viernes 4 de julio de 2025

DEPORTES | 14 mar. 2023

EUSEBIO MARCILLA

A 70 años del paso a la inmortalidad de 'El caballero del camino'

Fangio largó sin dormir, porque un alzamiento revolucionario obligó a una arriesgada partida nocturna. De pronto, el sueño lo traiciona. Vuelca, nadie lo ve, hasta que un auto clava los frenos. Marcilla lo rescata y recién después, sigue la carrera. Se cumplen 70 años de la muerte del piloto de Junín.


Son las 4:30 del 29 de octubre. El Gran Premio de la América del Sur de Turismo Carretera avanza rumbo a Caracas, luego de la partida en Buenos Aires el 20 de octubre de 1948. Juan Manuel Fangio maneja, exhausto, su Chevrolet por los caminos de Huanchaco, Perú. Es un segundo, pero cuando vuelve a abrir los ojos tiene una curva encima, sin darle tiempo a nada. Su auto cayó a una hondonada y el resto de los pilotos pasan sin advertirlo. Detrás, Gálvez. Y unos minutos después, como salido de ninguna parte, aparece Eusebio Marcilla. Los vio, y paró.

Detenerse, ayudarlo, cargarlo y dejarlo a los cuidados en el hospital para, recién después volver a la carrera le significó el nacimiento de su apodo. Así, “El Caballero del Camino”, sería recordado para siempre y Eusebio pasó por la categoría sin ganar ningún campeonato, pero entró en la galería de los héroes del deporte.

Si bien fue Oscar Gálvez quien les brindó los primeros auxilios (venían muy cerca tirando en tándem a 140Kh/h), enseguida llegó Marcilla, quien cargó a Fangio y a su copiloto, Daniel Urrutia, hasta un hospital en Trujillo. El primero se salvó y luego fue famoso. Urrutia murió.

Marcilla volvió a correr, porque Fangio se lo pidió expresamente. Ya en carrera rumbo al final en Caracas, hizo un esfuerzo sobrehumano con su Chevrolet para recuperar los 20 minutos que había perdido. Y casi le alcanza, terminó segundo detrás de su amigo, Domingo 'Toscanito' Marimón. Tercero, completando el podio llegó Juan Gálvez con el primer Ford. Oscar, el primero en cruzar la meta, fue descalificado por haber llegado a remolque, y pese a su pedido que llegó hasta el mismo Perón, se cumplió lo que decía el reglamento.

Lo de Marcilla fue una proeza, aunque acababa de dejar pasar la segura oportunidad del mayor triunfo de su vida. A él, cuentan, no le importó: lo primero que hizo cuando llegó a la meta fue donar el premio a Fangio, su amigo que seguía internado.

Ninguneado por el poder

Para Marcilla había sido doblemente difícil llegar a completar los 9 mil kilómetros del Gran Premio Internacional del Sur, la carrera entre Argentina y Venezuela durante la cual salvó a Fangio. Ya era muy popular, y ya había dado muestras de solidaridad a los hermanos Gálvez, que todavía corrían juntos, en un accidente en 1940, durante el Gran Premio del Norte. Pero ni aun así conseguía el apoyo económico necesario para competir en pie de igualdad con los pilotos “top”.

Marcilla, de convicción radical, afiliado al partido, había recibido decenas de pedidos del gobierno peronista para que inscribiese en su cupé negra leyendas de propaganda en favor de Juan Perón y las realizaciones de su gobierno. Él se negó y decidió que su auto negro solo llevara inscripto el nombre de Junín.

Pese a que entonces ni se conocía la palabra 'grieta' tan de moda en estos tiempos, no se lo perdonaron: el célebre secretario de prensa Raúl Alejandro Apold, encargado de la censura en esos años, ordenó borrarlo completamente de los medios, una orden que se cumplió a rajatabla y que sirvió de advertencia para los auspiciantes que osaran pensar en apoyar a Marcilla. Sólo la empresa Suixtil, que fabricaba indumentaria deportiva y apoyaba a todos los deportistas peronistas, nunca le retiró el respaldo a Marcilla.

En los medios de la época, el relator ultraperonista Luís Elías Sojit, directamente no nombraba a Marcilla en sus transmisiones, las más populares de la época. “Pasa el Chevrolet negro”, decía, o “Tiempo para el auto de Junín”. Malabares verbales para no mencionar al opositor.

Ni siquiera su admirador incondicional en lo más alto de la pirámide del poder peronista,  Juan Duarte, el hermano de Eva, con quien había compartido parte de la infancia en Junín y era el primero en saludarlo, pudo torcer esa voluntad. Su viejo amigo, y cuñado del presidente de la Nación nada pudo hacer para torcer esa voluntad.

Marcilla fue un as del volante, no hubo dudas: Fue tres veces subcampeón del TC, la categoría del automovilismo más popular del país. En los años 1947 y 1948, terminó detrás de Oscar Alfredo Gálvez y en 1952 por detrás de Juan Gálvez. Obtuvo 9 victorias en competencias finales entre 1941 y 1953 en grandes premios, pero murió sin lograr la atención mediática y el respaldo financiero que su carrera merecía.

El final le llegó a Marcilla en el recodo de un camino en Santa Fe. Fue el 14 de marzo de 1953. Iba primero en la Vuelta de Santa Fe, cuando en una curva que unía rutas -de tierra- en el paraje El Recreo, perdió el control y se estrelló contra una columna de hormigón. Su copiloto, Miguel “El Turco” Salem salió ileso.

El piloto Domingo Orduna lo sacó de los restos del Chevrolet negro, que terminó hecho una media luna, y lo llevó a un hospital de Santa Fe, pero no pudieron salvarle la vida. El homenaje fue inmediato: su velatorio, en Junín, fue un acontecimiento masivo.

Quedó su imagen en la plaza que lleva su nombre. Allí, una estatua lo inmortalizó en su mejor momento: no cuando gana, sino cuando levanta un cuerpo del suelo. Eusebio inmortal.

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