viernes 6 de junio de 2025

NACIONALES | 3 jun. 2025

SOCIEDAD | TIEMPOS DIFÍCILES

Retrato de una generación en crisis

Soledad, aislamiento, hiperconectividad, crueldad y angustia: el mundo adolescente resulta cada vez más ajeno para los adultos, que no entienden ni saben cómo acompañar a sus hijos. Entornos digitales y nuevas identidades.


Por: Por Bárbara Schijman

Adolescencia, Atrapados, Malas influencias y la lista sigue. En los últimos meses, las series y los programas enfocados en problemáticas –a priori– juveniles pusieron sobre la mesa un sinfín de planteos e inquietudes. Resurgieron con fuerza debates y categorías que buscan explicar qué sucede con las nuevas generaciones de adolescentes y/o con las nuevas generaciones de padres, madres y tutores frente a ellos.

El impacto de Adolescencia ha sido tal que pocos días después de su estreno ya había instalado discusiones enérgicas acerca de los peligros del mundo virtual sobre los más jóvenes. Pero, ¿qué vino a decir, o sobre qué vino a alertar, la serie británica? ¿Por qué generó tanta conmoción? ¿Qué hay de la paradoja de la soledad y el aislamiento en la era de hiperconectividad? Frente a nuevos entornos y culturas digitales, ¿tendrá asidero ese reclamo, frecuente y esperable de los adolescentes a madres y padres, que dice que las personas adultas «no entienden» o «no escuchan»? ¿Se los habrá dejado solos, no se sabrá cómo acompañarlos, o será que la confusión alcanzó también a la población adulta?

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«LA DIFICULTAD DE LA CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDAD»

Alicia Stolkiner, psicóloga especializada en Salud Pública con orientación en Salud Mental, evoca al psicoanalista Erik Erikson, quien planteó, hace ya bastante tiempo, que «como etapa del desarrollo psicosocial la adolescencia se caracteriza por la tensión entre la identidad o la difusión del rol». Es interesante, propone Stolkiner, «volver sobre esto y reconocer que en una sociedad altamente fragmentada es difícil decir un universal de cuáles son las problemáticas de adolescentes y/o jóvenes hoy, pero claramente si se tuviera que hablar de una base común sería la dificultad en términos de la construcción de identidad». Esa dificultad, agrega, «aparece tanto respecto de modelos identificatorios adultos como respecto de la propia imagen y su relación consigo mismos y con los otros». En cuanto a los tiempos que corren, considera que «la fragilización de instituciones fundamentales, como familia y escuela, el habitar un mundo que atraviesa una transformación acelerada, la experiencia de la pandemia y sus huellas, así como una exaltación social de lo individual y competitivo, no son un entorno adecuado para que en esa etapa de la vida el sufrimiento subjetivo no se manifieste de múltiples maneras según las trayectorias singulares».

Por su parte, Marina Larrondo, socióloga, magíster en Educación e investigadora del Conicet, observa que «en los últimos tiempos se han acentuado las dificultades de los adolescentes a seguir ciertas pautas de orden, atención, conducta y asistencia. También han aumentado las problemáticas vinculadas con la salud mental, que no son problemáticas puramente juveniles sino que están vinculadas a la situación social».

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«UNA BOMBA EN LA SUBJETIVIDAD»

Frente al rol de las personas adultas en lo que hace a la hiperconectividad y la radicalización digital, la postura de Larrondo es clara: «No hay presencia ni buena compañía que pueda contrarrestar el daño que producen en el desarrollo del cerebro determinadas redes y plataformas que trabajan con la rapidez, el estímulo y la generación de un aumento de dopamina constante». Ante esta situación, «no alcanza con hablar con ellos, estar cerca y acompañar. Estamos subestimando los estímulos que reciben y los contenidos que ven nuestros hijos. De ninguna manera un cerebro de nueve años puede procesar material porno, gore, imágenes de asesinatos o de guerras». Muchas de estas imágenes, advierte, «son una bomba en la subjetividad; hay que sacarlos de ahí».

Larrondo sostiene que no es productivo hablar de culpas. Prefiere hablar de causalidades. Y en esas causalidades propone analizar cómo se vincula el mundo adulto con la tecnología. «Quizás seamos la primera generación de padres y madres que estamos, nosotros también, con un consumo problemático de la tecnología. Puede ser que hayamos dejado a los chicos un poco solos, que los hayamos sacado de los peligros de la calle y los hayamos encerrado en la calle online, con todos sus peligros», nota.

«La hiperconectividad no está afectando solamente a adolescentes y jóvenes, sino que está afectando al conjunto de la sociedad y transformando radicalmente, desde el lenguaje, hasta las formas de vinculación. La cuarta revolución tecnológica ha favorecido, además, casi una ruptura de lenguaje entre generaciones», explica Stolkiner. Para ella, «efectivamente hay un problema para comprender estas nuevas subjetividades, pero también hay algo en ese reclamo dirigido a los adultos que tiene algo de un desesperado pedido de contacto y, a la vez, muchas veces, de la imposibilidad de generar un puente para ello».

En un plano sociológico, Larrondo señala que «la hiperconectividad genera comunidades que debilitan la interacción cara a cara en donde se juegan otras cosas, donde se generan comunidades más en torno a intereses o cuestiones que a veces tienen poco anclaje en la vida práctica de las personas y en sus realidades locales».

LA SERIE EN DEBATE

«He conocido situaciones no tan alejadas de lo que narra la serie. Ana Freud decía: “Los niños deben mantenerse alejados de los horrores de la guerra, no porque la crueldad les sea ajena sino por todo lo contrario”. Si tomamos metafóricamente el término “guerra”, debemos preguntarnos si hemos mantenido a estas generaciones alejadas de los horrores del sufrimiento de una parte de la sociedad frente a discursos que reniegan de la responsabilidad social ante el desamparo, de discursos que naturalizan la crueldad», reflexiona Stolkiner. Y continúa: «La agresividad es inherente a lo humano, pero puede ser sublimada. Si no se la sublima, más aún, si se la exalta, deviene en violencia y puede devenir en el goce de la crueldad, o en la insensibilidad frente al sufrimiento». ¿Por qué Adolescencia provocó tanto impacto? «Porque el horror sucede en una familia que podría ser cualquier familia y no resulta fácil en ella separar claramente culpables e inocentes, víctimas y victimarios. Sería más cómodo si permitiera reducir todo a una familia disfuncional o un cuadro psicopatológico, pero no lo hace y se transforma en un analizador social de época», describe Stolkiner.

Al respecto, Larrondo marca un paralelismo entre algunos de los temas que aborda la ficción y las realidades complejas con las que conviven los adolescentes: «Adolescencia habla de crisis de identidad, la mirada de los otros, las masculinidades, el mercado y la vida material, la deconstrucción de género y los roles, el feminismo, los mandatos del patriarcado, el miedo a no pertenecer». Como Stolkiner, también Larrondo alude a la violencia y la crueldad. «Cada vez es más evidente la conexión entre el uso excesivo de las redes sociales y las plataformas en lo que hace al bullying, a los linchamientos virtuales, la ludopatía, los problemas de atención, el individualismo y los modelos de éxito», afirma.

Para concluir, Stolkiner asegura que «hoy los adultos comparten algo con muchos jóvenes: los apena el presente y el futuro. Que en la vejez cueste la elaboración del futuro es un paso necesario que solo se compensa con una alta valoración de cada momento presente, si eso es posible; que a los jóvenes les pese tanto el futuro es lamentable».

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