lunes 7 de julio de 2025

LOCALES | 19 abr. 2024

NOTA DE TAPA

El pancismo del Concejo en la ciudad de Petrecca

Frente a una gestión municipal ineficiente, con una ciudad arruinada por las obras sin finalizar y el descontrol sobre las ya inauguradas, los ediles se dedican a debatir temas nacionales donde no tienen posibilidad alguna de interferir, dejando a los vecinos en el más absoluto desconcierto.


Por: Redacción Semanario de Junín

NOTA DE TAPA PUBLICADA EN LA EDICIÓN IMPRESA Y EDICIÓN DIGITAL Nº 405 DE SEMANARIO DE JUNÍN. CORRESPONDE A LA SEMANA DEL13 AL 19 DE ABRIL DE 2024

Más allá de llevar adelante las comunicaciones, proyectos y el tratamiento de las ordenanzas, el Concejo Deliberante es el órgano de control y fiscalizador del Ejecutivo Municipal a través de solicitar informes y explicaciones a sus funcionarios y funcionarias.

Sin embargo, durante la gestión de Pablo Petrecca y luego de obtener la mayoría en el recinto, el Ejecutivo transformó al cuerpo en un mero ente administrativo a partir de encolumnar al oficialismo a los caprichos del alcalde, todo ello con la colaboración desanimada de una oposición quebrada en la alianza de Unión por la Patria y la franca minoría de los dos concejales de la Libertad Avanza, que además buscan hacer pié en un terreno que desconocen.

De este modo, el Concejo se transformó en un ámbito donde por momentos muestra una pseudo unidad a la hora de rechazar las políticas nacionales, votando retóricas simbólicas por mayoría, sin ocuparse de los verdaderos problemas locales, allí donde los “levantamanos” dejan de lado a sus propios partidos para seguir acicalando la falacia cotidiana.

Los concejales existen para declamaciones pintorescas, como si se tratara de un panel de “hablemos sin saber” donde se vierten opiniones sin sustento acerca del futuro del transporte ferroviario o la obra pública, sin poner el foco en las calamidades propias que debemos soportar como distrito por la inoperancia de la gestión de gobierno.

EL DESCONTROL

Es llamativo que ni la oposición ni el oficialismo hayan puesto el foco en la falta de control de la obra púbica finalizada, como el caso del asfalto de las cuadras en la Avenida La Plata inaugurado el año pasado y que comenzó a romperse, o la obra del espigón con serios vicios y terminaciones.

Como si fuera poco, resulta irresponsable la falta de preocupación en el recinto por la obra púbica más importante y cuantiosa de las últimas décadas en Junín como lo es la terminal (interminable) de ómnibus, donde se cuentan irregularidades tanto en el tiempo transcurrido hasta su final de obra, como en los sospechosos recursos utilizados que más adelante describiremos.

Y así como nadie preguntó en 12 años porqué la pista del aeródromo había sido inhabilitada, cuando un poco más atrás hasta descendían aviones Hércules, el gobierno de Junín y la dirigencia se sumerge en el pancismo puro, esa tendencia a mirarse su propio ombligo con tal de no salir de la zona de confort.

Llama la atención que en un municipio que se jacta de transparencia no exista en el Concejo una comisión multidisciplinaria para evaluar tal situación

NECESIDADES

Los yerros del Ejecutivo respecto a las obras públicas debieran obligar no sólo al contralor de la calidad sino también a la del manejo de los recursos obtenidos de fuentes gubernamentales superiores.

Llama la atención que en un municipio que se jacta de transparencia no exista en el Concejo una comisión multidisciplinaria para evaluar tal situación.

En otras localidades, la respuesta de los órganos deliberativos frente a situaciones similares ha sido instantánea. Por caso en Rosario en 2017 frente a las fallas que presentaban las obras, resolvieron crear un “Comité Municipal de Control de la Obra Pública”, que en la órbita de la Secretaría de Obras Públicas llevara adelante un control exhaustivo de los trabajos y que se cumplieran las especificaciones técnicas de cada proyecto.

Bien podría entonces llevarse adelante un proyecto similar en Junín, con personas idóneas en materia de proyectos, protocolos, materiales, presupuesto, maquinaria y tiempos necesarios para la obra pública, con el objetivo de llevar a buen puerto lo que queda por hacer (y que es mucho).

Un comité de estas características podría consultar a organismos externos como la asociación y colegio de arquitectos e ingenieros, obtener informes de la cámara de corralones y mantener relación con quienes están a cargo de la inspección a nivel nacional y provincial.

Claro está que significará un esfuerzo por parte de los ediles, pero se supone que cuando asumen figurar en una boleta electoral, lo hacen con el convencimiento de dar todo de sí a favor de su comunidad.

El comité bien podría controlar exhaustivamente que las obras se hagan conforme al proyecto presentado originalmente y cumpliendo las especificaciones técnicas que garanticen la calidad, así como informar a la dependencia correspondiente en caso de incumplimientos, para que se penalicen y exijan reparaciones a la empresa contratista, logrando así mayor efectividad en las obras.

De hecho, sería importante, por ejemplo en el caso de la terminal de ómnibus, citar a los directores de obra de la anterior gestión para conocer si se ha cumplido con el contrato que originalmente se pactó con la empresa Rowing, la encargada del proyecto cuya finalización permanece en ascuas. Vale recordar que tanto la entrega de la pista de atletismo, como la del edificio de calle Liliedal que sería destinado a biblioteca y terminó en Centro de Observación y Monitoreo (COM) se ocupó por parte del municipio cuando todavía estaba la obra sin finalizar y no hubo un control respecto a si se había cumplido con lo pactado.

Sería valedero también que el comité pueda controlar cada obra en ejecución y a su vez, realizar una revisión total de las obras públicas realizadas en los últimos años con fondos nacionales, provinciales y también municipales.

Del mismo modo, llevaría adelante las actuaciones para dar solución a las tareas que quedaron en el camino, como las unidades habitacionales sin terminar, la travesía urbana en la ruta nacional 7, las colectoras de la 7 y la 188 y claro está el paso bajo nivel de la avenida Rivadavia, entre tantas otras.

De la misma manera se podría –en tiempos de libertarios- poner nuevamente a debate la ordenanza municipal 5131 de “Iniciativa privada” votada por unanimidad en 2006 y que trajo aparejada la presentación del proyecto en 2012 para la nueva terminal de ómnibus a cambio del predio de la vieja estación de Winter y Rivadavia.

Durante la gestión de Pablo Petrecca y luego de obtener la mayoría en el recinto, el Ejecutivo transformó al cuerpo en un mero ente administrativo

SOSPECHAS A DESPEJAR

El año pasado, en otra de las tantas promesas de campaña, el Ejecutivo municipal que comanda Petrecca dijo que la terminal estaría finalizada en los primeros meses de este año (¿de cuál?) y el por entonces secretario de Obras Públicas, hablaba de la falta de “detalles”.

Ya cumplidos ocho años de haber recibido la obra en plena ejecución y consumido un cuarto de este 2024, no hay tareas en el lugar y el abandono resulta inexplicable.

En un artículo publicado en octubre pasado, SEMANARIO planteó que había inconsistencias en el pedido de un subsidio que había hecho la municipalidad al por entonces ministro de Transporte Mario Meoni para finalizar la obra de la terminal, porque se habían solicitado materiales que ya existían en el contrato firmado con Rowing, la empresa encargada de la construcción y que recibiría a cambio el predio de la vieja terminal.

Entre lo llamativo (y disparatado) del pedido, figuraban materiales destinados a llevar a cabo la instalación eléctrica del lugar, sin embargo, ya se había realizado la prueba de luces. Algo insólito.

Mientras Petrecca y Balestrasse pedían un subsidio para “tablero general, los tableros seccionales, la puesta a tierra del pararrayos, la fuerza motriz, la instalación y tableros del grupo electrógeno, el conjunto de bombas contra incendio y el tablero eléctrico del mismo, además de los ductos para la calefacción”, las luces del interior ya estaban encendidas.

Si en declaraciones a la prensa en 2019, Balestrasse dijo que “la parte de Rowing estaba terminada”, quiere decir que se realizaron todas las inspecciones de obra y comprobado que nada faltaba ejecutar o colocar y que “todo” funcionaba perfectamente ¿por qué entonces en 2020 elevaron un pedido de materiales a Meoni que en ese momento sumaba 19 millones de pesos y a valor de hoy serían casi 100 millones?

De haber existido un comité o un interés real del control de la obra pública, los ediles podrían haber solicitado (y todavía están a tiempo de hacerlo) un pedido de informes sobre los desembolsos de toda la obra llevada a cabo.

La cuestión no es para nada compleja ya que las obras se certifican mensualmente. El director de la obra por parte del municipio verifica lo que está hecho y realiza lo que se conoce como “medición de obra” donde vuelca lo efectuado en función de la lista de trabajos minuciosamente detallados en el contrato.

En función de ese informe y lo efectuado, se le va abonando a la empresa contratista motivo por el cual se realiza lo que se denomina un “certificado de obra”.

Contaduría municipal realiza el pago luego que le haya llegado el informe, por lo tanto debiera estar todo archivado y listo para exponerlo en el caso de que sea solicitado por los concejales.

En el caso de que los ediles sean legos en la materia y no estén capacitados para determinar las acciones llevadas a cabo, bien podrían convocar a un especialista en obra públicas, al cual le llevaría poco tiempo determinar si se cumplió con lo pactado.

Conocer si el municipio recibió el subsidio por algo que ya corría por cuenta de la empresa constructora no es un hecho menor en materia de transparencia, sin embargo tras el artículo de SEMANARIO no hubo más que silencio y por cierto, desaprensión.

Pero aun si el municipio no hubiera cobrado ese subsidio, se trata de verificar que “todas” las obras previstas en el contrato se hayan cumplido tal como estaba estipulado y que no se hayan dejado algunas sin realizar, lo cual sería otra estafa, porque a la empresa no se le pagaba con dinero por lo realizado sino con un predio el de la vieja estación de colectivos. Por lo tanto, no tenía otra posibilidad que cumplir con todo lo escrito.

Y mientras se debiera controlar que se haya cumplido con cada “coma”, también debiera haber una verificación “transparente” respecto a la calidad de la obra realizada.

En Rosario resolvieron crear un “Comité Municipal de Control de la Obra Pública”, que en la órbita de la Secretaría de Obras Públicas llevara adelante un control exhaustivo de los trabajos

Sería realmente una demostración de ética y compromiso político con la ciudadanía que fueran los tres bloques los que elevaran el pedido de informes y aprobarlo en forma unánime.

Y en el caso de que el Ejecutivo no lo contestara, algo que acostumbra hacer con ese tipo de trámites, la denuncia debiera ir directamente a la justicia tanto ordinaria como federal, ya que hay en juego inversiones realizadas por el gobierno nacional.

Por otra parte, y como advertíamos más arriba, hay trabajos realizados por cuenta del municipio petrequista con fondos nacionales o provinciales que son realmente un fiasco, como lo ya señalado respecto al asfaltado de calles, como en la terminación del espigón y que no resistirían la aprobación de obra siquiera por parte de un neófito. Lo mismo se observa en la terminación de complejos de viviendas que desde hace años se llevan a cabo en “cuentagotas” y es de esperar, que semejante descalabro no se vea manifiesto también en la terminal de ómnibus que al día de hoy más se asemeja a un “monumento a la burla” por parte del estado municipal hacia los juninenses.

Y mientras que con argumentos ciertamente razonables desde el Concejo se reclaman acciones a los gobiernos provincial y nacional en la supuesta “defensa de los vecinos”, cae por gravedad el interrogante de mayor simpleza ¿y por casa, cómo andamos?

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