lunes 9 de junio de 2025

CULTURA | 8 may. 2024

RECUERDOS CACHUZOS

Cuando el Flaco Morán hizo estremecer los cimientos del Ambos Mundos

Alcanzó dimensiones épicas por su obstinada militancia tanguera, que desafió la cárcel y las prohibiciones a las que se expuso su Gran Maestro Osvaldo Pugliese.


Por: Ismael A. Canaparo

Una especie de ilusión mágica lo había puesto en el lugar de los inmortales, de aquellos que no tienen que morirse. El deseo se derrumbó ante la realidad y Alberto Morán partió rumbo al Olimpo en el que, entre otros grandes, lo esperaban Julio Sosa, Fiorentino, Roberto Chanel, Enrique Campos, Angel Vargas y Floreal Ruíz. Todos, de algún modo, siguieron la senda marcada por el bandoneón rezongón de Ciriaco Ortiz, inspirador del Gordo Troilo. El Flaco alcanzó dimensiones épicas por su obstinada militancia tanguera, que desafió la cárcel y las prohibiciones a las que se expuso su Gran Maestro Osvaldo Pugliese. Pero ante todo, fue un cantor fuera de serie, en más de un sentido. El 16 de agosto próximo se cumplirán 27 años de su muerte.

Alto, flaco, pintón, provocó la admiración de las mujeres desde que pisó por primera vez un escenario porteño. Su poderosa atracción no tenía solamente como centro su seductora figura, sino que también provenía de una voz inconfundible, de impar estilo. En un tiempo en el que el panorama tanguero contaba con voces privilegiadas que no se parecían entre sí (Alberto Marino, Roberto Chanel, Jorge Casal, Roberto Rufino, Alberto Podestá) no era poco mérito destacarse con luces propias. Morán llegó a ocupar el singular espacio de los triunfadores, a punta de sensibilidad y temperamento.

En rigor, fueron diez años que cambiaron el tango. De 1945 a 1954, Morán quedó “solidificado” a la orquesta de Pugliese, era un instrumento más de ella. Separarlos resultaba imposible. Hasta el pueblo peronista se rindió a la calidad del pianista y a la magia incomparable del cantor, mientras los dirigentes de “arriba” los perseguían. Para vencer les bastó, apenas, un “Yuyo Verde”.

Con el director del clavel rojo grabó 54 temas desde enero de 1945 hasta marzo de 1954. Pero el éxito logrado no tuvo su correlato en lo económico y esto hizo que la relación con Pugliese no fuera la mejor, según cuentan los historiadores Néstor Pinsón y Ricardo García Blaya.

“Maestro, ¿cuándo me va a sacar del pasto?”, le planteó Morán a Pugliese, luego de un largo camino de gloria, que comenzó en 1945 con la grabación de “Yuyo Verde”, al que seguirían éxitos memorables, tales como “Maleza” y “El abrojito”. Eran años difíciles para la orquesta, pero El Flaco contribuyó notablemente para asegurarle al conjunto la extraordinaria adhesión popular que lo sostuvo, a pesar del silencio y la prohibición radial.

Pugliese siempre priorizó las páginas instrumentales sobre los temas cantados. Nunca ocultó esa predilección. Sin embargo, por su orquesta pasaron una veintena de cantores, muchos de los cuales dejaron un enorme recuerdo, en virtud de éxitos extraordinarios. Cuando formó su orquesta, en 1935, llevó a Amadeo Mandarino, que fue su primer vocalista. Desde 1964, hasta su última presentación, Abel Córdoba fue el cantor de más larga permanencia: 31 años.

La época de la dupla Alberto Morán y Roberto Chanel, resultó inolvidable. Varios de los temas que ellos interpretaron se convirtieron en sucesos, primero, y en clásicos después.

Morán, con Pugliese, se presentó varias veces en nuestra ciudad. Los escenarios fueron distintos: el Club Junín, Prado Español, Círculo Italiano, Ambos Mundos y Sarmiento. Pero fue en el escenario itálico de la calle Primera Junta donde El Flaco alcanzó su dimensión más frenética, apuntalada por sus fanatizados seguidores. Cuando llegó la orquesta en un viejo ómnibus Mercedes Benz, nadie –ni el propio Pugliese- tuvo dificultades para acceder a las instalaciones del club, excepto Morán. La gente se agolpó, quería tocarlo, saber si era de carne y hueso. Estuvo casi una hora sin poder bajarse, mientras “La Yumba”, “Mala Junta”, “Recuerdos” y “Malandraca” hacían tiempo y, de paso, suspirar a más de uno. El Negro Mela resultó el salvador de la situación y el responsable de que muchos se conmovieran cuando la orquesta arrancó con “San José de Flores” y el cantor llegó al micrófono abriéndose paso entre la muchedumbre.

Morán, junto a Pugliese y Roberto Chanel.

Allá por 1953 eran tiempos de dominio absoluto de Sarmiento en el fútbol local, después de los cuatro títulos sucesivos de Moreno desde el ´46 al ´49 y también del ´51. La entidad verde, desafiando a la Liga, incluía jugadores con doble afiliación. Todo un equipazo, con Burgos; Muñoz y Pérez; Rosales, Basso y Baldo; Crego, Verón, Giménez, Cárdenas e Izzi. Moreno ese año formaba nada menos que con Pérez; Sacco y Rey; Inglese, Pose y Tomeo; Tedesco, Ibarra, Marchesi, Impalá y Barreiro. Eran momentos de profesionalismo, además. Ese sábado del ´53, mientras Alberto Morán se preparaba para recibir en Ambos Mundos la ovación de los juninenses, por la tarde Sarmiento destrozaba a Excursionistas con tres golazos del Coco Pelli, dentro de un ataque con “olor” netamente localista: Carini, Vargas, Costa, Madama y Pelli. Eran tiempos que en la quinta de los “panzas verdes” (como llamaban los contras a Sarmiento) empezaba a surgir un ignoto chiquilín esmirriado, de apellido Barrionuevo, al que llamaban Taqueta.

El Flaco fue todo un maestro del matiz y la emoción. Frecuentó mucho a Expósito, especialmente con registros inolvidables, como “Cafetín” y “Yuyo verde”, alcanzando también éxitos arrasadores con “Desvelo”, “Una vez”, “Frente a una copa”, “Demasiado tarde”, “Por qué no has venido”, “Hacelo por la vieja” y “Barro”, entre los 48 temas que grabó con Pugliese. Morán, desde un estilo muy personal y apelando a la seducción, buscó cantarle a la gente, conectándose con sentimientos, en lugar de enfatizar con sus aptitudes vocales, que las tenía a raudales.

Un consejo para no correr el peligro de caer en la trampa de algunos compactos totalmente descartables y provisionales, con versiones tardías. Es realmente injusto para Alberto Morán oírlo en su declinación. Lo justo sería apreciarlo en toda su plenitud, tan irresistible que los “muchachos peronistas” no tuvieron más remedio que perdonarle su incondicional adhesión al “contrera” Pugliese.

Morán se subió al podio de los que son eternos como el sol, de los que dejan huella. Cantaba con la misma modestia con que hablaba: su voz era sutil, sugerente, con un mensaje dramático, sin desmedro de profundidad y sutileza. ¿Quién dijo que la muerte, a tantos años de distancia, acalla voces y apaga sentimientos?

 


 

 

NO SE RESIGNÓ AL PASO DEL TIEMPO


 

 

“Desde el punto de vista técnico, la etapa con Pugliese es la más rescatable, tanto por la frescura de su voz juvenil como también por un fraseo delicado que luego abandonaría en su etapa de solista. Las interpretaciones de “La mentirosa”, de “Quiero verte una vez más” y de “Desvelo (De flor en flor)”, son ejemplos.

Cuando se retira y forma su orquesta que dirige el pianista Armando Cupo, comienza su declinación, pero el éxito sigue siendo desmedido, y ya pasados los 70 años, cuando no era ni una mala imitación de lo que había sido, seguía despertando aplausos y vítores.

Con Armando Cupo grabó 46 temas, desde agosto de 1954 a mayo de 1959. Luego volvieron a juntarse entre 1968 y 1970 sumando 24 títulos más. Sus grabaciones suman un total de 152 registros.

El Tano Morán murió pobre, amargado y sin resignación al paso del tiempo y a los cambios que este ocasiona, envuelto en una profunda depresión. No obstante, el cariño de sus consecuentes admiradores que lo aplaudieron hasta el final”. (Néstor Pinsón/Ricardo García Blaya).

 

 

 

 

 

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