viernes 23 de mayo de 2025

LOCALES | 10 jun. 2017

terrorismo de estado

Imelde Sans: la historia de una luchadora que vivió para contarlo

El testimonio desgarrador de una víctima del terrorismo de Estado. Escritora y abogada, sobrevivió a las prácticas militares más aberrantes sin perder jamás la dignidad.


Por: José Di Prinzio

La necesidad de repensar nuestro pasado reciente se vuelve vital para abordar rasgos que aún hoy sobreviven y nos atraviesan como sociedad.

El 24 de marzo de 1976 significó no solo la irrupción de las fuerzas militares y la consecuente violación de los derechos humanos, sino que fue además la oportunidad para que las mismas implementaran un sistemático proceso de desestructuración social que instaló el terrorismo de Estado. Un golpe, cínicamente denominado Proceso de Reorganización Nacional, impulsado por las Fuerzas Armadas que contó con la anuencia de las principales corporaciones empresarias (Sociedad Rural Argentina y Unión Industrial), de la jerarquía eclesiástica y de algunos partidos políticos que avalaron la llegada al poder de los uniformados. Una dictadura que, por un lado, profundizó su política represiva contra luchadores sociales, militantes gremiales, obreros y estudiantes dejando un saldo de 30.000 personas detenidas/ desaparecidas y miles de exiliados y que, por otro, implementó –Martínez de Hoz mediante– un plan económico que sentaría las bases para el desarrollo del neoliberalismo en nuestro país favoreciendo a los grupos concentrados (locales y extranjeros) y en claro perjuicio de la industria nacional y las economías regionales. Una etapa en la que se instauró, por detrás del disciplinamiento y la represión social, un modelo económico rentístico-financiero que terminaría socavando las bases sociales y productivas durante los años posteriores. El autodenominado Proceso no fue más que un macabro plan genocida que pregonó el peor individualismo y construyó un ‘otro’ anormal en la figura del subversivo. Un período oscuro en el que “algo habrán hecho” y “por algo será” fueron slogans de cabecera de la industria propagandística militar que se instalaron para siempre en el imaginario social de la época clausurando, de esa manera, la posibilidad de generar una resistencia social concreta ante la cacería indiscriminada de civiles. También en Junín la historia se escribió con sangre. El COART (Coordinadora de Arte) fue un importante movimiento artístico local y uno de los principales blancos de la dictadura durante los años de plomo.

La abogada y escritora local, Imelde Sans, fue partícipe de su gestación a fines de 1966 hasta su clausura en enero de 1977, mes en el que terminaría siendo detenida ilegalmente (por segunda vez) junto a otros 13 miembros por las fuerzas represivas que integraban militares del Comando de Artillería 101 y personal policial de la Comisaría Primera. Una maquinaria represiva que actuó no sólo al interior de los centros de exterminio sino también fuera de ellos provocando la destrucción de los lazos sociales, el aislamiento y el miedo colectivo.

El COART

Nunca se fue de su casa del barrio Las Morochas. La misma que le destruyeron en los dos allanamientos que sufrió y de donde la arrancaron detenida a mediados de los 70’s, continúa siendo su lugar en el mundo. La costumbre de la puerta sin llave quizás explique su lucha interna contra la idea del encierro y se vuelva un símbolo de la libertad que le fuera arrebatada en aquellos años.

“Mi vida era hermosa… tenía un vida maravillosa. Trabajaba en un estudio jurídico y al mismo tiempo estudiaba abogacía. Además tenía a mis hijos y toda una actividad cultural que desarrollaba y que me daba mucha felicidad. Estaba en el COART (Coordinadora de Arte) pero ya cantaba desde antes en el Coro Vocal Junín dirigido por Juan José Martín, un virtuoso que hacía unos arreglos increíbles para que termináramos cantando a seis voces temas maravillosos. Ensayábamos casi todos los días, incluso hicimos giras. Viajamos a México donde tuvimos una estadía espectacular. Lo disfrutábamos mucho. Esa época fue bárbara, iba con mis dos hijos pequeños a todos lados. Fui muy feliz y tenía una excelente relación con todo el mundo. El cambio que produjo en mi vida la detención fue abismal. Me llevaron, primero, en junio de 1976. Es una fecha que no puedo olvidar porque era el día de cumpleaños de mi nena, Paula. Y, la segunda vez, ocurrió en enero del 77’ que fue cuando me llevaron a San Nicolás. En ambos casos el proceso fue similar: te detenían, te interrogaban, te torturaban y vos no sabías por qué. No teníamos derechos, todos fueron violados, incluso el de defensa. Nunca tuvimos la posibilidad de que nos escucharan. Se duplica el sufrimiento en el momento en que pasás de vivir en una casa confortable y de tener una vida normal a estar en un calabozo que ya es, de por sí, una tortura importante porque significa la pérdida de la libertad además del maltrato al que estás expuesta”.

 

EL PELIGRO DE PENSAR

“El exceso de pensamiento provoca desviaciones”. Quizás ésta sea la frase que mejor sintetiza el ideario del golpe cívico-militar del 76’. Toda una definición acerca del proyecto genocida que derivó en la elaboración de listas negras de intelectuales, músicos, artistas, escritores y personas ligadas al arte en general. Una persecución despiadada que prosiguió con la censura, la quema de libros y el secuestro y la desaparición de 30 mil personas.

El 8 de junio de 1976, Imelde Sans fue detenida en su casa mientras festejaba el cumpleaños número 9 de su hija Paula. Un calvario que apenas comenzaba.

“En la primera detención lo pasé muy mal en la comisaría Primera (me enteré después que había estado ahí) porque no solo me maltrataron terriblemente sino que además estuve todo el tiempo atada a una silla y encapuchada. Estuve así una semana. En esos días estaba menstruando y pasé siete días sin poder higienizarme. No tuvieron un solo gesto de humanidad. Dicen que el cuerpo está preparado para soportar situaciones límites y yo lo comprobé después de pasar toda una semana sin comer absolutamente nada. De ahí me llevaron a un calabozo junto a otras mujeres en un espacio muy pequeño donde estuve veinticuatro días más. Lo llamaron a mi jefe para decirle ‘que cómo podía tener a esta mujer trabajando en su estudio’ y me dejaron en libertad. Fue toda una parodia montada para justificar lo que estaban haciendo. Además del daño físico y psicológico, en las dos ocasiones que allanaron mi casa, y me robaron todo lo que pudieron. Parecía que habían tirado una bomba. El placard estaba arrancado, lo mismo el empapelado y los pisos. Hasta en el jardín –como lo digo en un cuento mío– estaban las plantas con las raíces para arriba. Era un caos; se llevaron unas joyas, ropa y hasta la bebida que había. Las dos veces actuaron de manera conjunta, policías y militares. Ese período en la cárcel duró bastante y pasé lo peor que puedas imaginarte. Fue cuando casi lo matan a Ariel (de Siervo) que aún hoy no se puede componer del todo lo que pasó. A él le pusieron la picana en los dientes, una agresión sin sentido. Un día me venían bajando del lugar dónde nos torturaban para llevarme a mi celda –siempre encapuchada– y cuando llegué se acercó alguien con un plato de caldo, era la primera vez que nos traían comida. Justo cuando la persona que estaba conmigo me iba a dar de comer con una cuchara, entró alguien y le dijo ‘qué hacés, estás loco, no sabés que si le das comida después de la picana se puede morir’.  Mi pensamiento en ese momento era que nos iban a matar a todos. En ese estado, y como me habían sacado los anillos, le pedí al que estaba ahí conmigo si podía recuperarlos y llevárselos a mis hijos. Le dije ‘decile que los amé siempre’ casi como pidiendo un último deseo. Fue ahí cuando me dijo que se había terminado todo y que habían agarrado al que nos había denunciado, algo que nunca sabremos si fue cierto. Cuando salimos y nos sacaron las capuchas nos conocíamos todos; estaba Armandito (Álvarez), Rubén Américo Liggera, Di Sábato, Ana María Rinaldi y varios más. A uno de los policías lo conocía porque daba clases en un gimnasio donde yo iba. Previo a la liberación nos sometieron a unos interrogatorios insoportables e interminables en los que te preguntaban siempre lo mismo. Recuerdo que nos sacaron a una galería y adelante nuestro teníamos tanques con cañones apuntándonos. Una cosa ridícula, una parodia. Nos hicieron un daño terrible porque no solo perdimos el trabajo sino también las ganas de vivir por un rato y hubo quienes no se repusieron nunca más. El motivo por el cual me hicieron lo que me hicieron fue por mi relación con el ambiente de la cultura. Militábamos a través y por ella pero jamás en contra alguien ni tampoco poníamos bombas. En esa primera salida me llevó a casa de mis padres quien era mi jefe por entonces y el encuentro con ellos fue muy emotivo, no quiero recordarlo (se emociona). Fue del que más me costó recomponerme. Porque después de eso parecía como si no hubiese pasado nada. Salías en un estado de debilidad tal y tan destruida moral y físicamente que no eras capaz de pensar en nada. Hemos sabido de presos que fueron masacrados en campos de la zona. Si bien fue una cosa absolutamente traumática, tenía otra expectativa de vida que no fuera morirme en mi casa pensando en lo que me había pasado”.

LA RECOMPENSA

Tuvieron que pasar 39 años para que Junín diera su primer paso contra la impunidad. En febrero de 2015, después de tres meses de juicio y doce extensas jornadas de debate oral y público, el TOF N°1 de La Plata condenó a militares, policías y civiles por su complicidad en el genocidio perpetrado durante la última dictadura a nivel local. Una sentencia que trajo alivio a las familias de las víctimas y que le posibilitó a Imelde Sans reencontrarse con sus hijos desde la tranquilidad que solo da la verdad. A semanas de haber editado su nuevo libro, “Memorias de una ciudadana”, continúa buscando a través de la escritura esa libertad que alguna vez le fue arrebatada.

“Después que pasó todo formé un cuarteto con el que estuve unos cinco años. Terminé de estudiar, nunca dejé mi faceta artística y siempre escribí. Eso me salvó. Después tuvimos que aprender a convivir con la otra tortura, la social, porque para una parte de la sociedad éramos terroristas. El estigma social estuvo siempre. Recuerdo que, antes de liberarnos en la comisaría Primera, Mastandrea (Edgardo) intentó llenar las actas como se le cantó y no se lo permití. ‘Yo no dije nada de todo lo que usted puso acá así que por favor tache ahí o hágala de nuevo’. No me preguntes de dónde saqué la fuerza para hacerlo porque ni yo lo sé. Quizás sea ese sentido de supervivencia que todos tenemos guardado en algún lugar. A pesar de la locura que significó la tortura, traté de mantenerme fuerte todo el tiempo. Seguí trabajando con distintos abogados haciendo la parte profesional y con eso sobreviví. También hice yoga y terminé siendo instructora durante veintidós años porque de alguna manera tenía que vivir. Lo mismo me pasó con la cerámica que fue una verdadera terapia. El contacto con esas dos cosas me ayudó mucho. Lo que me dio el juicio fue una recompensa de tipo familiar porque recién en ese momento mis hijos (Gustavo y Paula) tomaron real consciencia de lo que nos había pasado. Me reencontré con ellos desde otro lugar. El hecho de saber que no fui una delincuente porque jamás perjudiqué a nadie. Remontar todo eso no fue fácil pero lo logré y seguí adelante con mi familia. Ese fue el vuelto que yo tuve, es algo que no se puede poner en valor porque es demasiado grande”.

LAS MEMORIAS DE IMELDE

El martes 28 de marzo, la autora presentó “Memorias de una ciudadana”, su nueva obra literaria. El evento se desarrolló en el Museo Municipal y participaron como oradores invitados Silvia Long-Ohni, Julio Ginzo y Luis Alberto Terroba. Entre sus publicaciones se destacan: “Tiempo” (1963), “Motivos de amor” (1968), “Paula” (1970), “Azul, antología de la nostalgia” (1982), “Milvia” (1984), “El colaborador” (1983), “Lirios blancos, rosas buenas” (1993), “Poemas anteriores” (2000), “Afectos y reproches” (2008), “Más allá de las palabras: historias brevemente contadas” (2010).

OPINÁ, DEJÁ TU COMENTARIO:
Notas Relacionadas
Más Noticias

NEWSLETTER

Suscríbase a nuestro boletín de noticias