

Por: Redacción Semanario de Junín
En la actualidad, cualquier persona con una buena conexión a Internet y mínima tecnología puede “streamear”. En ese universo hay estrellas mundiales como Ibai Llanos, que cuenta con más de 11 millones de suscriptores en Twitch y más de 10 millones en YouTube, cuyo canal superó los 2 mil millones de visitas. O el Kun Agüero, que hizo de su canal de YouTube -seguido por más de 4 millones de personas- un espacio que trasciende las fronteras, al punto que firmó un contrato con ESPN y Star + para que comente informalmente y vía streaming algunos partidos de los que las empresas tienen derechos.
En este ecosistema, los canales de streaming proliferan por todos lados y con todos los presupuestos posibles. Están los amateurs, con miles de pibes y pibas transmitiendo a través de sesiones de Twitch o YouTube, o los más profesionalizados, con estructuras laborales más sofisticadas y publicidad. La mayoría de estos nuevos medios no cuentan con transmisiones las 24 horas, aunque sí grillas de programación diaria con algunos programas. Transmiten en línea, en vivo, pero su consumo crece exponencialmente con el paso de las horas y los días: su público, mayoritariamente joven, ve los programas o los recortes en cualquier momento. Un programa puede tener una media de 5 mil personas conectadas, pero dos días después el envío subido a la web suele puede superar las 100 mil reproducciones. La visualización offline es mucho más alta que en los medios tradicionales.
Desde hace un tiempo el rating de Ibope se compone de la tradicional escucha radiofónica y de las visualizaciones de streaming que tienen los programas
A nivel local, el primer gran jugador nativo digital es Luzu TV, el canal creado por Nicolás Occhiato –último ganador de la estatuilla de oro en Neuquén en la premiación Martín Fierro Digital- que abrió un camino que hoy tiene cada vez más representantes. Luzu TV cuenta en la actualidad con 961 mil suscriptores en YouTube y 242 mil en Twitch. La propuesta del canal es entretener con temas cotidianos, propias de adolescentes o jóvenes adultos, con mucho humor. El programa de Occhiato, Nadie dice nada (lunes a viernes a las 10), tiene cerca de un millón de seguidores en TikTok. En su grilla - que transmite de lunes a viernes de 8 a 23- conviven en su mayoría comunicadores surgidos de la redes (desde Fede Popgold a Momi Giardina o Trinche, pasando por Gregoria Rosello o Pablo Agustín), acompañados por otros con recorrido tradicional como Diego Leuco, Martín Garabal, Pachu Peña o Mica Vázquez.
Otro lanzamiento reciente es el de Loft Stream, un canal creado por Cande Molfese (ex Luzu), Gastón Soffritti y Fernando Blanco, que supera los 745 mil suscriptores en YouTube. Con transmisiones de 9 a 15, tiene en su staff a Guillermina Valdés, Brand Gandini, Marico Carmona, Minerva Casero, Imanol Rodríguez, Sofi Altuna y Fede Couts, entre otros. En breve, Migue Granados -a esta altura, una celebridad de los nuevos formatos- estrenará también su propio canal de streaming, donde compartirá aire con Sofi Morandi, y cuya “novedad” es que los estudios tendrá un ventanal a la calle para que la gente pueda verlos desde la vereda. Algo que muchas emisoras de radio ya poseen, pero que para el género resulta novedoso.
La contemporaneidad de ver los ciclos mientras sucede dejó de ser un valor para el streaming, cuyo pacto con los usuarios se refuerza en otro eje: cada uno accede al programa cuando gusta. Eso sí, los que están conectados al momento en que se transmiten los ciclos, hacen del chat una usina permanente de comentarios que le da vida propia a ese foro. La necesidad de comentar lo que pasa -en otro tiempo limitado a quienes estaban alrededor de la mesa de la cocina o del sillón del living de los hogares- es un factor clave. La interacción con los usuarios -vía chat o mensaje de voz- permite construir una joya codiciada por los medios en el siglo XXI: crear comunidad y poder monetizar a través de anunciantes.
Un programa vía streaming puede tener una media de 5 mil personas conectadas, pero dos días después, el envío subido a la web suele puede superar las 100 mil reproducciones
Los canales de streaming nativos no son simples emisoras de radio que se transmiten por cámaras. Tampoco es televisión hablada. En realidad, se trata de un concepto comunicacional diferente que a muchos les cuesta asimilarlo. No es radio porque los programas no tienen la estructura radiofónica: básicamente es hablada, no se pasa música, no hay tandas comerciales ni bloques de tiempo definido, ni tampoco la obligación de informar. Tampoco es tele porque las cámaras son apenas ojos espías a los que quienes transmiten no le dan mucha bolilla salvo situaciones puntuales.
Detrás de esa cosa relajada, hay una producción estética-artística: los estudios suelen ser coloridos y modernos, la puesta de cámaras está cuidadosamente pensada y - a contramano de la TV- la gráfica en pantalla se reduce al mínimo. Tanto los insultos como los errores o absurdos forman parte de la conversación, con la naturalidad con la que se trata un grupo de amigos. Casi no cuentan con segmentos informativos y todos - incluidos productores y directoras de cámara- participan del aire.
Occhiato disfruta del éxito en Luzu TV
También hay modelos híbridos que se suben a esta tendencia. Un mix entre los medios tradicionales y los digitales es lo que ocurre con Vorterix, la creación de Mario Pergolini antes de que surgieran los canales nativos de streaming, donde al concepto de radio se le acopló la transmisión visual a través de cámaras. Una de las vedettes de Vorterix -que cuenta con más de 500 mil suscriptores- es Paren la mano, el ciclo del streamer Luquita Rodríguez. Un concepto similar es el de Urbana Play, el medio que trasmite por radio (FM 104.3) y streaming, que tiene en sus filas a María O Donnell, Andy Kusnetzoff, Matías Martín y Sebastián Wainraich.
Los canales de streaming también “van” hacia los medios tradicionales porque repiten muchas lógicas de ellos. En primer lugar, la grilla y la programación. En segundo lugar, los horarios son muy radiofónicos y toman el prime time de la radio (de 9 a 12). En tercer lugar, muchos de sus protagonistas pivotean con los medios tradicionales y traccionan desde allí a sus audiencias. Es muy difícil encontrar a un protagonista que sea un “emergente” de este formato.
Por fuera de la relación con los medios tradicionales, los canales de stream viven un auge. Este 2023 será el año en el que la cantidad de propuestas existentes se duplique o triplique. Todos cuentan con ofertas muy similares y, a diferencia de lo que suele suceder en contenidos digitales, son muy homogéneos entre sí.
Las nulas barreras de entrada a este tipo de producciones en internet son una gran ventaja pero pueden transformarse en una complicación. Son una ventaja porque es fácil dar lugar a aquellos que no tienen lugar en otros lados, probar y transformar formatos así como también emerger sin mucha necesidad de capital. Pero cuando un mercado se está desarrollando, la cosa puede volverse compleja. Porque tal como está pasando hoy en día, todos piensan que pueden abrirse su propio canal de stream, ofrecer sus contenidos, ser rentables y ser las estrellas de esos canales. Esto atomiza la oferta y fracciona audiencias que comienzan a crecer pero pierden referencias. Será interesante ver cuántos proyectos de los que inician en 2023 logran consolidarse y ser rentables más allá de los dos años de existencia.