

De madre ama de casa y de padre dedicado a la producción lechera, esta linqueña nacida en el campo, hizo todo el trayecto académico hasta terminar el secundario y a sus 48 años fue elegida para conducir la Escuela de Tecnología de la UNNOBA.
Llegó a la Universidad tras una charla que brindaron en su colegio los integrantes del por entonces Centro Universitario Regional Junín, que fue determinante para decidir qué carrera iba a seguir: Sin tener demasiada cercanía a las computadoras, más que a alguna que había en la escuela “y que usábamos muy rara vez” y pese que no había informática en la escuela y tampoco tecnología, se volcó a la carrera de informática “porque me atraían las ciencias básicas y la resolución de problemas. Y fundamentalmente creo que la elegí porque soy muy curiosa, la curiosidad hizo más tarde que además de la informática me haya dedicado a otras ramas como la educación. Siempre estoy buscando el modo de aprender cosas nuevas y de contribuir a encontrar soluciones a los problemas y en ese sentido la tecnología brinda muchas herramientas”, relata.
“Es importantísimo formar los recursos humanos que necesita la región. La educación de calidad es clave para el desarrollo productivo”
Así fue que al egresar del secundario comenzó a estudiar la carrera de Analista de Computación que se dictaba en el Centro Regional Universitario Junín, a través de un convenio con la Universidad Nacional de La Plata. “El primer año de la carrera lo hice viajando y a partir del segundo ya me establecí en Junín, terminé de cursar, me quedaron algunos finales que los rendí viajando, y obtuve mi título de Analista”, refiere y comenta que promediando la carrera comenzó a incursionar en la docencia como ayudante alumna en la asignatura “Programación” que dictaba el profesor Rodolfo Bertone.
Pero antes de abocarse de lleno a conducir los destinos de la Escuela de Tecnología, tuvo un amplio recorrido, que comenzó como profesora de informática y luego titular de su propio instituto de computación; también llegó a ser vicedirectora del Colegio Universitario de Lincoln, mientras brindaba capacitaciones en el Centro Universitario. Pero todo cambió cuando Jorge Doorn, quien había sido docente suyo en la Universidad, la llamó en 2004 porque estaban armando los planes de estudio de la flamante UNNOBA, y quería que dictara clases. Empezó a viajar a Junín, y a preparar algunas asignaturas de la carrera. Al poco tiempo comenzó a trabajar como secretaria técnica y no se fue más de la Universidad.
“Antes la gente debía enviar a sus hijos a las grandes ciudades para que estudiaran con todo lo que ello conlleva, y muchos de ellos no regresaban”
En una entrevista en la publicación El Universitario, Sarobe asegura que haber sido parte de la vida institucional de la UNNOBA desde sus instancias iniciales representó “un crecimiento personal enorme”. Además, la existencia de la UNNOBA le dio la posibilidad de seguir formándose. “Los que teníamos título de Analista por la Universidad Nacional de La Plata y por la Universidad Nacional de Luján pudimos hacer el ciclo de complementación para obtener el título de licenciados. Hice esa capacitación, cursé la licenciatura en Sistemas de la UNNOBA y más tarde empecé la maestría en Tecnologías Aplicadas a la Educación”, precisó en la publicación universitaria, quien en 2008 asumió como secretaria Académica de la Escuela de Tecnología de la Universidad. Fue mi primera experiencia de gestión y aprendí mucho junto a Claudia Russo, destacó.
En el año 2019 dejó esa función para comenzar a trabajar, también junto a Russo, en el área de Educación Digital de la Universidad. La irrupción de la pandemia le imprimió a su tarea otra dinámica. “Tengo un registro de ese tiempo en que me levantaba muy temprano para sentarme en la computadora y salía de ella muy tarde. Teníamos que migrar todas las asignaturas presenciales a una modalidad virtual para asegurar la continuidad académica. No fue angustiante, ni un paso que nos pareciera imposible de dar, pero realmente no fue fácil. Implicó un trabajo de muchas áreas, de mucha gente y nos llena de alegría haber podido lograr el objetivo y que las y los estudiantes de la UNNOBA pudieran continuar sus clases durante la emergencia sanitaria”.
En 2022 volvió a ser secretaria Académica de la Escuela de Tecnología, acompañando a Oscar Spada, y un año después fue electa directora de esa unidad académica. “Cuando me propusieron como directora de la escuela sentí una emoción enorme. Si bien yo había hecho un camino de gestión, fue un reconocimiento institucional. Sentí que confiaban en mí y en mi formación para llevar adelante la gestión de una unidad académica que tiene por delante enormes propósitos, porque estamos atravesados por cambios tecnológicos transversales a nuestras carreras y debemos trabajar con mucho empeño para acompañar esas transformaciones y brindar a las y los estudiantes las mejores herramientas para su formación”, recalcó.
La directora de la Escuela de Tecnología afirma que “la presencia de la UNNOBA le ha cambiado la vida a la región”. Y argumenta que antes la gente “debía enviar a sus hijos a las grandes ciudades para que estudiaran con todo lo que ello conlleva, y muchos de ellos no regresaban”. “Ahora esos mismos jóvenes se quedan en la zona, incluso el teletrabajo les permite desarrollarse profesionalmente en grandes empresas sin moverse de su lugar. Las y los universitarios de la UNNOBA nutren a la región de las capacidades necesarias para aplicar a distintos puestos de trabajo. Es importantísimo formar los recursos humanos que necesita la región”, sostiene y considera que “la educación de calidad es clave para el desarrollo productivo”.
Abocada a la gestión sin abandonar nunca la docencia ni la investigación, Sarobe es profesora de Análisis y Diseño de Sistemas en las carreras de Ingeniería en Informática y Licenciatura en Sistemas de la UNNOBA, y dirige un proyecto de investigación sobre tecnologías aplicadas a la educación. “No concibo la actividad universitaria sin la docencia y la investigación, son pilares fundamentales”, asevera.
Tampoco imagina todo lo que hace sin el acompañamiento incondicional de los suyos. “Siempre están ahí sosteniendo”, afirma, agradecida. Cuando lo señala vuelve sobre sus orígenes y con una mirada retrospectiva observa el camino recorrido con satisfacción. “Soy la primera universitaria de mi familia y eso me llena de orgullo y me compromete”, expresa. Y prosigue: “Mi papá fue a una escuela de campo hasta sexto grado. Mi mamá terminó séptimo grado en el seno de una familia muy humilde. Y ambos nos transmitieron un mensaje muy fuerte en relación al valor de la educación”.
“Mi papá siempre trabajó mucho en el campo, pero estuvo muy presente. Mi mamá se ocupó de nosotros y los dos nos inculcaron desde chicos que la educación era necesaria para la movilidad social ascendente. Mis hermanos y yo somos universitarios y ninguno de nuestros padres hizo el secundario, ambos tuvieron un desarrollo exitoso y económicamente les fue muy bien, pero siempre hubo una convicción de que la educación era el camino a seguir y nos ayudaron para que pudiéramos estudiar”, agrega, recordando el gran esfuerzo que hicieron alguna vez cuando ella estaba en el segundo año de la carrera para comprar su primera computadora.