domingo 21 de septiembre de 2025

LOCALES | 31 oct. 2024

SYLVIA IPARRAGUIRRE

“Tenía tantas anécdotas que los cuentos se escribieron casi solos”

La editorial Alfaguara da a conocer una nueva edición de los Cuentos reunidos de Sylvia Iparraguirre. Una colección de textos, registros y tonos diversos, de clásicos a humorísticos.


Por: Redacción Semanario de Junín

Sylvia Iparraguirre es egresada de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde es docente. Formó parte junto con su esposo, Abelardo Castillo, de las míticas revistas literarias El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco.

La juninense es autora de los libros de cuentos En el invierno de las ciudades, Probables lluvias por la noche, El país del viento y Del día y de la noche. Publicó las novelas El parque, La tierra del fuego, Encuentro con Munch y la trilogía Historia argentina, compuesta por La orfandad, El muchacho de los senos de goma y Antes que desaparezca.

Es autora también de numerosos ensayos, publicados tanto en el ámbito académico como en medios de prensa, y de un volumen autobiográfico sobre sus lecturas: La vida invisible. En 2023, Alfaguara editó su seminario sobre los cinco escritores rusos más importantes del siglo XX (Pushkin, Gógol, Dostoievski, Tolstói y Chéjov), titulado Clases de literatura rusa. Recibió el Premio Municipal de Literatura, el Premio al Libro del Año, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Konex de Platino en Novela y el Premio Nacional Esteban Echeverría a su trayectoria. Su obra ha sido traducida a múltiples idiomas.

Ahora, propone atmósferas sugerentes, vínculos misteriosos entre personas y personajes, encuentros fortuitos, chispazos de realidad. Son los principales rasgos constructivos que con el oficio y el tiempo descubrió que eran sus ingredientes favoritos del género cuento.

La tensión entre vida urbana y provinciana, el amor en sus múltiples manifestaciones, la soledad, la infancia, los vínculos familiares, los prejuicios y las violencias que pueden recaer sobre las mujeres y las minorías, son los temas que están presentes en ‘Cuentos reunidos’, todos los cuentos de Sylvia Iparraguirre en un volumen que cuenta con prólogo de Alejandra Kamiya.

En una entrevista con Verónica Abdala, en Página 12, Silvia contó que lo que le sobran ‘son ideas’ “No me va a alcanzar la vida para escribir todas las cosas que imagino”, agrega. Y también dirá en otro momento: “Sólo me conmueven los que no tienen nada”.

“Lo bueno o paradójico de la experiencia con la escritura es que uno se distancia de los propios textos y alcanza a verlos y a juzgarlos como ajenos”

Silvia contó que estos cuentos surgieron de libros escritos en distintos momentos, con separación a veces de años. En el invierno de las ciudades, fue la salida al mundo. Tuve la suerte de ganar el Premio Municipal a libro inédito. Justificó que lo hubiera escrito sólo por una cosa: la gente que lo juzgó ni siquiera sabía que yo existía, así que los cuentos se abrieron paso por sí solos. En él están la ciudad y el pueblo chico, dos universos que volverán siempre. Probables lluvias por la noche es definitivamente más oscuro y urbano, pero también está el humor. El país del viento corresponde a un territorio que fue y es fundamental para mí y en mi literatura: la Patagonia. Los cuentos cambian en relación a los primeros dos libros, se ponen puramente narrativos. Son directos: personajes de ficción ubicados en momentos reales de la historia patagónica. No hay vueltas en el tiempo ni cambios en el narrador. Tenía tantas anécdotas que los cuentos se escribieron casi solos, uno detrás del otro. Disfruté mucho escribir estos cuentos. Del día y de la noche, al que yo llamo de “textos cortos”, lo fui escribiendo a lo largo del tiempo, al margen de mis novelas. Fue un refugio. Libertad total. Necesitaba ese lugar de escritura miscelánea, de cosas que aparecen porque sí, oníricas a veces, melancólicas otras: el lugar de la pura imaginación. Mucho tiempo después apareció la idea de publicarlos. Y en cuanto a dónde nacen, es difícil decirlo: está lo imaginario y lo sensorial, las vivencias, también lo que Joyce llama las “epifanías”. Por otro lado, la memoria, que te lleva a tu origen, a tus raíces. Y desde ya, tu biblioteca, la influencia o influjo o admiración por otros escritores o escritoras; ellos te constituyen. Todo eso está en el origen de la escritura de ficción; en el origen de un cuento.

Son personajes que, a veces, tienen una pertenencia geográfica precisa, pero, otros, como algunos de Del día y de la noche, transcurren en una dimensión sin lugar. Muchos tienen un contexto puntual, y hasta político, aunque no sea expresado en el cuento ni por el personaje, como en “Viva como en Bretaña”, la historia de una mujer que se despierta sola, piensa en el suicidio mientras deambula por Buenos Aires, y, sin decirlo, se alude a los desaparecidos y la época sólo en la calcomanía de un colectivo: “¡Argentinos a vencer!”, en el absurdo trágico de esa frase, cuando Malvinas. Me intriga saber qué les pasa a los personajes, cómo encaran lo que les toca vivir. Un escritor es como un actor, me dijo una vez Patricio Contreras. Hay un travestismo necesario a la hora de “ser” un personaje. Me pongo en el lugar del personaje, como con el señor Medialdea, de “A la sombra de Juan de Garay”, yo me río sola con ese cuento, como con el lingüista en el supermercado en “De carne somos”. Espero que al lector también le causen gracia, si no, sería triste que la que diera gracia sea yo. (Risas) Y hay otros cuentos breves, como en “Del día y de la noche” que suceden en lugares remotos como Pompeya o los mares del sur, o son homenajes a escritores a los que me gusta imaginar en circunstancias puntuales, Bradbury o Baudelaire.

La juninense es autora de los libros de cuentos En el invierno de las ciudades, Probables lluvias por la noche, El país del viento y Del día y de la noche

Al ser consultada si es importante divertirse al escribir, la escritora respondió que “diría que es fundamental divertirse, pero yo cambiaría la palabra por regocijarse. Hay algo de difícil explicación: dar justo con la frase que estás buscando; descubrir como en un flash hacia dónde va un cuento; conseguir darle la vuelta a un párrafo difícil, te procura un placer, parcial, pero enorme, un regocijo de la escritura. Son momentos de felicidades chicas, pero que justifican las largas horas y días y meses que pasás tratando de contar, lo mejor posible, una historia. Y otras veces, sí, me divierto y mucho inventándole sucedidos a algunos personajes.

En esta dirección, las dos últimas historias del libro, reunidas en “Y dos damas modernas” son imperdibles. En “Mi tía y Madonna” (“el hecho es absolutamente real”), la narradora detalla la peripecia insólita que llevó a una tía suya de ochenta y dos años a conocer a Madonna, de quien no tenía la más mínima noticia. Así como en el último relato, “Mi madre vs. Homero” rescata una escena doméstica entre la narradora y su madre: “Estas mujeres, pienso, mi madre y sus hermanas, pertenecen a una antigua estirpe, la que mantiene viva una saga llena de incidentes, felicidades y desgracias, que tiene que ver nada más que con la vida. Como en Chéjov, que ninguna conoce, no hay para ellas tema ni personaje menor y lo que le ocurre a cada uno de la familia es importante. Son ‘las que custodian el fuego’”, escribe.

Como lectora de este libro, si tuviera que elegir un cuento de su preferencia, expresa que la respuesta ‘es difícil’, aunque no esquiva la respuesta. “De golpe, de adelante hacia atrás: “La noche del Ángel”, “Un día de abril”, “Encontrando a Celina”, “La noche de San Juan”, “Probables lluvias por la noche”, “Lila y las luces”, “La tormenta”, “El Bohème”, “El libro”, “Puebla de Lillo, España”. ¡Y paro!”

Iparraguirre expresó que con esta edición “se presentó la oportunidad de una revisión general y crítica, algo que hice, sobre todo, como te dije, con En el invierno de las ciudades, del que me separa un muy largo trecho. Lo bueno o paradójico de la experiencia con la escritura es que uno se distancia de los propios textos y alcanza a verlos y a juzgarlos como ajenos. Corregí varios para que terminaran de expresar, del modo más certero posible, aquello que es su centro, para quitarles los sobresaltos que produce una palabra mal elegida; tratar de afinarlos como a un instrumento, eso es para mí escribir”.

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