LOCALES | 29 nov 2018
Tristes y melancólicos recuerdos de noviembre…
Casualidades al margen, se trata de un mes cargado de nostalgias y sinsabores, a raíz de la pérdida de grandes figuras. Sin embargo, Sarmiento, a nivel institucional, logró éxitos extraordinarios en esa franja del calendario.
Por: Ismael Canaparo
Este almanaque de noviembre que se acaba nos ha traído sinsabores diversos, irreversibles en muchos casos como la muerte de Hugo Fusé, un gran músico juninense, fallecido el 13 del actual, a los 74 años.
En otros años de idéntico mes, debimos lamentar la desaparición de personas muy queridas, incorporadas a la geografía y al cariño de la comunidad, tales como Darwin Sanguinetti (ex presidente de Sarmiento), Juan Pontelli (ex jugador de Jorge Newbery), Héctor Walton (ex valor de Rivadavia), Rodolfo Di Santo (excelente tirador), Oscar García (ex delegado de Sarmiento ante la AFA), Omar Vargas (ex crack de Sarmiento), Víctor Jackson (ex Ciclista) y Hebert Pérez (ídolo de Sarmiento).
Es deber ineludible del periodismo recordar a estos y a otros exponentes singulares, los que cada uno en lo suyo supieron deleitarnos y quedar grabados en las retinas de aquellos corazones memoriosos y sensibles.
Seamos justos. No todo significó tristeza en noviembre. Sarmiento festejó sus dos primeros títulos profesionales en ese calendario: en 1977, ante Berazategui y en 1980, frente a Chacarita Juniors.
En el rastreo, cómo no comenzar con la pérdida del gran violinista Hugo Enrique Fusé. El Zurdo fue un protagonista de lujo de la bohemia y la nocturnidad de un Junín que ya se fue, participando, desde el violín, en diversas orquestas típicas, luego de estudiar con el legendario Juan R. Pérez Cruz. Debutó con apenas 13 años en la “Bristol”, que dirigía su padre Enrique Ernesto, también violinista. En 1961, formó en la típica “El Porteñito”, junto a Obrein Bisio (contrabajo), Carmelo Vigliarolo, Orlando Guevara y Rubén Muñoz (bandoneones) y Enrique Mario Giagante (cantor). Luego su estilo se extendió hacia el conjunto Neo Tango, una agrupación juvenil que integraban Carlos Buono, Oscar Velilla, Félix Racca, Edgardo Capponi, Edgardo Gómez y las voces de Alfredo Peter y Jorge y Raúl Gallardo. Posteriormente, participó en los conjuntos de José “Pocho” Luca, Raúl Romano y Oreste Lapadula, entre otros, sin olvidar su impecable trabajo en un cuarteto de cuerdas que él mismo dirigía. En la actualidad ocupaba un lugar privilegiado en la orquesta típica del propio Lapadula, un lujo para Junín. Como rara paradoja, nunca vivió de la música, sino que resultó al revés: la música se enriqueció con su talento. Hay quienes sólo duran y quienes siempre están. Fusé pertenecía a esta última saga.
HEBERT PÉREZ
Noviembre tuvo un despertar muy triste: el viernes 6 de 2015 dejaba de existir un legendario futbolista: Hebert Pérez. “El Pelado” fue el mejor en una época donde el fútbol-arte imponía su presencia por sobre el fútbol-resultado. Hizo escuela, por talento, por habilidad y solidaridad dentro de un campo de juego. “El Pelado” fue como el mar, que siempre se renueva, que en cada ola destruye una armonía y crea otra, más bella. Ese muchacho, fruto del baldío juninense, de las inferiores del Club B.A.P. (el mismo de Bernabé Ferreyra, Osvaldo Zubeldía, Pablo Mallegni, Hugo Spadaro, Oscar Ortiz, Camilo Aguilar, Lito Giménez, Ricardo Giles y tantos otros), supo como pocos improvisar con cada pelota que llegaba a sus pies. Puso en ridículo a la mayoría de los centrodelanteros que lo enfrentaron. La salida elegante era flor y fruto de la improvisación de “El Mariscal”. En los tiempos actuales, pretender encasillar a un jugador como él, en forma de juego sistematizado, sería poco menos que un asesinato al fútbol de alta clase y personalidad. Durante casi setenta años de profesionalismo que lleva la entidad verde en el fútbol de la AFA, jamás apareció otro en su puesto capaz de hacernos olvidar de toda su magia, de todo su destello. Creó una verdadera escuela sin alumnos, porque nadie entendió su mensaje. Creó una escuela con el sello inconfundible de su estilo y supo, como ningún otro defensor, construir a su alrededor una aureola de leyenda. Y su notable eficiencia, queda también subrayada por los números. Vistió la casaquilla de los Behety durante 13 años, desde 1953 hasta 1966, con excepción de la temporada 1959, que pasó a brillar en Huracán. En ese lapso, jugó nada menos y nada más que... ¡335 partidos!, habiendo convertido 15 tantos. Sin su figura, el corazón de Sarmiento comenzó a latir de otra manera. Porque el maestro del área y de la elegancia, nunca pudo ser reemplazado.
VÍCTOR JACKSON
Descendiente de una familia de origen británico ligada al incipiente ferrocarril argentino del siglo pasado, con varios familiares cercanos trabajando en la empresa, lo mismo que él, Víctor Jackson se caracterizó por su inteligencia y su cultura. Falleció el 14 de noviembre de 2016. Fue una persona de espíritu crítico, aunque intentando ser constructivo y veraz. Siempre se comprometió con las ideas en las que creía, respetando a rajatabla el disenso o la opinión diferente. En el deporte, se lució con dos casacas del mismo barrio, jugando dentro un buen nivel en la categoría superior del básquetbol juninense: Ciclista y Los Indios. En el verdirrojo, integró el equipo campeón de 1962, junto a Carlos Tellería, Néstor Mignone, Carlos Stamponi, Raúl Marcos Conte, Rodolfo Domínguez, Néstor Rosetti, Roberto Negruzi, Carlos Castro y Carlos Castaño, entre otros. En tanto, con el elenco canario se entremezcló con grandes figuras, tales los casos de Hugo Violino, Raúl Guillotti, Juan C. Perata, "Pichi" Cairnie, Omar Mársico y Darío Racero.
JUAN PONTELLI
El 18 de noviembre de 2011 falleció Juan Pontelli, ex jugador de Jorge Newbery, técnico en construcción y un dinámico e inquieto colaborador en todas las cuestiones comunitarias que lo tuvo como un gran inspirador. Su título de Maestro Mayor de Obras le sirvió, entre otras cosas, como formador de una larga fila de seguidores, quizá sin proponérselo. Tenía ese ímpetu por lo nuevo, ese espíritu agraciado de los elegidos, una materia que ahora escasea. Integró los planteles de la entidad del Pueblo Nuevo, incluyendo los seleccionados de la Liga Deportiva del Oeste. Jugó con otros iconos newberistas, como Néstor Contreras, José Tomino, Rafael Santos, Juan Carlos Bozzini, Patón Varela, Juan C. García, Regules y otros. Pontelli, De Tito, Santos, Tomino y Franchi fue la delantera del combinado albirrojo de 1956. Sentía un particular cariño hacia la figura paternal de Luis Alaniz, el hacedor de numerosos cracks de la divisa albiazul.
OMAR VARGAS
Omar Vargas, que murió el 7 de noviembre de 2011, fue testigo activo de los primeros años de Sarmiento en el profesionalismo. Desplegó una forma muy juninense de sentir el fútbol. Tuvo una técnica especial para transitar el campo de juego, siempre en forma cerebral y elegante. Como a todos los valores surgidos en nuestro bendito suelo vernáculo, le costó muchísimo esfuerzo llegar a la merecida aprobación del público, pese a un innegable talento. Debutó el 3 de abril de 1954 en la cancha de Nueva Chicago, donde Sarmiento cayó por 3 a 0. Su primer gol se lo marcó a Atlanta, en la sexta fecha de ese ciclo, en un partido que terminó 2 a 2 y que se disputó en Junín. Ese fue el gran año de Vargas, con muchas presencias en el equipo superior. Detrás de Emilio Espinoza y Ernesto Pelli, estuvo entre los goleadores. En ese plantel de 1954, tímidamente se asomaban otros notables juninenses, opacados por las estrellas foráneas: Noel Herminio Madama, Domingo Regis Carini, Osvaldo Víctor Burgos, José Leopoldo Crego y Juan Alberto Comisso. El equipo titular solía presentar a Tosta; Hebert Pérez y Gómez; Domínguez, Espósito y Torres; Ferreyra, Costa, Espinoza, Vargas y Pelli. Cada vez que Varguitas pisaba el área, había olor a gol. Y no porque él tuviese el clásico olfato de los artilleros para llegar a la red, sino porque el egoísmo no fue su fuerte. Además, cumplía otra función, quizá más generosa. Trabajaba de “estratega”, con una habilidad extraordinaria, para que otros se lucieran con las mieles de la conquista. Rescatar su elegancia sería redundante. Sin duda, resultó una de los jugadores más dotados técnicamente de los primeros años de Sarmiento en la AFA. A sus condiciones naturales, le agregaba una enorme personalidad, que lo hacían “distinto” a otros.
HÉCTOR DOMINGO WALTON
El 11 de noviembre de 2016 dejó de existir Héctor Domingo Walton. Quizá pocos aficionados al fútbol de las últimas generaciones hayan sabido de la existencia de “El Lagarto”, aunque sí los verdaderos hinchas de Rivadavia de todas las épocas, simplemente porque fue un jugador que acompañó de manera relevante una gloriosa década deportiva en la entidad, la del 60. Con apenas 16 años, integró el equipo del ciclo 1964 que volvió a darle una vuelta olímpica a Rivadavia después de casi treinta años de sequía, luego del torneo de 1942. Con aquella temporada comenzó un tramo dorado en la institución albiceleste, gracias a una camada de grandes exponentes, de la que Walton resultó un engranaje fundamental, al lado de otros brillantes ejecutantes de una orquesta que sonaba muy bien, como Félix Tobalina, Osvaldo Nievas, Pedro Banegas, José Chaparro, Ricardo y Héctor Varela, Manuel Viaño, Francisco Lopresti, Pedro Martínez, Raúl Guilloti, Rolando Gatabría, Hugo Gómez, Antonio Guerrero, Néstor Fernández y Zenón Flores. Al año siguiente, en coincidencia con las Bodas de Oro del club, volvió a ganar el campeonato de la Liga Deportiva del Oeste, casi con el mismo plantel, pero con el agregado del arquero Mario Poratto (ex River Plate) y el zaguero Héctor Iturbide, bajo la batuta técnica de otro inolvidable: Delfor Ayué
RODOLFO DI SANTO
El 13 de noviembre de hace dos años falleció Rodolfo Di Santo. El currículum que de él ofrecen los archivos es rico, pero breve e injusto. Existe quizá una razón para esa especie de morosidad: Rodolfo, como se lo conocía, fue un hombre de pensamiento profundo, de esos que no brillan tanto bajo las luces de la superficie, sino en lo hondo, en las razones que dan lugar a las cosas. Pregonó, alentó y participó en diversas actividades deportivas. Por ejemplo, fue presidente del Tiro Federal de Junín en su etapa más gloriosa, como muchos títulos nacionales e internacionales en sus vitrinas. Como brillante tirador, ganó diversos campeonatos en esa entidad, cuando se hacía muy difícil competir con otros grandes de la disciplina, como Luis Célico, Juan Casey, Néstor Sosa, Walter Bauzá y tantos otros. En su etapa más reciente, siempre ligada al deporte, ejerció la presidencia, durante varios años, de la Peña de Veteranos del Deporte Juninense, institución que tuvo y tiene un loable objetivo: homenajear y sacarle el polvo del olvido a figuras entrañables, que en diferentes disciplinas se destacaron nítidamente, esforzándose por hacer grande a la actividad lugareña.
DARWIN SANGUINETTI
El próximo lunes se cumplirán cuatro años de la lamentada pérdida de Darwin Pedro Sanguinetti, dos veces presidente de Sarmiento y un inquieto y perseverante hombre del fútbol y de la vida. Fervoroso simpatizante del verde desde su adolescencia, le tocó ejercer la presidencia en dos períodos muy difíciles: 1983/84 y 2001/03. El primero, tras el largo reinado de Ernesto Sabella y años más tarde, luego de la administración de Fernando Rolla. En todos los casos, dejó su impronta de hombre de diálogo, consenso, respeto, laboriosidad y, en especial, honradez. “Un caballero andante y un dirigente de primera”, como alguna vez lo definió Nando Tuso, ex zaguero verde y ex gerente de lujo de la lejana Liga Agrícola Ganadera de Junín. Aquellos que tuvimos la fortuna de tratarlo, podemos asegurar que era un hombre probo, integro, generoso, que no tenía prurito en irradiar muchísima ternura y extrema calidez. Su tarea al frente del club fue enorme, abarcando la exploración de diversos momentos, en busca de la solución de los problemas muy diversos que debió sortear junto al grupo compacto que lo rodeaba. Pero en todo ese abanico de contrariedades, se destacó en su capacidad para salir adelante, desplegando sin concesiones su oficio de contemporizador silencioso. Fue, en todo caso, un dirigente con mayúsculas que, lejos de subordinarse a cualquier ortodoxia de los lugares comunes, contribuyó a reivindicar la salida a otras formas de manejar una entidad profesional.