis, José Basso, el Quinteto Real, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Argentino Ledesma, Ciriaco Ortiz, y otras figuras reconocidas del tango rioplatense.
El historiador y periodista Ricardo García Blaya (17 de mayo de 1948 – 3 de agosto de 2017), fundador y director de la página Todotango.com, escribió una hermosa semblanza en homenaje al talentoso bandoneonista: “Parece salido de un cuento de Roberto Arlt, con su voz cascada, su charla cadenciosa y su pinta noctámbula. Es un personaje con piel de Buenos Aires, imposible de concebir en otra latitud geográfica.
Su bandoneón respira barrio, transmite el perfume de patios con glicinas, sonidos de potrero y de cafés con estaño. Pero también su música nos revela la ciudad de asfalto y cemento, sus calles alborotadas, el ruido de los automóviles, el rumor de los laburantes, el voceo de los vendedores callejeros, el silencio de las plazas.
Es sin duda el más interesante artista surgido de la eclosión musical generada por Piazzolla, no sólo por su estilo interpretativo sino también, por la calidad de su obra como compositor que no es extensa, pero de gran calidad y belleza.
Sus temas “Azulnoche” y “Octubre” demuestran una madurez y una sensibilidad poco frecuentes, que sumados al talento orquestal de Osvaldo, adquieren dimensiones mayúsculas.
Nació en un barrio con sabor a tango, La Paternal, el mismo que vio crecer a Fresedo. De muy pequeño se inclinó por el bandoneón haciendo sus primeros estudios con el maestro Félix Cordisco y después con Domingo Mattio, integrante hasta el final de la orquesta de Aníbal Troilo. Durante su adolescencia participó de varios conjuntos barriales y a los quince años debutó con la orquesta de Ricardo Pedevilla.
Al año siguiente ingresa a una de las formaciones paradigmáticas de nuestra música ciudadana, la orquesta de Alfredo Gobbi donde permaneció seis años. En 1964, pasa a la de Fulvio Salamanca por un año y luego arma su propia orquesta.
Y aquí comienza otra historia, la del joven director que se impone ofrecer lo suyo, sin concesiones con todo aquello que no surgiera legítimamente de su compromiso musical.
La flamante orquesta debuta en Radio Belgrano con la voz de Carlos Nogués quien al poco tiempo se va con Héctor Varela para reemplazar a Argentino Ledesma.
Es invitado a participar en el Festival de Tango de La Falda, en la provincia de Córdoba, y el mismo nos cuenta: “A los organizadores del festival les interesó la juventud de mi orquesta que era prácticamente una orquesta de pibes. Necesitaban un conjunto así para abrir el espectáculo, porque nadie quería ser el primero, ya que allí iban todas las grandes figuras. Y esa orquesta que fue para abrir el escenario, terminó llevándose los aplausos y los premios”.
Culmina el año 1965 con su primera producción discográfica para el sello Alanicki, un disco larga duración cuya tapa exhibía una nota de presentación de Aníbal Troilo, su padrino artístico. Del material se destacan: “Disonante” de Julián Plaza y “Enamorado estoy” de Oscar Zito y letra de José Márquez, cantado por Carlos Casado.
Sería arduo hacer el detalle de sus actuaciones en televisión y en los diferentes escenarios donde actuó en esos tiempos, sólo destacar su participación en el programa del peruano Hugo Guerrero Marthineitz, “Séptima Noche”, que se transmitía por el canal 7 y que era seguido por millares de espectadores.
En 1968, logra la Palma de Oro en el Festival de La Falda y también el premio Martín Fierro que otorga la asociación de periodistas a la Revelación Musical del Año de la televisión argentina. Ese mismo año graba dos long plays para la empresa Philips. En el primero figura entre otros, el tango de Pascual Mamone “Negroide”, “Camandulaje” de Alfredo Gobbi y “Será una noche”, esa bella pieza de José Tinelli y Manuel Ferradás Campos, con la voz de Alberto Hidalgo. En el otro, su gran creación “Azulnoche” y “Adios Nonino” de Astor Piazzolla.
El escenario del local Magoya, en la ciudad de Mar del Plata, es testigo de su impresionante éxito acompañando además, con su quinteto, a su flamante esposa, la cantante Susana Rinaldi. Este suceso se repetiría en sucesivas temporadas veraniegas y en el mismo lugar donde también participaron artistas de la talla de Edmundo Rivero, Aníbal Arias y Osvaldo Avena, entre otros.
Entre fines de los años 70 y principios del 80 son innumerables sus actuaciones en El Viejo Almacén, Caño 14, Michelangelo, en los canales de televisión y las estaciones radiales.
En 1984, viaja a Francia donde actúa en el Festival de Arles en Toulouse y en el hoy legendario, “Trottoirs de Buenos Aires,” en Paris. Durante su exilio en Europa recorre el continente, actuando en Bélgica, Holanda, Finlandia, Suecia, Italia y Suiza.
Regresa en 1988 e inaugura su propio local “San Telmo Tango”, donde estrena su conjunto Ensamble 9 con el que graba un compacto para el sello Melopea con el título Romance de Abril, con la participación especial de Julián Plaza en su tango “Sentimental Buenos Aires” y de Eladia Blázquez que canta dos temas compuestos por ella y Piro. El disco trae una nueva versión de su logrado “Octubre” que ya había registrado en dos oportunidades anteriores: la primera en 1978 con su orquesta para la Víctor, la segunda en Francia con su quinteto, para el sello Attack.
Este gran artista es nombrado en 1994 director titular de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, declarado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires en 1996 y premiado por sus pares en 1999, con el premio Mejor Intérprete de la Sociedad de Autores y Compositores.
En 1998, realiza dos importantes actuaciones acompañando al presidente argentino en visitas oficiales: la primera en París donde toca en el anfiteatro de La Sorbona y la otra en Japón, en el Nakarío Sun Plaza Hall de Tokyo.
Durante el gobierno del presidente De la Rúa, se prescinde de sus servicios al frente de la Orquesta Nacional de Música Argentina por su filiación política.
El autor de esta semblanza se siente orgulloso de ser amigo de este gran artista argentino, a quien admira entrañablemente por su talento y con quien comparte la ética y estética de la música, como también, las convicciones ideológicas que devienen de un profundo compromiso militante”.