

Por: Redacción Semanario de Junin
La laguna de Gómez seca no es lo peor que podría pasarnos, más allá del daño que genera en la biodiversidad y en la economía regional, además de bajar del ranking del miniturismo a una ciudad como Junín que siempre estuvo en o cerca del podio.
El riesgo mayúsculo está centrado en que se pueda seguir accediendo al agua de calidad para llevar a los hogares, o la disposición que tengan los miles de habitantes del distrito que aún sacan del pozo. Esta es la cuestión que debería preocupar a las autoridades de gobierno para prevenir, antes de tener el problema (gravísimo) encima.
De hecho, en este tiempo se han conocido varios productores ganaderos del distrito que tuvieron que realizar nuevos pozos subterráneos para dotar de agua de bebida a la hacienda, lo cual demuestra que las napas (lógicamente) han ido bajando debido a la falta de precipitaciones y la mala praxis respecto al manejo hidrológico de las lagunas que –desagüe descontrolado mediante- terminaron con mínimo caudal.
El ciclo primordial que nos permite abrir la canilla y tener agua es bastante conocido ya que ésta se extrae del subsuelo y se origina a partir de la infiltración del agua de lluvia; dicho fenómeno está vinculado al ciclo hidrológico, el cual está constituido por una sucesión de procesos que permiten que el agua llegue desde el mar hasta tierra firme a través de la atmósfera. Y, desde tierra firme, el agua retorna –con relativa demora– nuevamente al mar por vía superficial o subterránea y, en parte, también, a través de la atmósfera.
Precisamente, tal como lo explica un trabajo de los grupos CREA, el agua que se infiltra, luego de satisfacer la necesidad de humedad de la franja del suelo, prosigue su descenso como agua gravitacional y alcanza el nivel freático, convirtiéndose en recarga efectiva del agua subterránea. De esta manera se llega al concepto de acuífero, mediante el cual se hace referencia al conjunto agua-sedimento capaz de erogar caudales aprovechables por el hombre tanto en calidad como en cantidad.
Si se efectúa un balance hidrológico global, aproximadamente el 70% del agua precipitada se evapotranspira (este proceso incluye en forma conjunta al agua que se evapora en cuerpos superficiales y la que transpiran los vegetales), mientras que otro 10% se convierte en escurrimiento superficial y el 20% restante se infiltra.
Si tenemos en cuenta las características meteorológicas de los últimos tres años podría estimarse que debido a la falta de lluvias y disminución de las áreas lagunares, sumada la matriz de producción granaría que favorece el escurrimiento, la infiltración pudo haber sido menor al 20% teórico. Sin embargo, no ha habido información oficial respecto a que se estén monitoreando los acuíferos, que resultan vitales para la comunidad.
Si bien generalmente, se destaca como recurso hídrico estratégico al agua superficial, sin embargo, es el agua subterránea el recurso hídrico estratégico más importante.
Basta señalar que más del 90% de los centros urbanos de nuestro país logran su aprovisionamiento del recurso a partir de la explotación de agua subterránea. Algo similar ocurre con la mayor parte de los emprendimientos agropecuarios.
El hidrogeólogo Jorge Mugni, explica que en “el ambiente Noreste de la provincia se presentan dos acuíferos principales, separados por un nivel arcilloso, que limita –pero no impide– la vinculación hidráulica entre ambos: uno superior, de característica libre y espesor promedio de 50 metros, y otro inferior, semiconfinado y con una potencia de unos 30 metros”.
Estos dos acuíferos se desarrollan en la denominada zona núcleo maicera de la provincia (partidos de San Antonio de Areco, Carmen de Areco, Rojas, Salto, Chacabuco, Chivilcoy, Capitán Sarmiento, Pergamino y parte de Junín.
Nuestro distrito también tiene un área relacionada con las “lentes de agua dulce”, que conforman el tipo de acuífero que caracteriza a todo el ambiente hidrológico del Noroeste de la provincia de Buenos Aires y constituyen la única fuente de agua dulce tanto para el abastecimiento poblacional como para los emprendimientos agrícolas-ganaderos.
El riesgo mayúsculo está centrado en que se pueda seguir accediendo al agua de calidad para llevar a los hogares
EN RIESGO
El año pasado, el por entonces candidato y ex secretario general del gobierno petrequista, Luis Chami, presentó el pedido de una medida cautelar (que fue rechazada por la justicia) para preservar los ambientes lacustres y también el agua potable, solicitando se conforme el comité de cuenca que permanece acéfalo y sin actividad a pesar de la situación de sequía.
La semana pasada, el presidente del bloque de concejales de Unión por la Patria, Pablo Petraglia, le solicitó al intendente Petrecca que convoque a la “Mesa del Agua”, que con “bombos y platillos” el alcalde presentó para la foto hace más de dos años y no volvió a llamarla.
El gobierno de Junín tiene un déficit de profesionales en las respectivas áreas y no cuenta con personal idóneo en materia de hidráulica a pesar de la importancia que reviste el tema para el distrito y la situación actual.
Por otra parte, los meteorólogos no se ponen de acuerdo a nivel internacional respecto a si proseguirá el fenómeno de El Niño, que no ha sido suficientemente generoso en la región con las precipitaciones o se vendrá otra Niña con sus escasos y nulos milímetros de lluvia.
Varios ganaderos ya entendieron que el agua escasea en las napas y que la recuperación de éstas no está a la vuelta de la esquina.
Claro que, una cosa sería llegar a una complicación severa al quedarse sin agua y tener que trasladar la hacienda a otros lugares y otra, caótica e imprevisible, sería no contar con agua de calidad para la gente. Lo que pareciera un relato de ciencia ficción adquiere relevancia al analizar el escenario real, seriamente y sin milagreros de cotillón.
¿Se puede hablar de “agua segura” en Junín, atravesada por la presencia de nitritos, nitratos y arsénico?
AGUA POTABLE O AGUA SEGURA
Y mientras miramos por la “cantidad” de agua hacia futuro, como necesaria previsión ante las situaciones climáticas, es menester considerar también la “calidad” del agua que consumimos en Junín a través de la red domiciliaria.
Para ello debemos conocer lo que es el “agua potable”, respecto del “agua segura”, algo que aclara María del Carmen Rojas, arquitecta, doctora en Demografía e investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones Geohistóricas.
Rojas explica la diferencia entre el concepto de agua segura, que es “agua apta para el consumo humano, de buena calidad y que no genera enfermedades producto de un compromiso comunitario”, frente a lo que es el agua potable: “agua salubre y disponible en cantidades suficientes para la higiene personal y los fines domésticos, así como también, para cocinar y beber”.
Y aclara que, si bien “no existe un relevamiento de la cultura hídrica que diga cuánta gente accede al agua segura en Argentina, este concepto aún necesita mucho trabajo territorial para instalarse”. “Es la cultura la que va a determinar la calidad del agua –advierte la científica-. Y, en la gestión del agua, lo que está debajo, en lo profundo: no se trata. La gestión del agua, generalmente, remite a lo que el Estado y sus instituciones hacen con el agua, y la cultura del agua es lo que cree y hace la gente”.
“Esta ruptura y distancia entre el Estado, sus instituciones y la gente generan un espacio de conflictos y armonías con el que debemos trabajar para tender puentes hacia un proyecto común. Sin cultura hídrica, no puede darse un cambio en la gestión del agua para que sea segura”.
De esta manera, arrecian los interrogantes en nuestra ciudad
¿Se puede hablar de “agua segura” en Junín, atravesada por la presencia de nitritos, nitratos y arsénico?
Lo que pareciera un relato de ciencia ficción adquiere relevancia al analizar el escenario real, seriamente y sin milagreros de cotillón
Ni uno de los pedidos de informes en el Concejo ha respondido el Ejecutivo referidos a la calidad del agua que se reparte en las redes domiciliarias, cuando la historia indica incluso fallos judiciales de la época de la gestión de Mario Meoni, que impulsaban mejoras en el tratamiento.
Ahora, la situación se hace mucho más compleja y peligrosa, ya que ante presunta disminución del caudal que llevan las aguas subterráneas, la presencia de elementos contaminantes crecen exponencialmente en cuanto a porcentajes.
Aún así, el silencio gubernamental y la falta de acciones frente al alerta resulta realmente preocupante, ya que el riesgo es evidente, aunque “no lo vean”.