

Por: Ismael A. Canaparo
Las generaciones del cuarenta y cincuenta, en especial, cimentaron el prestigio del tango. Todos los personajes de entonces, con sus progresivos cambios, lo hicieron posible. Desde Francisco Canaro y Roberto Firpo hasta la persistencia en un estilo melódico que iban dejando los hermanos De Caro y Osvaldo Fresedo, fueron los cimientos de aquellos inolvidables veinte años, cargados de creatividad, con las mejores páginas de la historia. Después se le agregaron nombres que se convirtieron, de inmediato, en los grandes innovadores, como Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi, Mariano Mores, Aníbal Troilo, Angel D´Agostino, Osmar Maderna, Domingo Federico, Héctor Stamponi, Pedro Laurenz, Enrique Mario Francini, Armando Pontier, José Basso, Horacio Salgán, el muy joven Astor Piazzolla y muchos otros de primera línea. Este es el primer repaso de aquella etapa, que tiene la pretensión de continuar.
Sócrates sostenía que “prefería conversar a escribir porque los libros repiten siempre lo mismo”. Con el tango sucede algo parecido, aunque creo, por el contrario, que con cada relectura se pueden descubrir cosas nuevas, siempre expuestas a ser modificadas por otros hallazgos, por distintas experiencias. El paso del tiempo que todo lo transforma, sin embargo no ha conseguido modificar las primitivas valoraciones de nuestros dos por cuatro.
GRACIANO GOMEZ
Graciano Gómez (31 de mayo de 1912 – 5 de enero de 1980), fue un excelente bandoneonista, compositor y director. Se destacó más como compositor que como intérprete. Los conjuntos que encabezó tuvieron una correcta dirección, pero nunca superaron un segundo plano. En general son recordados como agrupaciones que acompañaban a cantantes solistas. Tuvo sin embargo su momento de notoriedad a mediados de la década de 1950, cuando trabajó junto a la gran cantante uruguaya Nina Miranda. Además, acompañó a un gran cantor: Enrique Campos.
Si bien su obra como compositor tuvo altibajos en cuanto a nivel, alcanzó dos picos importantes de calidad que le garantizaron reconocimiento popular y éxito comercial, los tangos “Esta noche de luna”, “Tu íntimo secreto” y “La misma tarde”, los tres consagrados en el repertorio fonográfico de Carlos Di Sarli. También le pertenece la milonga “A todo trapo”.
JULIO POLLERO
Julio Pollero, cuyo verdadero nombre era Julio Fava (22 de diciembre de 1898 – 6 de octubre de 1966), fue un violinista, pianista, compositor y director de orquesta.
Cuatro tangos suyos alcanzaron gran divulgación durante la década del veinte: “Uno y uno”, “La última ronda”, “Una tarde” y “Cuando tú me quieras”, grabados por diversos intérpretes y consagrado en la voz de Carlos Gardel.
Dirigió su propia orquesta en cafés y discos Víctor, compartiendo también la conducción de la misma con el violinista Agesilao Ferrazano. Otras composiciones suyas: “Batí qué haces”, “Poema de arrabal” y “No he visto otra igual”.
Fue un ejecutante precoz de violín y, además, tocaba el piano. Su primera obra fue el tango “El chiche”, allá por 1920. En los años siguientes tocaba el teclado en diversos locales de entretenimiento y en uno de ellos, la “Pensión Ritana”, ubicada en Esmeralda y Córdoba (Ritana era la esposa del empresario Garesio, dueño del Chantecler y otros locales). Hacia 1922 o 1923 conoció a Carlos Gardel. A esa pensión, donde vivían mujeres de dudosa moralidad, iba Gardel, sin Razzano, con guitarristas y músicos amigos, en veladas de canto y música, que duraban hasta el amanecer. Un día la policía clausuró el lugar.
TÍPICA BRUNSWICK
La orquesta típica Brunswick fue una agrupación formada por la empresa homónima de discos de fonógrafo para la grabación —en actividad semejante a la de la orquesta típica Víctor— de un repertorio de actualidad.
Registró sus versiones entre 1929 y 1932, alternativamente, conducida por Ricardo Brignolo, Juan Polito, Pedro Maffia y otras figuras vinculadas artísticamente a dicho sello.
La empresa Brunswick se creó en la Argentina en el año 1928 y realizo grabaciones hasta 1932. Lamentablemente se perdieron los registros de esas placas, por lo que todas las realizadas en este sello están fechadas entre 1929 y 1932. Es posible, por el número de matriz, tener una certeza mayor con respecto al año de grabación, pero sin tener seguridad de esto. La Orquesta Brunswick fue lanzada con los mejores artistas de ese sello para poder hacer frente a las dos empresas dominantes en esos años que tenían sus propias orquestas, la Víctor y Odeón.
VICENTE LODUCA
Vicente Loduca (17 de mayo de 1888 - 28 de noviembre de 1932) fue un bandoneonista, compositor y director de orquesta. Uno de los primeros músicos de tango que difundió el género en la década de 1910 en París y desarrollo luego su actividad en la Argentina.
Tuvo dúos con Guillermo Barbieri y llegó a la fama integrando con Francisco Canaro (violín) y Samuel Castriota (piano) un trío, de actuación en el café Royal de La Boca. En 1913, con Celestino Ferrer y Eduardo Monelos, a quienes se sumaron los bailarines Casimiro Aín y Edith Peggy, cumplió una etapa importante del tango en París. A su regreso fue contratado por la empresa de discos Víctor, ingresando a su conjunto como figura de atracción el joven Osvaldo Fresedo, con cuyo aporte puso en el surco algunas versiones de buen contenido musical para la época, como la del tango “Amoníaco”. Compuso los tangos “Quique”, “El argentino”, “Alma atravesada” y “Sacudime la persiana, Chacarita”.
CELESTINO FERRER
Celestino Pantaleón Ferrer (27 de junio de 1885 – 4 de marzo de 1958), un pianista, compositor y director, que fue figura de la generación de 1910. Se asoció a las primeras etapas del tango en París.
Viajó a Europa en 1913 con un conjunto que integraban también el violinista Eduardo Monelos y el bandoneón de Vicente Loduca, integrados a la pareja de bailarines Casimiro Aín y Edith Peggy. La orquesta prosiguió la campaña iniciada por Villoldo y los Gobbi, y antecediendo a Saborido, los Pizarro, Bianco, Spósito, Deambroggio y otros. Regresó a Buenos Aires con el estallido de la Primera Guerra Mundial.
Fue entonces contratado por la casa de discos Víctor, a fin de neutralizar el auge de Roberto Firpo, en Nacional Odeón. Con Carlos Filipotto, como bandoneón y figura de su cuarteto, grabó una serie de placas dentro de las limitadas posibilidades de estilo propias de la época, aunque con cierta propensión melódica, que lo distinguió de los primitivos modos de ejecución. “El estagiario”, registrado en 1916, es un buen ejemplo.
Volvió luego a Europa, actuando en París en el afamado cabaret “El Garrón”, al que dedicó el tango homónimo, la más popular de sus composiciones. Dio a conocer también los tangos “Don Severo” y “Compadre Hachazo”.