

El regreso a la pantalla chica de Susana Giménez demostró que el mundo y la industria audiovisual avanzan sin pausa, con excepción del clásico programa de la diva argentina radicada en Uruguay desde 2020. Ella parece haberse quedado atascada en aquellos años en los que compró un Mercedes Benz que había ingresado al país con certificado de discapacidad trucho para no pagar impuestos ni derechos de Aduana.
En su debut, Susana desplegó lo único que puede dar hoy en día: su ignorancia sobre cada uno de los temas que abordó, a partir de la cual hizo una exitosa carrera y de la que se vanagloria sin ponerse colorada. La audiencia acompañó: fue el ciclo más visto del domingo con 16,3 puntos, aunque por debajo de los 18,6 que obtuvo en el debut de 2019.
Tras la apertura y los saludos de rigor de la diva a la tribuna, y a sus jovenes y musculosos Susanos, el programa dio paso a las entrevistas a los invitados. Allí, Susana volvió a desplegar la galería infinita de errores, furcios y tropiezos que la caracterizan, pero que de tan repetidos más que gracia causan un poco de pena.
La primera entrevista en el living de la temporada fue con Rodrigo De Paul y Leandro Paredes, los dos jugadores de la Selección. Mas allá de los furcios, que no serían los únicos de la noche, el tufillo noventoso se cristalizó cuando la diva invitó a los jugadores a jugar una partida de truco, en un legado timbero propio de Gerardo Sofovich, que sorprendió por su oportunismo: nadie pareció darse cuenta o importarle (lo que sería aún peor) el debate social que actualmente se da sobre la ludopatía que afecta a adolescentes por las apuestas electrónicas. La diva tuvo como pareja a Guillermo Coppola, que ingresó al estudio con la canción El matador, de Cacho Castaña, como cortina musical de fondo. Todo muy vintage.
La otra entrevistada de la noche fue la cantante María Becerra. La oriunda de Quilmes mostró toda su simpatía y carisma, incluso rompiendo el protocolo glamoroso para invitar a su tía Gladys, que estaba detrás de cámaras y es fanática de la diva, a sumarse al reportaje al que ya se había agregado su hermana.
Sin nada nuevo que ofrecer, haciendo gala de su brutalismo característico tan espontáneo como natural, Susana Giménez finalizó un programa que -con excepción de los invitados y de su pelo llamativamente “despeinado”- bien podría haber sido uno emitido en los '90. Le hizo honor a la letra de una de sus cortinas más famosas, esa que dice “soy Susana, soy siempre igual”.