

El servicio de oncología y hematología que funciona en el Hospital Municipal de La Costa sito en Santa Teresita se conformó hace casi dos décadas y está compuesto por especialistas de primer nivel en medicina, pero además en psicooncología, bioquímica, hematología y nutrición; además de un equipo de enfermería profesional.
Las estadísticas indican que sólo en el primer semestre del año pasado se llevaron a cabo más de 10.000 intervenciones en oncología por parte de todas y cada una de las especialidades con que se asiste a los pacientes ya que hay cada vez una mayor demanda en el distrito producto de la concientización respecto a la prevención de la enfermedad, como así también por el avance de las patologías oncológicas en todo el mundo.
El centro de salud cuenta además con un grupo de voluntarias que, a través de su labor silenciosa y desinteresada, aportan plus a la calidad de vida y asistencia de los pacientes que llegan al lugar para cumplir con su tratamiento.
Cada voluntaria trae incorporada una historia vida que la hizo llegar a ese lugar, cada una con una motivación diferente y por eso quisimos reflejar a través del testimonio de algunas de ellas, este tipo de acciones que resultan casi de rebeldía frente a una sociedad donde parece primar el individualismo.
Ser voluntario es una opción que cada persona elige de forma libre, que muestra su responsabilidad con la sociedad y el compromiso con el grupo al que se une.
HAY EQUIPO EN “LA COSTA”
Los pacientes oncológicos deben pasar por diferentes situaciones durante su tratamiento, las cuales muchas veces tienen efectos secundarios importantes, de ese modo requieren de asistencia especial particularmente durante las sesiones de quimioterapia y es allí donde destaca la labor del voluntariado.
Por ejemplo, a Lorena lo que la motivó a ser voluntaria fue que “hace 19 años atrás mi mamá en otro hospital afrontó un cáncer terminal y me tocó ser su acompañante y allí pude observar lo que pasaba con aquellos pacientes que estaban solos y la carga emocional que llevan”. Por eso “cuando me llegó la propuesta de colaborar en el Hospital de La Costa, enseguida me sumé y quiero seguir siendo parte de eso, porque descubrí que es un sitio adonde hay gente con mucha vulnerabilidad y por eso cualquier ayuda, un simple detalle por y para el otro es un montón. Alcanzar una servilleta, un vaso de agua, una manta. Charlar un ratito, escuchar su risa, bromear; todo lo reciben con agrado, porque es mucha la carga y son muchas las horas que pasan ahí. A mí me salvó -dijo Lorena- haber podido dedicarles tiempo a otras personas”.
En el caso de Elvira, cuando vivía en Gran Buenos Aires trabajaba como voluntaria en el hospital de Moreno. “Cuando me propusieron ser parte del voluntariado en el servicio de oncología de La Costa, no lo dudé. La experiencia es maravillosa, cada vez que vamos al hospital vivimos diferentes cosas, servir es hermoso y oírlos a los pacientes también. Claro que respetando los tiempos de cada uno. Mi mensaje es que para ser voluntario en un lugar como oncología hay que hacerlo con mucho amor, porque la situación es muy especial y por eso aliento a quien pueda y tenga tiempo para que lo haga”.
Lo de Analía, en cambio, comenzó hace dos años cuando a su mamá le diagnosticaron cáncer y comenzó con un tratamiento en este hospital. “La empecé acompañando en las sesiones de ‘quimio’, donde recibió una atención excelente desde lo profesional y humano. Esta enfermedad no es fácil para el paciente ni para quien está al lado. Hay dudas, hay temor y tristeza. Y allí pude ver a algunos que llegaban y se iban solos de la sesión, ya débiles por la situación. Por eso cuando mi mamá terminó su tratamiento me planteé la forma de devolverle al hospital un poquito de lo que nos ofrecieron como familia, al tiempo que me acordaba de esa necesidad de los pacientes que estaban solos”. Destacó que “una cosa era acompañar a mi mamá que la conozco y otra tomar este desafío de tratar de conocer y respetar a la otra persona, lo cual nos enseña a tener empatía, aprender a escuchar y a servir desde el amor”.
En el caso de Luján lo que le interesaba era “la oportunidad de ayudar con lo que tengo para ofrecer”. “En mi corazón hay un sentido de colaborar como si fuera una ‘hormiguita’ haciendo una tarea que puede parecer pequeña, pero cada granito que se suma sabemos que se tiene en cuenta y es importante para quien eligió valorarlo. Formar parte de un grupo que todo esto lo hace de corazón sin esperar nada a cambio, no tiene precio”. Dice que hay algo que descubrió en este sector del hospital y es que “tengo la oportunidad de contactar con personas que tienen una calidad humana hermosa. Al piso de oncología voy con los oídos y el corazón abiertos para escuchar puntos de vista diferentes, conocer historias de vida. Enterarme de qué modo transitan sus tratamientos y eso, me inspira mucho para salir de mis zapatos y ponerme en los de otros. Me quedo entonces con experiencias de vida enriquecedoras. Además, descubrí a mujeres profesionales que llevan a cabo esto con pasión y dejan una huella hermosa en aquellas personas que atienden y cuidan. Crean un espacio muy humano y es allí donde los pacientes se sienten cómodos”. Asegura que “lo vivo dejándome a mí de lado por unas horas, para estar a disposición voluntariamente de otras personas, atenta a sus necesidades incluso antes de que lo pidan si es posible. Trato de ‘pre’ disponerme para que sepan que pueden contar conmigo, tanto los pacientes como aquellos que les prodigan los cuidados. El voluntariado no es algo que pueda forzarse”.
Finalmente, María Laura cuenta que llegó al voluntariado porque “me importa dar. Dar de mi tiempo, dar detalles amorosos con los cuales podemos bendecir a otros y ayudarlos a sobrepasar momentos tan particulares como los que atraviesan en el área de oncología. Poder aliviarles ese rato de sufrimiento poniéndonos a disposición para todo aquello que les haga bien. La experiencia es tan conmovedora que muchas veces somos nosotros los voluntarios los que salimos de allí envueltos en mimos y palabras de amor llenas de agradecimiento. Por eso descubrí que es más lo que recibimos, que lo que damos. Cada vez que vengo me llevo el corazón lleno”. Y sintetiza que “podemos dar de muchas formas: con amor, con tiempo, tratando de sacar una sonrisa o compartiendo un plato de comida. Se trata de dar, dar todo lo que tengo a favor de todas esas personas que en ese momento están pasando por un momento difícil. El voluntariado es simplemente eso”, concluye.
Tras los testimonios recogidos en el hospital de La Costa, queda definido el concepto acerca de que “ser voluntario permite conocer y comprender mejor la realidad, así como adquirir una serie de actitudes muy valiosas: un pensamiento crítico y global, la sensibilización ante los problemas ajenos, una visión comprometida y solidaria del mundo ayudando además a generar competencias como la capacidad de trabajar por proyectos y en equipo, coordinar a personas, resolver problemas y lo más importante; romper con ese individualismo que parece avanzar y que sólo podrá contrarrestar el amor y la intención de dar, sin nada a cambio, hacia los demás.