miércoles 21 de mayo de 2025

LOCALES | 7 sep. 2018

tratamiento de adicciones

Comunidad Terapéutica San Ignacio, donde la esperanza de recuperación vive cada día


Por: LUCIANA CAMARERO

La Comunidad Terapéutica San Ignacio de Loyola, ubicada en el km. 153 de la Ruta Nacional 188, a pocos metros de la cabina de peaje vecina a la localidad de Agustín Roca, dispone de un amplio espacio verde y cuenta con talleres variados y actividades de diversa índole que permiten que el paciente esté en constante actividad y pueda recuperar el impulso y el interés por los quehaceres de la cotidianeidad.

Abre sus puertas a pacientes mayores de 18 años que se acercan de manera voluntaria con alguna adicción y/o consumo problemático, con el objetivo de ayudarlo a realizar el tratamiento de rehabilitación. Muchos de ellos pueden ser internados por subsidios, obras sociales o de forma particular

SEMANARIO dialogó con Ricardo Oliva, Director general de la Comunidad, quien considera que su trabajo es rico espiritualmente porque ve el progreso de estabilización de los pacientes a través del trabajo en equipo y el interés de cada internado por superarse día a día.

“Hay que esforzarse uno mismo, buscar límites y objetivos cada día, porque con estos chicos se aprende en todo momento y por cada uno hay un objetivo diferente. Acá se trabaja mucho con el paciente, su familia, lo externo”, aseguró Oliva, quien dirige a un grupo de profesionales integrado por psicólogos, psiquiatras, asistentes sociales y médicos.

Asimismo conó que hace tres años se está trabajando para que los pacientes que no poseen becas u obras sociales tengan la posibilidad de realizar el tratamiento. “Tengo gente de PAMI que pese a hacer un año que no pagan, los tenemos internados igual, comen, tienen terapia y todo lo que hacen los demás, y eso hace a las características de esta institución”, manifestó Ricardo

Por otro lado, siente que la institución está bien plantada, fuerte y posicionada ya que cuenta con muchos profesionales de la salud mental del hospital, psicólogos, psiquiatras, asistentes sociales y médicos. También cuenta con el apoyo de los pacientes con los que tiene muy buena relación y muestran interés  por el cuidado de los espacios que habitan.

“Pintan, cortan el pasto, cocinan, limpian, y esas cosas hacen al tratamiento porque los mantiene ocupados y les hace saber que tienen responsabilidades, como en cualquier lado. Estos chicos vienen sin nada, desarmados por el consumo que los hizo ir al fondo. Entonces, a medida que pasa el tiempo en la rehabilitación, se les empieza a dar obligaciones, que son las mismas que van a tener afuera, porque la vida es así, tienen que laburar”, expresó.

Otra característica de la institución es el seguimiento de aquellos pacientes que se dan de alta y la relación que mantienen perdura en el tiempo ya que se intenta que cada uno vuelva a pasar un fin de semana. Oliva aseguró que “el año pasado se fueron de alta ocho personas y yo me encargo de hacer un seguimiento de ellos y son los mismos que se han comprometido a volver. Cada dos meses vienen a dar charlas, generalmente los viernes, comemos un asado y se van el domingo”.

TRABAJO EN RED

La Comunidad Terapéutica San Ignacio de Loyola está abierta a todo tipo de voluntariado ya que para los pacientes es un estímulo que la gente se acerque y presente propuestas de diversas índoles.

El grupo solidario Don Ito es uno de ellos y están muy contentos con las jornadas de trabajo en conjunto que están bridando en la comunidad. Estos talleres surgen dentro de un programa que tiene a la inclusión como temática central y se trata de brindar, principalmente a los jóvenes, diferentes charlas para que puedan empezar a visualizar las diferencias y estigmas que nos fueron marcando y que se han fortalecido por la sociedad en la que vivimos, para que de alguna manera puedan empezar a desmenuzar y romper con aquello que está instalado en pos de generar nuevas perspectivas inclusivas.

Hacer partícipe a la sociedad de un compromiso social llevó a que el recorrido que tiene Don Ito por diferentes barrios y espacios, conocieran gente de la Comunidad y se sumaran a trabajar en red.

“En la comunidad vimos práctico el tema de trabajar la inclusión. Este grupo de jóvenes, estigmatizados y ninguneados por la sociedad, ya que hemos escuchado un montón de barbaridades hacia las personas con consumo problemático, nos resultó importante que sean ellos los que pongan fin a la estigmatización”, aseguró Pablo Rodríguez, fundador de Don Ito.

A su vez, resaltó que están muy contentos de trabajar con la comunidad, que la recepción por parte de los pacientes fue muy buena y que demuestran muchas ganas de colaborar y seguir con los talleres. “Cuando se termine el proyecto de los almohadones vamos a continuar con el armado de pizarras y más adelante, si todo marcha bien, vamos a armar juguetes para navidad. También lo que se habló, y como los chicos están muy entusiasmados, estamos viendo la posibilidad de hacer trabajos comunitarios por fuera de la esta estructura, con ellos como voluntarios.”

Estos trabajos en red permiten ayudar a los que más necesitan y sumar manos en las causas. En cada encuentro se elaboraron muñecos, juguetes y almohadones de manera artesanal para brindar asistencia a los barrios de Junín, como también a distintas instituciones u hogares de niños.

Los jóvenes internados sienten que con ese tipo de talleres son incluidos en una actividad que implica compromiso y se ayuda al prójimo.

Saber que uno aporta a una buena causa lo recarga de energía positiva y cuando se hace de manera colectiva fomenta, de alguna manera, la unión entre pares. “Este tipo de talleres nos ablanda en cierto punto de nuestra crudeza que hemos manejado en la calle y uno siente que entra en cadena con la ayuda y nuestro trabajo se destina a otro lugar que lo necesita. Y tiene un fin muy lindo, que es sacarle una sonrisa a un niño o niña”, aseguró Julio, en nombre de todos sus compañeros.

EL AGRADECIMIENTO DE LOS PACIENTES

Hernán, uno de los internos de la comunidad, aseguró que  “el único lugar donde tuve las puertas abiertas fue acá, porque mi familia ya me las había cerrado, y por eso estoy acá de vuelta, tratando de mejorar esas cosas que me faltaron en el tratamiento anterior y estoy buscado poder salir, de hacer realmente lo que quiero, por mi”.

Julio, quien también transita su segundo paso por la comunidad, explicó que fue dado de alta con muchos logros gracias al tratamiento que había recibido aunque “las cosas cambiaron bastante, formé una familia afuera que perdí en el transcurso cuando empezaron mis recaídas con el consumo nuevamente. Elegí el lugar de vuelta porque acá hay una desconexión, cortás con la rutina que llevás en tu ciudad y te transmite paz. El vínculo con Ricardo también es muy lindo, el nos aconseja mucho”.

A su vez, resaltó que la comunidad permite recuperar vínculos, responsabilidades, conocer distintas historias. “Desde el día uno entré con una misión personal y colectiva con la comunidad porque acá tuve espacio para expandir mi idea de trabajo y para expresarme”, concluyó.

Mauricio, asistente de la comunidad y quien también realiza el tratamiento, destacó que la institución le brindó la contención que necesitaba. “Mi función es devolverle algo a la comunidad de lo que me dio. Yo vine a acá sin nada, había perdido a mi familia, estuve a punto de perder a mis hijos y en este período que estuve acá he recuperado algo. Yo vine muy enfermo acá y hoy en día veo las cosas de otra manera”.

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