

Por: Redacción Semanario
Los memes forman parte de un lenguaje común que trasciende fronteras, barreras idiomáticas, sociales, ideológicas y etarias. Estos contenidos -imágenes, audios, expresiones- pueden funcionar solas o con textos. Están tan extendidos, que la mayoría no requiere explicación y se desconoce su origen.
Algunos se mantienen hace años, otros son efímeros y reemplazados rápidamente. ¿Quién realizó aquel dibujo? ¿Cuál es el autor de esa foto? ¿En qué plataforma tomó estado viral? ¿De dónde son sus protagonistas? Y, sobre todo: ¿alguno de estos actores tiene derecho a reclamar la propiedad intelectual del producto final y sus múltiples usos?
La palabra meme precede a la creación de Internet. La acuñó el biólogo Richard Dawkins, para describir el comportamiento culturalmente transmitido. Como los genes, estos tienen un comportamiento autopropagatorio, que puede evolucionar. El concepto, sin dudas, lo hizo. Y, aunque su etimología se relacione con las ciencias duras, habla de la sociedad.
"Para mí los memes son vehículos perfectos para condensar ideas y puntos de vistas complejos y con la posibilidad de representar diversas voces y perspectivas, algunas incluso contradictorias entre sí", esboza Tomás Balmaceda, doctor en Filosofía e interesado en los cruces entre su campo y la tecnología. Caracteriza a los memes como "contenidos digitales que son distribuidos por la web por más de un usuario y que han sido transformados e intervenidos de manera comunitaria". En ese sentido, asevera: "No creo que los memes tengan propiedad: son el fruto de la inteligencia (o desinteligencia) colectiva de Internet".
"Un meme no está atado a un único medio, es decir que puede ser una imagen, un video, un conjunto de palabras o un sonido, por ejemplo; no tiene una única función, ya que puede ser una herramienta para hacer reír, emocionar, criticar o provocar", suma.
Docente de grado y posgrado de universidades como la UBA y UCES, en su página cierra su biografía con la famosa frase de Ricardo Fort: "Basta, chicos". Justamente, asegura que, los memes más populares en términos históricos en Argentina son los generados por figuras mediáticas como el empresario o Moria Casán.
Balmaceda, autor de libros como Generación invisible y Filosofía on demand, aclara que el potencial de un meme "no se detiene con la acción de compartir la pieza original" —o sea, no solo conlleva una viralización—, sino que "se confirma a partir de su reinterpretación y reapropiación, ya sea con intervenciones digitales como con su segmentación o su reubicación dentro de otras cadenas de significados. Aquellas interpretaciones más atractivas irán siendo a su vez compartidas y determinarán el futuro de ese meme".
Gustavo Arballo es especialista en Derecho Público y magíster en Magistratura y Derecho Judicial. Analiza el tema desde dos perspectivas: la del creador del meme y la de aquella persona que lo comparte. Arballo explica que, conceptualmente, los memes son considerados en los términos de la Ley 11.723 (sobre el régimen legal de la propiedad intelectual). En general, parten de materiales que no son originales y que tienen algún tipo de derecho de autor o de marca. Por ejemplo, cuando se parodia el logo de una empresa.
La privacidad es un reto en la era de la hiperconexión. Con una breve búsqueda, se puede trazar una arqueología virtual de casi cualquier persona
Excepcionalmente un meme puede estar basado en obras que son de dominio público (como los memes a partir de retratos de próceres), en cuyo caso no existiría ese problema. También puede suceder que se cuente con la autorización del propietario de derechos del material parodiado.
"En esos casos, el autor del meme podría incluso registrarlo como su obra. Esa titularidad corre solo para su propia versión, porque no puede impedir, según dice la ley, que otros parodien la misma obra base, como por ejemplo el daguerrotipo de San Martín", amplía el abogado y docente.
El segundo debate que introduce se relaciona con el "uso" de memes ajenos. "Todo se desenvuelve de forma natural y silvestre en el escenario de la difusión viral, vía mensajería o redes sociales. Por su carácter difuso y masivo es imposible de controlar. Pero el creador del meme que haya tenido la precaución de registrarlo como su obra puede tener incentivos (y razón) para reclamar por casos específicos y documentados de aprovechamiento de su obra a mayor escala", concluye Arballo.
"En distintos países se utilizan normativas creadas a mitades del siglo XIX para enfrentar realidades y problemas actuales. En esos casos tenemos que pensar cómo se aplican las leyes y cuál es su límite. También ocurre que hay cuestiones que escapan a la regulación. Sí, los memes están protegidos por el copyright y el derecho de autor, pero esto solo aplica a obras generadas por personas. ¿Qué ocurre si los memes comienzan a ser fabricados por Inteligencia Artificial?", ilustra el abogado Mariano Municoy, socio del estudio Moeller IP Advisors.
La palabra meme precede a la creación de Internet. La acuñó el biólogo Richard Dawkins, para describir el comportamiento culturalmente transmitido
Como especialista en Derecho Internacional de la Propiedad Intelectual, cuenta que Argentina carece de regulación en torno al uso de obras ya existentes y modificarlas con fines paródicos o artísticos.
En países como España, al contrario, entró en vigencia la llamada "Ley Pastiche", aplicable al entorno digital. Esta habilita a tomar determinados elementos de la obra de un artista y combinarlos sin su autorización, "siempre que no implique riesgo de confusión con las obras o prestaciones originales ni se infiera un daño".
Aunque estima que, en teoría, en Argentina los jueces aplicarían una óptica similar, advierte sobre la ausencia de precedentes. "Los memes tienen un carácter tan efímero y los juicios en el país son tan largos e ineficientes, que es difícil saber cómo fallaría un juez y cómo aplicaría los derechos de autor. ¿Quién tiene el tiempo y los recursos para enfrentar esos juicios?", continúa.
El doctor introduce otra discusión: ¿qué pasa si una persona usa la imagen de una compañía para realizar una crítica? Allí, "primaría la libertad de expresión". Esto, tan común en las redes sociales, no es una novedad de la era digital.
En 1977, el artista Antonio Caro lanzó su famosa exposición "Colombia-Coca Cola", como crítica al consumismo y la intrusión mercantil extranjera. De forma similar, las "Latas de sopa Campbell" de Andy Warhol, de 1962, se convirtieron en un ícono del arte pop.
Claro que también existe el derecho de marca y esto ha generado disputas. El docente cita el caso "Hermès vs. Rothschild", que enfrentó a la empresa y a Mason Rothschild, quien había creado un NFT o token no fungible (aquellos activos criptográficos almacenados en blockchains que tienen certificados de originalidad y propiedad), con un diseño muy similar al de las famosas carteras.
Los memes forman parte de un lenguaje común que trasciende fronteras, barreras idiomáticas, sociales, ideológicas y etarias
La corte falló contra el artista, ya que entendió que lucraba con la imagen de los bolsos (considerados propiedad intelectual de Hermès) y que confundía potencialmente a los consumidores. Aunque un conflicto similar no se dio todavía en el mundo de los memes, el ejemplo abre una nueva arista de la polémica.
En Argentina el derecho de marca también funciona, aunque, para Municoy, es una incógnita cómo fallaría un juzgado ante circunstancias similares.
Las plataformas de distribución también son otro factor a tener en cuenta. El abogado y profesor de la Universidad de San Andrés aclara que empresas como Facebook e Instagram tienen, en sus términos y condiciones, políticas de uso de contenido de terceros. "Cada una tiene mecanismos distintos, pero, eventualmente, ante un reclamo demostrado, se puede suspender el uso de una imagen. Sobre esto hay muchísimos juicios desde hace años", complementa.
VOLVERSE MEME POR ACCIDENTE
El ingeniero húngaro András Arató nunca imaginó que devendría en meme. Años atrás, a raíz de una propuesta inesperada de un fotógrafo profesional, había participado de una serie de sesiones con fines publicitarios. Sin embargo, con el tiempo, su cara abandonó el mundo del marketing y entró a las redes con la fuerza de una catarata incontenible. Inicialmente lo abrumó la angustia. Sus fotos eran acompañadas por chistes que no entendía, burlas hacia sus expresiones y cuestionamientos sobre si era real o una creación de Photoshop.
Enojado, quiso deshacerse de las imágenes: imposible, ya que estaban por toda la web. Finalmente, revirtió su estrategia y reveló su identidad. Las utilizaciones maliciosas del meme fueron desapareciendo. La gente empezó a pedirle selfies y compañías como Coca Cola a contactarlo. "Los memes pueden ayudar a sobrellevar los malos momentos", dijo. Logró capitalizar una situación que lo excedía y redefinir su carrera. Sin embargo, no todos tienen la misma suerte.
La privacidad es un reto en la era de la hiperconexión. Con una breve búsqueda, se puede trazar una arqueología virtual de casi cualquier persona. Incluso imágenes o frases borradas probablemente continúen almacenadas en la nube, las redes o los dispositivos de otros usuarios.
Con cada click, cada like, cada uso de aplicaciones, la huella digital -o información personal que queda en Internet- se expande. Eventualmente, como señaló una vez Balmaceda, cualquiera podría convertirse, sin quererlo, en un meme.