El intendente de Junín Pablo Petrecca sufrió un revés inédito en sus 10 años de gobierno, al quedar huérfano de aparatos partidarios que lo ayudaban con las listas sábana a obtener triunfos de cotillón.

En esta oportunidad, su avaricia y personalismo le jugó una mala pasada, ya que envalentonado rompió con el PRO que le dio cobijo durante más de una década y tras la traición saltó desesperado a los brazos de algunos conocidos y otros a los que detestaba.

Quiso proponer una elección de índole local y el resultado fue elocuente.

A pesar de haber gastado una enorme fortuna en la campaña, que debiera ser ahora ser motivo de investigación por parte de la oposición y la justicia, quedó relegado al tercer lugar como candidato en el orden seccional de la Cuarta y al segundo en Junín con sus funcionarios, donde utilizó a su favor el aparato del gobierno de “todos” los vecinos; sin siquiera pedir licencia como alcalde durante la campaña, rompiendo con toda regla de ética y transparencia.

Aún así el sopapo fue contundente. El peronismo volvió a ganar en estas tierras luego de décadas, mostrando que a veces “tragarse sapos” puede resultar en una buena medicina.

De esta manera, quedó evidenciado el aturdimiento de Petrecca cuando tuvo que dar su discurso en el bunker perdidoso, acompañado de su cuñado Juan Fiorini que no paraba de decirle cosas al oído para que en medio de la bronca contenida no se olvidara de las formas y no se saliera del libreto, acuciado por su ego desenfrenado.

Petrecca por momentos terminó pareciéndose a Javier Milei en el bunker provincial, con un mensaje contradictorio, aceptando la derrota pero a regañadientes.

Y entre las cosas que le “sopló” su cuñado para que no lo olvidara, estuvo el anuncio respecto a que irá a cumplir el mandato electoral a la legislatura y que asumirá “Juancito”, quien fue vitoreado con un “se siente se siente, Fiorini intendente”, como si hubiera sido elegido, cuando llegaría allí por simple herencia de un gobierno nepotista.

De todos modos todavía resta saber si eso ocurrirá.

Si bien el intendente tendría la presión familiar para irse de Junín, no deja de ser una actitud irresponsable por parte de quien juró hacerse cargo de un mandato que ahora está traicionando tal y como lo hizo también con su partido.

En ese caso dejaría un verdadero caos político partidario; con un gobierno huérfano, que rompió lazos con el gobierno nacional lo que hizo que el peronismo volviera a ganar en Junín ya que si sumamos los votos de LLA + Petrequismo, superarían el 50%. Con una ruptura traumática con el gobierno provincial a cuyo gobernador hace unos días intentó ridiculizar al dejarlo hablando solo, en un acto en Junín, haciéndose el ofendido. Y respecto a su participación en SOMOS, cabe preguntarse si en octubre militará a favor de Florencio Randazzo, el peronista díscolo que encabezará la lista a diputados nacionales por provincia de Buenos Aires. Como broche final, a partir de diciembre perderá definitivamente la mayoría en el Concejo deliberante, que manejó a su antojo con la obsecuencia de los ediles de turno y muchos de ellos ahora le quieren picar el boleto. Perdió también la “caja” del Consejo Escolar, otro dato digno de investigación por parte del gobierno provincial.

Semejante laberinto kafkiano, repercutirá seguramente en la ya caótica gestión municipal con un distrito acuciado por los problemas. Con falta de infraestructura y servicio en los barrios, tasas abusivas, gastos incontrolables, negociados con amigos y problemas puntuales como el paso bajo nivel inconcluso, los caminos rurales destruidos y el sistema lagunar con el agua avanzando y con tramos sin terminar del plan maestro del río Salado, además del estado calamitoso de las rutas que nos atraviesan en el distrito.

Un sopapo que se veía venir por la ineptitud del gobierno local, que lo deja aturdido al intendente, pero que el dolor lo sentirán los vecinos que seguirán viviendo en Junín, mientras el principal responsable quiere escapar rápidamente.