

Por: Ismael A. Canaparo
La revista quincenal “Mengano” apareció en Buenos Aires en septiembre de 1974. Su origen se remonta a la clausura de “Satiricón”, que provocó una diáspora en la redacción, cuyos integrantes derivaron a otros proyectos, como “Chaupinela” y “Mengano”. En este caso, fue recibida por el famoso editor Julio Korn, propietario de una empresa multimedial que incluía las publicaciones “Radiolandia”, “Antena”, “TV Guía”, “Goles”, “Vosotras” y “Anteojito”. “Mengano” intentó eludir la censura soslayando en general los temas vinculados al sexo y a la política. Aún así padeció persecuciones y sanciones.
Su director, Carlos Marcucci, declaró que “planeamos hacer un “Satiricón” menos sucio y tendríamos que haber hecho un “Rico Tipo” más moderno”, según el testimonio recogido por Siulnas en su Historia del humor gráfico y escrito en la Argentina. A Marcucci lo acompañaron Martín Mazzei y un equipo creativo integrado, a lo largo del tiempo, por figuras como Lorenzo Amengual, Alberto Bróccoli, Alejandro Dolina, Aquiles Fabregat, José María Jaunarena, Carlos Killian, Jorge Limura y Carlos Trillo. Osvaldo Soriano firmó artículos con su nombre y con el seudónimo de Max Ferrarotti: muchos de estos textos todavía no han sido rescatados en libro.
La revista se abría con Inodoro Pereyra, el “poema telúrico” de Fontanarrosa, que convertiría a su personaje en el gaucho más famoso de la historieta argentina. Quino hacía un año que había dejado de dibujar Mafalda, y para “Mengano” en cada número desarrollaba una historieta a página completa. Osvaldo Soriano publicaba dos columnas por entrega, una de carácter político, bajo el seudónimo de Max Ferrarotti, y la otra, firmada con su nombre, podía tratar de los temas más diversos: Los Tres Chiflados, Guillermo Vilas o un canto de amor a Brigitte Bardot.
Mara Burkart en su estudio “De Satiricón a HUM®. Risa, cultura y política en los años setenta”, señala que “Mengano” tuvo una venta inicial de 100.000 ejemplares, que bajó hasta estabilizarse en 20.000, en el marco de una disminución del consumo cultural por la censura, la autocensura, las amenazas y listas negras. Tanto “Mengano” como “Chaupinela”, “desplegaron una estética similar en sus tapas, apelaron a un estilo realista y su rasgo distintivo fue el fondo blanco sobre el cual resaltaba la figura del personaje caricaturizado con trazos bien definidos, pintado con colores fuertes y nítidos”. Las tapas satirizaron a figuras de la actualidad, como Susana Giménez, Leonardo Favio, Carlos Monzón, Mirtha Legrand, Astor Piazzola, Sandro, Alberto Olmedo, Álvaro Alsogaray y otros. Sólo en la última etapa mostraron un esbozo de sátira política.
El adverbio de su lema original, “La mejor revista de humor, modestamente, fue cambiando en la sucesión de los números: lamentablemente, calurosamente, afortunadamente, rabiosamente, bárbaramente, curiosamente, estúpidamente, miserablemente”. En la enumeración del staff la revista solía apropiarse de canciones y refranes populares: “Tenemos un equipo / que es una maravilla, / escribe la revista / sentado en una silla”; “En la oficina borombombom / de Menganlto borombombom / los redactores borombombom / tocan el pito borombombom”.
Pese a su escasa difusión posterior, “Mengano” significó una etapa importante en el desarrollo del humor gráfico argentino, como puede advertirse cuando se repasa su extraordinario equipo de colaboradores, entre quienes se destacaban Alberto Breccia, Quino, Mordillo, Oski, Caloi, Sanyú, Viuti, Geno Díaz, Donizetti, Fati, Jorge Halperín, Ceo, Crist, Ricardo Parrotta, Aldo Rivero y muchos más. Roberto Fontanarrosa publicó aquí numerosos episodios de su personaje Inodoro Pereyra. Como para otras revistas, el advenimiento de la dictadura significó el cierre definitivo. “Mengano” publicó su último número, el 43, en abril de 1976.
Bibliografía: Archivo Histórico de Revistas Argentinas.
OSVALDO SORIANO, SIEMPRE EL GORDO
El periodista Angel Berlanga escribió una hermosa nota sobre Osvaldo Soriano (“El gran pez”), publicada en el suplemento Radar de Página/12, el 29 de enero de 2012. En un fragmento, habla de la conexión de El Gordo con “Mengano”:
“La literatura argentina es muy solemne, se toma muy en serio –solía decir Soriano–. Le falta épica y sentido del humor”.
Se sabe que al Gordo eso le sobraba. En las novelas y, con el correr de los años, en el periodismo también. A comienzos del ‘74, todavía en simultáneo con su tarea de redactor en “La Opinión”, Soriano empezó a escribir en “Mengano”: su impronta, ahí, es sobre todo humorística. En ese quincenario firmaba como “Max Ferrarotti” unos artículos que tenían como protagonista al propio Ferrarotti, un periodista metiche y atorrante que andaba en altas y turbias esferas: es el antecedente grotesco –todavía algo verde–- de la “Llamada Internacional” que publicaba en los veranos en Página/12, con ese corresponsal que escribía por encargo sobre el menemismo para el “Créase o no”.
En las entrelíneas de estos textos quedan bien a la vista los mecanismos de relación entre prensa, política y poder, esas ligazones tan iluminadas hoy. Esos artículos eran pura joda sobre asuntos que en los medios se trataban en serio, retratos y caricaturas a la vez. Eso aparece, también, en las notas al pie sobre Jacobo Timerman en “Artistas, locos y criminales”, el libro en el que recopiló, ya en los ‘80, artículos que había publicado en “La Opinión” una década atrás”.