

Por: Redacción Semanario de Junín
Xul Solar fue un hombre conocido como ocultista, astrólogo, pintor, músico y escritor y fue único en la historia del arte argentino por el tipo de búsqueda vital y espiritual que construyó, por la cantidad de disciplinas y campos de conocimiento que dominaba, y por su compleja producción artística y lingüística.
Xul, que vio la luz con el nombre Oscar Alejandro Schulz Solari, en 1887 y murió en 1963 en el Delta del Río Paraná, en la provincia de Buenos Aires, fue un ciudadano universal. Habitó distintos suelos y en todos dejó huella; fue artista plástico y un precursor e inventor sin precedentes.
Comenzó sus estudios primarios en la escuela N° 1 de Tigre y los terminó en el Colegio Franco Ítalo Argentino. Luego, inició la secundaria en el Colegio Inglés, pero al año siguiente su familia se mudó a la Capital Federal y siguió estudiando en la Sección Norte del Colegio Nacional de Buenos Aires.
Alejandro pintaba, escribía, leía y disfrutaba con gran sensibilidad de diferentes expresiones artísticas, sobre todo de la música, una pasión que había heredado de su abuelo compositor. Estudió violín, pero dejó de tocar porque se dislocó un hombro al caerse de un caballo; cuando terminó el colegio se anotó en la carrera de arquitectura, pero la dejó dos años después; tras ello, fue empleado municipal en la ciudad de Buenos Aires pero duró poco en ese trabajo.
Su espíritu inquieto le decía que había algo más allá, que la vida tenía otros planes para ofrecerle y que él podía darle al mundo aún mucho más, pero esa búsqueda lo impacientaba; y en 1912, con 25 años, decidió emprender un viaje a Europa convencido de convertirse en monje tibetano. Alejandro se embarcó el 5 de abril de ese año con una curiosidad voraz, y volvió a la Argentina 12 años después, en 1924, ya transformado en Xul Solar.
Reconocido entre los grandes vanguardistas de su época, forjó una gran amistad con Jorge Luis Borges, quien lo recordó como el hombre infinito
En su diario de juventud escribió: “Embriagado de algo de música y de pasión orgullosa, anoche proyecté seguir mi música propia; esta mañana quise fundar una nueva religión sobre mi arte y crear un mundo para mis seguidores”.
Ya en Europa, el primer destino fue Londres, pero enseguida viajó a París y de allí a Turín, ciudad en la que permaneció durante varios meses. En ese período europeo antes de la Primera Guerra, Xul conoció a otros artistas, visitó museos y galerías, librerías y bibliotecas; participó de reuniones religiosas y filosóficas, se volcó al estudio, a la investigación y a la astrología.
Para sobrevivir, vendió retratos callejeros, ilustró libros y revistas, diseñó mosaicos, muebles, creó títeres, escenografías para teatros y decoró vidrieras. Mientras tanto, asistía a las academias en las que podía tomar clases pagando un precio muy bajo.
Durante la guerra, cosió bolsas en París con mercadería para el frente de guerra, pero también aceptó las invitaciones de familias acaudaladas y la ayuda de funcionarios. Trabajó durante un tiempo en el consulado de Argentina en Milán y en el de Munich.
Xul Solar no solo pintó. Ilustró y creó cartas de tarot, fabricó títeres para adultos, participó de proyectos arquitectónicos y diseñó nuevas versiones de instrumentos musicales
En 1924, y después de 12 años en Europa, decidió regresar a la Argentina junto a Pettoruti. Llegó luego de conocer al ocultista inglés Aleister Crowley, quien le transmitió el método para lograr visiones a través de los hexagramas del I-Ching, de estudiar el Tarot, las leyendas celtas y la Edda Mayor, la Cábala y el Corán, las fuentes del hinduismo, el budismo y los cultos de la América precolombina. Todos esos mundos después se hicieron presentes en acuarelas como Tlaloc, en sus lecturas pictóricas del Tarot y en sus versiones luminosas del Zodíaco.
A Xul lo apreciaban muchísimo los escritores de su época, en particular Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal, de manera tal que lo incluyeron en sus libros. Borges lo hizo en innumerables escritos y hasta lo nombró coautor de algunos de sus cuentos; y Marechal, lo incluyó como personaje en su gran novela Adán Buenosayres, como el astrólogo Shulze, amante del cielo y de los enigmas.
El biógrafo Álvaro Abós contó que la relación entre Borges y Xul comenzó en 1924, cuando se encontraron en un café en Buenos Aires. Xul le contó sobre los 300 libros que había traído de Europa sobre todas sus áreas de interés, que eran muchas y muy diversas y cuando Borges conoció su biblioteca sellaron un vínculo para siempre. De hecho, como Borges sobrevivió largamente a su amigo, se convirtió en un divulgador constante de su obra y también en un contador de anécdotas.
Creó un sistema duodecimal, el fútbol múltiple, el receptor radial o el telefónico adosados al cráneo, entre otras invenciones
El célebre escritor lo describía como un hombre de genio: “La inteligencia –dijo Borges acerca de Xul en una conferencia de 1975– es algo que un hombre maneja, y el genio es algo que lo maneja a él (…) La gente, por lo común, acepta el mundo, lee que los cigarrillos 43 son buenos, que la Coca-Cola es buena, que el político A y B, de cuyo nombre no quiero acordarme, es bueno, entonces esa repetición le basta. En cambio Xul examinaba todas las cosas, las examinaba (…) y las reformaba, por eso nunca llegué a entender muchas invenciones de Xul, porque el pensamiento de Xul era incesante”.
En la Argentina, Xul fue a fondo con todos sus conocimientos adquiridos y tuvo una prolífica etapa artística: pintó oleos sobre cartón, acuarelas, ilustró y creó cartas de tarot, fabricó títeres para adultos, realizó una recreación del juego de ajedrez a la que denominó Pan-ajedrez (porque podría ser jugado en cualquier parte del mundo), participó de proyectos arquitectónicos y diseñó nuevas versiones de instrumentos musicales. Entre sus invenciones se incluyen un sistema duodecimal, los planos para una ciudad ideal, el fútbol múltiple, el receptor radial o el telefónico adosados al cráneo. Sus grafías, el uso de signos, letras, números, formas, banderas y símbolos hoy son habituales en el diseño gráfico y el diseño periodístico e industrial.
Xul fue acuarelista, dibujante, diseñador, arquitecto, escritor, astrólogo, numerólogo y hasta inventó su propio lenguaje
Y como si eso fuera poco, a esa inmensa producción de objetos artísticos, le sumó también indagaciones sobre nuevos modelos lingüísticos. Creó dos lenguas propias: el neocriollo y la panlengua, una especie de síntesis de culturas, destinadas a ser utilizadas por toda la humanidad.
En la muestra que acaba de concluir en el Museo Nacional de Bellas Artes, se pudieron ver más de 180 acuarelas, témperas, objetos, máscaras, manuscritos, ilustraciones y documentos personales que dan cuenta de la profundidad y multiplicidad de intereses y producciones de Xul Solar.
Curada por Cecilia Rabossi, la muestra estuvo organizada por núcleos temáticos: “Arte y literatura: Xul y sus amigos”, “Música visual”, “El mundo de las lenguas”, “Espacios habitables”, “Lo místico, lo esotérico y lo oculto” y “Grafías plastiútiles. Una escritura plástica”. También estuvo presente el vínculo fraternal que Xul tuvo con Emilio Pettoruti y con Borges, dos amigos e influencias importantes en su vida.
La mayoría de las obras de Xul es de pequeño formato. Una sola pintura de las exhibidas tiene otro tamaño: “7 Richis” (1943-1944), témpera y gouache sobre papel de más de 2 metros de ancho por 1,70 de altura. Relacionada con la participación del artista en la Orden Marinista de la América del Sur y con el grupo de Estudios Esotéricos de Montevideo – donde Xul intervino con el nombre de “Hermano Nulo”–, parece que la obra fue pensada para ser emplazada encabezando el espacio de meditación de la orden.
Si bien pintó más de 2000 cuadros con un estilo único y vanguardista, Xul Solar no vivía de sus obras, sino de hacer cartas astrales y horóscopos.
En 1954, Xul Solar compró una casa en el delta del Tigre, una cabaña rústica sin luz eléctrica ni gas. Con el tiempo fue creando un bosque donde plantó robles de pantano, ciruelos y casuarinas. También fabricó con sus propias manos la mayoría de los muebles. Allí se mudó junto a Lita, su esposa con quien se casó luego de un exhaustivo análisis zodiacal en 1957, lugar que se convirtió en su último refugio. Murió allí el 9 de abril de 1963 tras sufrir un infarto.
Pero quedó su obra en la que convivieron la magia, el arte y el esoterismo; el misticismo y la inquietud intelectual.