

Por: Redacción Semanario de Junín
María Emilia encorsetó su vida durante años y años, lo tenía atrapado en un cuerpo que sentía no era el suyo, y sin saber qué era lo que le estaba pasando, no se sentía bien con lo que el espejo le devolvía.
Convivió como pudo, angustiado y con temores, hasta que decidió romper ese molde y le dio lugar a Milo, y comenzó a vivir la vida que siempre soñó. Esa transición llevó su tiempo, arrancó a principios de 2017, cuando dejó Junín siendo mujer, para estudiar Diseño Gráfico en el Instituto Di Tella, en Buenos Aires.
En una nota de Fernanda Jara en el portal Infobae, expresó cómo decidió hacerle caso a lo que sentía y los pasos que le permitieron dejar atrás a María Emilia, para darle el lugar que Milo le pedía. Lo primero que hizo fue hablarlo con su familia, que le brindó todo el apoyo para que comenzara la etapa médica de poder vivir de acuerdo a su identidad de género.
Milo, que no hablaba de su intimidad en la escuela, hoy da charlas a los adolescentes en las escuelas porque no quiere que vivan lo que él padeció
Antes de 2017, a María Emilia, que intentaba ser ‘lo más mujer posible’ le gustaba andar en skate y se compraba toda la ropa grande aunque después se enojaba con ella misma. Comenzó a jugar al básquet, y vivía con el temor de tener que llevar una musculosa. Cuando salía de viaje con el grupo, la acompañaban sus padres y dormía en un hotel con ellos porque no quería dormir en carpa con las demás.
Todas esas sensaciones de no sentirse bien en su cuerpo no las podía compartir con nadie. En Junín no tenía amigos gays, ni bisexuales, ni amigas lesbianas. Pero todo cambió cuando se mudó a Buenos Aires para estudiar. “Conocí a dos compañeros de la facultad gays y ahí la cabeza se me abrió”, rememora.
En ese proceso, en 2017, y cuando aún no comprendía qué le sucedía, comenzó una relación “pero duró muy poco tiempo”. En esos años, ya se dio cuenta de su gusto por las chicas. “Pero no sabía cómo decirlo” cuenta.
Su primer acercamiento a su verdadera personalidad fue un corte de pelo “bien cortito” pero en febrero del 2019, un viaje con un amigo del colegio y su familia a Uruguay sería determinante. “Al mirar a mi amigo me di cuenta de que yo también quería verme así, como él. En ese momento supe que quería ser un chico” recuerda.
Es el primer activista trans por los derechos de la diversidad de Junín
MILO
Al volver de Uruguay, tomó la decisión de hacer la terapia de reemplazo hormonal inyectable y habló con los auditores de la Obra Social para que lo autorizaran. “Les llevé la Ley de Identidad de Género, les dije que por ley me corresponde que el tratamiento de reemplazo hormonal me lo cubran de por vida: son cuatro inyecciones anuales, una cada tres meses. Corresponde tanto ese tratamiento como las cirugías que yo quiera hacerme respecto al cambio de género. En 10 días, me dijeron que sí”, resume en la nota de Infobae.
Al regresar a Buenos Aires, se contactó con la ONG Trans Argentina y entendió que lo que quería era transicionar. “Empecé a investigar a fondo sobre cómo era, cómo hacerlo”. Para mi sorpresa, me enteré de que en Junín existía un espacio amigable de la diversidad sexual desde el que se contactaron conmigo porque antes lo había hablado con mi mejor amigo, quien también me ayudó a decirles todo a mis papás; él tenía contacto con los trabajadores sociales de ese espacio. Su mamá era amiga de una de las asistentes de ese lugar, quien luego me llamó para darme información. Hablé con mis papás, les conté y desde entonces, todo fue muy rápido porque tomé la decisión de transicionar en febrero de ese año, en agosto me hice la cirugía y al otro día me llegó el DNI”, resume.
“Siempre cuento que lo mío fue un traspaso de muchas, pero de muchas cosas... yo actué casi 21 años de mi vida”
CIRUGÍA EN CHACABUCO
En marzo del 2019, inició el trámite de cambio de género en el DNI, y le llegó un día después que se operó por primera vez. “El 26 de agosto del 2019, me sacaron las mamas. Antes, cuando me bañaba, no miraba para abajo, no quería que existieran. Cuando entré al quirófano, en una clínica de Chacabuco, sentí que al sacármelas por fin iba a vivir bien, que iba a poder ser yo, que llegaría el día de poder estar sin remera en la playa. Pese al dolor, al otro día andaba por la calle con la faja, con todos los cuidados, pero quería caminar y sentir ese alivio”. En 2022, se sacó el útero, los ovarios y las trompas de Falopio.
“Gracias a que me fui a estudiar, gracias a la fotografía, sin dudas, pude descubrir quién soy”
Milo, que no hablaba de su intimidad en la escuela, hoy da charlas a los adolescentes en las escuelas juninenses porque no quiere que vivan lo que padeció y se convirtió en el primer activista trans por los derechos de la diversidad en la ciudad. “Creo que fui el primero que se animó a hablarlo abiertamente. Decidí también dar charlas en los colegios porque entre mis 12 y 15 años la pasé muy mal; y si hubiese llegado alguien del colectivo a decirme que lo que me pasaba estaba bien, hubiese sido totalmente distinto. Entonces, por eso mismo, decido dar esas charlas, por lo menos en primero, segundo y tercer año del secundario. Mi idea es hablarles y que sepan que si les pasa esto, está bien, que no se sienten distintos a los demás o distintas sus compañeras. Les digo que es muy importante el respeto a uno mismo y que escucharse está sumamente bien”.
Hoy, Milo mira a María Emilia y le agradece por haber tenido el valor de asumirse, de conocerse y escucharse. “Sin la familia que tengo, sin la María Emilia que fui, hoy no sería Milo y no sería quien soy”, asegura.