

Se habla mucho de la caída de la tasa de natalidad y la responsabilidad de las mujeres y los jóvenes en este declive. el Coeficiente de Reproducción e Ingresos en Argentina (CRIA) de la Fundación Encuentro evidencia la enorme dificultad que implica hoy querer tener un hijo en nuestro país.
En el primer trimestre de 2025, criar a un bebé de menos de un año representó el 57,6 % del ingreso medio de las mujeres y el 40,8 % del ingreso medio de los varones.
El numerador covaría con la Canasta de Crianza, que se compone en casi un 70% por el salario horario de las trabajadoras de casa particular.
El Coeficiente de Reproducción e Ingresos en Argentina (CRIA) es un indicador que relaciona el costo mensual de la canasta de crianza para un/a bebé de 0 a 1 año con el ingreso medio de las personas que tienen ingresos en el país. Su objetivo es ofrecer un umbral económico de referencia para estimar cuánto representa en términos relativos el esfuerzo de sostener la vida en sus primeros meses, según el nivel de ingresos disponible.
El CRIA no busca capturar todas las dimensiones que inciden en las decisiones reproductivas, sino visibilizar los desequilibrios materiales que enfrenta la población a la hora de iniciar un proceso de crianza, y mostrar quiénes están más cerca o más lejos de poder afrontarlo.
¿Por qué hay cada vez menos nacimientos? ¿Qué peso tienen los ingresos en esa decisión? ¿Cuánto cuesta criar en Argentina hoy? ¿Qué diferencias hay entre quienes crían solas, en pareja o con ingresos muy distintos? Responder a estas preguntas es clave para entender cómo se reorganiza la reproducción social en un contexto de crisis, desigualdad y cambios culturales. En este sentido, el análisis del CRIA (Coeficiente de Reproducción e Ingresos en Argentina) muestra que:
* En marzo, criar a un/a bebé de menos de un año costó 0,49 ingresos medios.
* Para el ingreso promedio de las mujeres, esta proporción fue de 0,58 mientras que para los varones fue de 0,41.
* Para el 10% más pobre de la sociedad, hicieron falta casi 4 ingresos medios para sostener y cuidar a un/a bebé.
* En cambio, para el 10% de mayores ingresos, este coeficiente ascendió a apenas 0,16.
* La relación entre crianza e ingresos entre los más pobres equivale a 24 veces la misma relación entre los más ricos.
* Para una pareja heterosexual, hicieron falta 0,24 ingresos medios totales para criar un bebé. Esto equivale 2,4 veces misma relación para una familia monomarental.
¿Por qué el CRIA?
La natalidad viene cayendo de forma sostenida en Argentina desde hace más de una década. Este fenómeno, que se aceleró tras la pandemia y se profundiza en el contexto actual, expresa una transformación profunda en las condiciones en que se reproduce la vida. No se trata simplemente de afirmar que “la gente ya no quiere hijos” –la ONU calcula que alrededor del 50% de los embarazos en el mundo no son buscados– sino de analizar las condiciones en las cuales se imaginan y se planifican la reproducción y la crianza.
Las razones detrás de esta caída son múltiples y complejas. Por un lado, están los factores económicos: inestabilidad laboral, caída de los ingresos reales, falta de acceso a vivienda, y dificultad creciente para sostener los costos directos e indirectos de la crianza. Por otro lado, hay razones sociales y culturales de igual peso: el aplazamiento de proyectos vitales, el acceso a niveles más altos de educación, cambios en las estructuras familiares y una conciencia mayor sobre las condiciones necesarias para criar con dignidad. También se ampliaron los márgenes de elección sobre la maternidad.
El acceso a métodos anticonceptivos, la legalización del aborto y los avances en los derechos sexuales y reproductivos permitieron que cada vez más personas —y especialmente las mujeres— puedan decidir si, cuándo y con quién tener hijas e hijos. Así, la maternidad dejó de ser un destino esperado y casi unívoco para convertirse en una opción más, entre varias posibles e igualmente válidas.
A partir de 2014, la tendencia descendente de la fecundidad se volvió más marcada. Para 2022, la tasa de fecundidad en Argentina registró una caída del 34 % (Rofman et al., 2022), una de las más significativas de la región en ese período. Este proceso se expresa también en los modos de vida: en las últimas décadas, creció de forma sostenida la proporción de hogares sin niños, especialmente en zonas urbanas
Argentina atraviesa este proceso en un momento clave de su transición demográfica. Aunque la fecundidad comenzó a caer antes de 1935, fue en los últimos años cuando la caída se aceleró y consolidó. La ONU proyecta que el país alcanzará su bono demográfico en 2034 y luego ingresará en una etapa de envejecimiento cada vez más pronunciada. Para 2040, la población de 60 años y más crecerá en más de un 45 %, mientras que la población de 0 a 4 años disminuirá tanto en términos absolutos como relativos.
En el primer trimestre de 2025, criar a un bebé de menos de un año representó el 57,6 % del ingreso medio de las mujeres y el 40,8 % del ingreso medio de los varones.
En este contexto, el debate público suele centrarse en los costos vinculados al envejecimiento —pensiones, salud, atención a la dependencia— mientras que poco se discute sobre las condiciones disponibles para quienes eligen –o evalúan– criar. ¿Qué significa criar hoy con ingresos insuficientes y sin redes públicas de cuidado? ¿Cuáles son las brechas entre quienes crían solas y quienes comparten ingresos?
Este informe propone una herramienta nueva para pensar esa dimensión: el CRIA (Coeficiente de Reproducción e Ingresos en Argentina). El CRIA relaciona el costo mensual estimado de la crianza con diferentes niveles de ingreso —promedio general, ingreso por sexo, por composición del hogar y por decil— con el fin de aportar evidencia sobre en qué condiciones económicas se está reproduciendo la vida en Argentina y con qué desigualdades estructurales.
¿Qué mide el CRIA?
El Coeficiente de Reproducción e Ingresos en Argentina (CRIA) mide la relación entre el costo de la crianza durante el primer año de vida de una persona y los ingresos disponibles para sostenerlo. Es un indicador que busca capturar, en términos económicos, cuánto pesa tener un/a hijo/a sobre los ingresos de las personas, y qué tan accesible o costoso resulta ese proceso en el contexto socioeconómico argentino actual.
A través de un cociente simple —entre el costo anual de la canasta de crianza para un/a niño/a de 0 a 1 año y distintos niveles de ingreso— el CRIA permite observar con claridad cuánto representa la reproducción biológica y social en el presupuesto de los hogares. Si bien no pretende agotar todas las dimensiones que implica tener y cuidar a un/a hijo/a, funciona como un termómetro del esfuerzo económico que supone esa decisión en distintos grupos sociales y económicos.
El objetivo del indicador es poner en evidencia los factores materiales que inciden en las decisiones reproductivas en la Argentina, así como visibilizar las desigualdades que existen en el acceso a la maternidad y a la crianza. El CRIA permite comparar situaciones entre varones y mujeres, entre hogares con distintos niveles de ingreso y entre diferentes combinaciones familiares (monomarentales, biparentales, etc.).
El Coeficiente de Reproducción e Ingresos en Argentina (CRIA) de la Fundación Encuentro evidencia la enorme dificultad que implica hoy querer tener un hijo en nuestro país.
Decisiones metodológicas
Las principales decisiones metodológicas están vinculadas a los tres términos del CRIA: el numerador (canasta de crianza para niños/as de hasta un año), el denominador (ingreso medio de la población con ingresos) y el cociente (teniendo en cuenta que la canasta de crianza es mensual y el dato de ingresos es trimestral). ¿Por qué tomamos estas decisiones?
-Ingreso medio de la población con ingresos. El CRIA toma como denominador el ingreso medio de todas las personas que perciben ingresos (de cualquier tipo). Esta decisión se basa en dos razones clave: 1) Incluir a personas sin ingresos no reflejaría adecuadamente las condiciones materiales reales en las que se evalúan o atraviesan procesos reproductivos; 2) Limitarse al ingreso laboral principal dejaría afuera situaciones muy comunes: personas con pluriempleo, ingresos combinados (trabajo y transferencias estatales), o sostenes económicos no laborales (como ayudas familiares o rentas). De esta forma, el ingreso medio utilizado en el CRIA se acerca más a los recursos efectivamente disponibles para sostener una crianza.
-Canasta de crianza para bebés de 0 a 1 año. El CRIA se construye con el valor mensual de la canasta de crianza correspondiente al primer año de vida. No se toma el promedio entre los diferentes grupos etarios que componen la canasta (0-1, 1-3, 4-5, 6-12) porque: 1) El foco del indicador está puesto en los costos que se enfrentan al momento de tener un/a hijo/a, no en la crianza como proceso extendido. En otras palabras, lo que se busca emular es el cálculo que hacen las personas a la hora de decidir tener o no tener un hijo. 2) La etapa 0 a 1 año es un proxy más ajustado para pensar el inicio de la reproducción, más sencillo de replicar y comunicar.
-Relación entre ingreso trimestral y canasta mensual. Mientras que los ingresos se informan de forma trimestral (según las estadísticas oficiales), la canasta de crianza tiene un valor mensual. Para construir el CRIA, se toma la canasta del último mes de cada trimestre, con dos objetivos: 1) Capturar el efecto más actualizado de la inflación sobre el costo de criar; 2) Usar una medición estable y replicable que evita el ruido de promediar tres valores mensuales con diferentes bases de actualización.
El uso periódico permite monitorear tendencias y fundamentar políticas públicas que busquen aliviar la carga económica del cuidado, aportando evidencia para diseñar asignaciones individuales, licencias parentales, subsidios y otras medidas de protección social.
Limitaciones y desafíos
Como todo indicador, el CRIA presenta limitaciones que es importante tener en cuenta al interpretarlo. Por tratarse de un indicador compuesto, hereda ciertas debilidades tanto de la variable de ingresos como de la canasta de crianza, además de las propias de su construcción metodológica.
En cuanto a los ingresos, el principal problema se relaciona con la calidad de los datos provistos por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Es frecuente la subdeclaración de ingresos por parte de los encuestados, motivada por desconfianza, temor a revelar información o dificultades para recordar con exactitud sus percepciones. Esta subdeclaración tiende a ser mayor en sectores informales o en actividades con ingresos variables. Además, la EPH enfrenta dificultades para captar ingresos no regulares, como propinas o comisiones, y la no respuesta parcial o total a preguntas sobre ingresos también afecta la precisión de los datos. En contextos de alta inflación y cambios económicos, la variabilidad salarial puede complicar la comparación entre períodos. Estas limitaciones son relevantes porque afectan la precisión del CRIA y otros indicadores basados en la EPH.
Respecto a la Canasta de Crianza, existen dos críticas principales. En primer lugar, el componente vinculado a los cuidados está calculado a partir de la paritaria nacional de trabajo en casas particulares, que no se actualiza desde hace varios meses. Esto provoca que los costos de cuidados crezcan por debajo de la inflación, sin reflejar los incrementos reales del mercado y de otros gastos relacionados. En segundo lugar, al tratarse de una canasta estándar basada en convenios colectivos y la canasta básica total, no se adapta a realidades específicas, especialmente de sectores vulnerables como niños y niñas con discapacidades u otras condiciones que requieren gastos adicionales tanto en bienes y servicios como en cuidados especializados.
Finalmente, el CRIA tiene limitaciones propias de su diseño. Al centrarse únicamente en el costo de crianza de un niño o niña menor de un año, omite las variaciones que implican otras etapas de la crianza y el cuidado. Asimismo, esta decisión asocia la reproducción y la crianza al nacimiento biológico, sin considerar otras formas de crianza, como la adopción o la crianza extendida en contextos familiares diversos.
Por último, el CRIA es el cociente entre un valor calculado para Gran Buenos Aires (la Canasta de Crianza) sobre un valor nacional (el ingreso promedio). Sin embargo, dado que la Canasta de Crianza solo se alcula para GBA, no hay alternativas disponibles para un indicador de este tipo en el corto plazo.
A pesar de estas limitaciones, el CRIA es un instrumento en desarrollo. La intención es que, a lo largo de los informes trimestrales, se profundice en las distintas dimensiones y realidades de la crianza, incorporando ajustes y mejoras que permitan capturar mejor la complejidad de este proceso.
En el primer trimestre de 2025, criar a un bebé de menos de un año representó el 57,6 % del ingreso medio de las mujeres y el 40,8 % del ingreso medio de los varones. Es decir que, por cada peso que ganaron, las mujeres destinaron casi 60 centavos a criar, mientras que los varones destinaron 40.
¿Para qué sirve el CRIA?
El CRIA (Coeficiente de Reproducción sobre Ingresos en Argentina) cumple un doble propósito que lo vuelve una herramienta integral para abordar el costo de la crianza.
Por un lado, funciona como un indicador sintético que permite leer la realidad económica de las personas en relación con el costo de criar hijos e hijas. Al relacionar el gasto estimado en la crianza durante el primer año con los ingresos individuales promedio, el CRIA abre preguntas clave sobre la asequibilidad de la crianza, las desigualdades socioeconómicas y territoriales, y el impacto de la economía en las decisiones demográficas. Su uso periódico permite monitorear tendencias y fundamentar políticas públicas que busquen aliviar la carga económica del cuidado, aportando evidencia para diseñar asignaciones individuales, licencias parentales, subsidios y otras medidas de protección social.
Por otro lado, el CRIA tiene un uso operativo específico y de alto impacto social: puede funcionar como referencia objetiva en juicios por cuota alimentaria. Su valor actualizado y respaldado metodológicamente puede proveer a jueces, abogados y mediadores una base concreta para fijar cuotas que reflejen el costo real de la crianza, reduciendo la discrecionalidad y ajustando los montos a contextos de alta inflación. En este sentido, el CRIA se convierte en una herramienta práctica que contribuye a garantizar derechos, asegurar un estándar justo y evitar atrasos en las prestaciones destinadas a sostener a niños y niñas.
Este uso operativo complementa a la Canasta de Crianza: mientras que ella mide el costo de criar desde el lado de la "demanda" —es decir, las necesidades básicas de los niños y niñas en términos de bienes, servicios y cuidados—, el CRIA aporta información desde la "oferta", es decir, desde la capacidad económica real del alimentante, como la entienden jueces y abogados en los procesos judiciales. Así, ambos indicadores se complementan para brindar parámetros objetivos y actualizados que facilitan la toma de decisiones respecto al monto de la cuota u obligación alimentaria, reduciendo arbitrariedades y consolidando criterios en base a evidencia. El CRIA en acción: diversidad y desigualdad ante la reproducción y la crianza
Más allá del promedio general, el CRIA permite observar cómo varía el esfuerzo económico de criar según sexo, nivel de ingresos, composición familiar y edad de los niños, entre otras posibles variables relevantes. Estas diferencias no sólo reflejan desigualdades preexistentes en la distribución de los recursos, sino que también muestran cómo esas brechas inciden en la posibilidad real de iniciar y sostener una crianza.
Cuando los ingresos son más bajos, el peso de la crianza aumenta y por eso la brecha entre mujeres y varones se ensancha.
Sexo
En el primer trimestre de 2025, criar a un bebé de menos de un año representó el 57,6 % del ingreso medio de las mujeres y el 40,8 % del ingreso medio de los varones. Es decir que, por cada peso que ganaron, las mujeres destinaron casi 60 centavos a criar, mientras que los varones destinaron 40.
Esta brecha es persistente a lo largo del tiempo y se explica por la desigualdad de ingresos entre varones y mujeres. En otras palabras, la diferencia no está en el costo de la canasta —que es el mismo para todos—, sino en los ingresos: los varones ganan más y, por lo tanto, la crianza ocupa un espacio menor en su presupuesto. Cuando los ingresos son más bajos, el peso de la crianza aumenta y por eso la brecha entre mujeres y varones se ensancha. Por este motivo, entre el 4to trimestre de 2023 y el 2do trimestre de 2024, las brechas de género en el CRIA fueron mayores: producto de la devaluación de diciembre de 2023, los salarios de las mujeres sufrieron un desfasaje respecto al salario de los varones. Así, en el primer trimestre de 2024 la brecha fue la más alta de toda la serie.
Una cuestión importante a tener en cuenta al analizar la serie histórica: así como el denominador del CRIA covaría en relación a los ingresos, es importante tener en cuenta que el numerador covaría con la Canasta de Crianza, que se compone en casi un 70% por el salario horario de las trabajadoras de casa particular: dado que este sector no percibió aumentos significativos a lo largo del último año, la presión de la Canasta de Crianza sobre el ingreso es menor y, como se mencionó en el apartado metodológico, registra niveles de aumento por debajo del IPC. Esto explica el declive sostenido, sobre todo en el último año.
Deciles de ingreso
En el 10 % más pobre de la población —el primer decil—, criar a un bebé de menos de un año exige 3,89 ingresos medios de ese grupo. Es decir, casi cuatro veces lo que una persona promedio de ese decil gana en un mes.
A partir de allí, el CRIA dibuja una curva descendente nítida: cuanto menor es el ingreso, mayor es el esfuerzo económico para criar, y esa distancia entre extremos refleja desigualdades estructurales que condicionan la decisión misma de tener hijos.
A medida que se sube en la escala de ingresos, el peso de la crianza se reduce: baja a 1,59 ingresos en el decil 2, a 1,25 en el decil 3 y se iguala al ingreso mensual en el decil 4 (1,00). A partir del decil 5, el costo relativo queda por debajo de 1: 0,81 en el 5, 0,64 en el 6 y 0,52 en el 7. En los tramos más altos, la brecha se vuelve más marcada: 0,42 en el decil 8, 0,32 en el 9 y apenas 0,16 en el 10 % más rico. Esto significa que la relación entre crianza e ingresos equivale a 24 veces la misma relación en los ingresos de los hogares más pobres que en los más ricos.
Por sexo, las diferencias dentro de cada decil son en general pequeñas, salvo en el primero. Allí, el CRIA de las mujeres es levemente menor porque los pocos varones presentes tienen ingresos aún más bajos que ellas, que representan casi el 70% de este grupo.
Aunque el CRIA se calcula con base en la canasta de crianza para bebés de 0 a 1 año, aplicarlo a diferentes grupos etarios muestra cómo cambia la presión económica según la etapa de crecimiento.
Tipo de familia
El CRIA también revela diferencias significativas según la composición familiar, que inciden directamente en el peso económico de la crianza. En el primer trimestre de 2025, los hogares monomarentales encabezados por mujeres enfrentaron la carga relativa más alta: criar a un bebé demandó el 57,9% del ingreso medio disponible de las mujeres, casi el doble que en hogares con pareja varón-mujer (24,0%). Esta brecha evidencia las dificultades adicionales que enfrentan las madres solas, quienes no solo tienen menores ingresos promedio, sino que también deben asumir solas los costos y responsabilidades de la crianza.
Los hogares monoparentales encabezados por varones también enfrentan una carga elevada (41,0%), aunque menor que la de las mujeres monomarentales. Por su parte, las parejas del mismo sexo muestran un CRIA intermedio: los hogares con dos mujeres destinan un 28,9% de sus ingresos a la crianza, mientras que los de dos varones, un 20,5%.
Estas diferencias reflejan no solo variaciones en los ingresos promedio, sino también desigualdades en el acceso a redes de apoyo, en la distribución de las tareas de cuidado y en la estabilidad laboral y económica de cada tipo de hogar. En particular, la elevada presión económica sobre los hogares monomarentales resalta la necesidad de políticas públicas que reconozcan y acompañen esta realidad, para garantizar que todas las familias puedan sostener una crianza digna y sostenible.
El CRIA evidencia la enorme dificultad que supone hoy criar en Argentina.
Edad de los niños/as
Aunque el CRIA se calcula con base en la canasta de crianza para bebés de 0 a 1 año, aplicarlo a diferentes grupos etarios muestra cómo cambia la presión económica según la etapa de crecimiento. En el primer trimestre de 2025, el CRIA fue 0,478 para bebés, 0,568 para niños/as de 1 a 3 años, 0,477 para 4 a 5 años y alcanzó 0,600 para niños/as de 6 a 12 años, con un promedio general de 0,531.
Estos números sugieren que, si bien el primer año implica gastos iniciales importantes, las necesidades de cuidado y consumo no se reducen necesariamente con la edad, e incluso pueden aumentar en ciertos momentos, como durante la niñez temprana y escolar.
Sin embargo, esta interpretación debe matizarse por un factor clave: como se marcó anteriormente, casi el 70 % del costo de la canasta de crianza corresponde al salario horario de trabajadoras de casas particulares, un sector con ingresos estancados o deprimidos durante el último año. Esto implica que, aunque en condiciones normales un mayor tiempo de cuidado debería elevar el costo relativo de la crianza en niños mayores, la falta de aumentos salariales en este sector reduce artificialmente ese efecto.
En consecuencia, el CRIA puede subestimar el incremento real en los costos de crianza asociados a mayores demandas de cuidado, al estar distorsionado por la precariedad salarial de las trabajadoras domésticas. Esta situación agrega una dimensión más a las desigualdades que enfrentan las familias para sostener la crianza en el tiempo.
El costo económico de la crianza representa un esfuerzo prácticamente insostenible, que en muchos casos supera varias veces el ingreso mensual disponible.
Conclusiones
El CRIA evidencia la enorme dificultad que supone hoy criar en Argentina. No se trata de una cuestión de voluntad o “elección libre” en abstracto, sino de una decisión que está atravesada por condiciones materiales adversas. Para una gran parte de la población, y en particular para los segmentos más pobres, el costo económico de la crianza representa un esfuerzo prácticamente insostenible, que en muchos casos supera varias veces el ingreso mensual disponible.
La caída sostenida de la natalidad no es un misterio que pueda explicarse con discursos simplistas ni con falacias que atribuyen la baja fecundidad a supuestos “excesos” del feminismo o a la supuesta “pereza” de quienes no quieren tener hijos. Es una consecuencia de una política económica que avanza contra el salario y el tiempo de las personas, precariza el trabajo, aumenta la desigualdad de ingresos y atenta contra la provisión de cuidados. En lugar de buscar culpables ideológicos, el debate público debería enfocarse en construir respuestas reales: mejorar los ingresos, expandir los derechos laborales y sociales, desarrollar un sistema integral de cuidado y garantizar que criar no sea un privilegio de pocos, sino un derecho al alcance de todos.
El CRIA se presenta como una herramienta valiosa para medir ese esfuerzo económico y para visibilizar las desigualdades estructurales que condicionan las decisiones reproductivas. Como termómetro de la capacidad económica para criar, aporta datos concretos para fundamentar políticas públicas orientadas a aliviar la carga material sobre las familias y también para mejorar la justicia en el ámbito judicial, especialmente en la fijación de cuotas alimentarias ajustadas a la realidad.
En un contexto de profundización de la desigualdad y crisis social, el CRIA no solo aporta evidencia para comprender la reproducción social en Argentina, sino que se convierte en un insumo central para orientar políticas que garanticen el derecho a criar con dignidad. Ignorar esta realidad o desviar la atención hacia falsos debates ideológicos es condenar a las familias a la precariedad y profundizar la crisis demográfica y social de la Argentina.
Referencias
Instituto Nacional de Estadística y Censos. (2020–2025). Base individual y hogar. Total aglomerados EPH y por aglomerado; total interior; y aglomerados de más y menos de 500.000 habitantes [Base de datos].
Incluye series trimestrales: 2020 (T1–T4), 2021 (T1–T4), 2022 (T1–T4), 2023 (T1–T4), 2024 (T1–T4) y 2025 (T1). https://www.indec.gob.ar/indec/web/Institucional-Indec-BasesDeDatos-1 Instituto Nacional de Estadística y Censos. (2025). Canasta de crianza, por tramo de edad. Enero 2020-junio 2025 [Base de datos]. https://www.indec.gob.ar/indec/web/Nivel4-Tema-4-43-17
Link del informe: https://www.fundacionencuentro.com/projects/cria%3A-coeficiente-de-reproducci%C3%B3n-e-ingresos-en-argentina