martes 16 de septiembre de 2025

CULTURA | 9 sep. 2025

OTRO GRANDE QUE SE RETIRÓ

José Luis Perales siempre le cantó a los enamorados

El autor de éxitos como “Que canten los niños” no tenía en sus planes subirse a los escenarios, pero tuvo que hacerlo a instancias de un productor y pasó cinco décadas llevando su música por todo el mundo.


Por: Ismael A. Canaparo

José Luis Perales Morillas (Castejón, Cuenca, 18 de enero de 1945) es un cantautor, compositor, poeta y productor discográfico español considerado uno de los autores más prolíficos y sobresalientes de la escena de su país. Sus letras son poemas que hablan del amor, la nostalgia y la paz. Ha realizado 27 producciones musicales​ y registrado más de 510 canciones en la Sociedad General de Autores de España. Además, ha vendido más de 55 millones de discos.

Perales comenzó hace tres años su despedida de los escenarios con el primero de los cuatro conciertos que celebró en el Auditori del Fòrum de Barcelona. Unos adioses estrictamente de los escenarios que están enmarcados en una gira que ha pasado a llamarse de “Baladas para una Despedida” a “Baladas para una Bienvenida”, a modo de reencuentro, "después tengo silencio y tristeza".

Estos conciertos, que se extendieron por toda España, fue un recorrido por su carrera musical, lo que equivale a decir por la memoria de varias generaciones, materializada en canciones (¿eternas?), como “Un velero llamado Libertad”, “¿Y cómo es él?”, “Te quiero” o “Por qué te vas”. A sus 76 años, Perales, que atesora uno de los más amplios y conocidos repertorios de la canción moderna española, dice encontrarse en plena forma.

Entrevistado por el periodista Esteban Linés, para el diario “La Vanguardia”, Perales desgranó una serie de interesantes reflexiones de su vida, de su pensamiento y de su trayectoria:

“Mi infancia transcurrió en Castejón, un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, donde nací el 18 de enero de 1945. Desde niño aprendí a amar la música, abrazando mi primer instrumento musical: el laúd con el que formé parte de la rondalla del pueblo. Dicen mis amigos de entonces que en la clase de solfeo fui un alumno aventajado. Creo que llevaban razón. Todavía hoy conservo en la memoria la melodía de alguna de aquellas lecciones”.

“Fui el tercero de cuatro hermanos y el único varón, por lo tanto supongo que bastante consentido. A los trece años salí de Castejón para estudiar en la Universidad Laboral de Sevilla. Reconozco que no fui brillante, estudié lo justo para sacar adelante durante siete años la beca que disfrutaba, ya que mi familia no disponía de demasiados recursos económicos. Estudié electrónica y nunca tuve vocación de ingeniero, y un día, por culpa de la música, interrumpí mis estudios”.

“Musicalmente ha influido mucho que yo sea un músico muy elemental. Mis acordes de guitarra son limitadísimos, pero con ellos he escrito muchísimas canciones. Antes, cuando me dedicaba mucho más a escribir, elegía los días grises, lluviosos y con el silencio absoluto del campo de mi pueblo”.

“Soy de lágrima fácil. Me da un poco de cosa soltarla, aunque soy de emoción que se trasluce rápida y muy fácilmente. Cuando estuve dando un concierto en Galicia y expliqué que me iba ya de los escenarios, porque tengo muchas cosas que hacer, quiero escribir, tengo dos o tres libros y uno a medias. Pero que por encima de todo el hecho de marcharme de los escenarios supone una gran felicidad para mí porque es recuperar algo de lo que perdí de la infancia y de la adolescencia, y desde luego porque también me permite dedicar más tiempo a ver y estar con mis nietos, que los tengo aquí al lado de casa. Para mí eso es maravilloso. Y al hablar de eso ayer tuve que parar, la voz me temblaba”.

“Alguien podrá pensar que esta decisión significa que la música no es mi gran prioridad. Pero no es así. La música ha sido mi gran vocación desde niño. A los seis años empecé a tocar el laúd, estuve en la rondalla de mi pueblo, aprendí a escribir mi primera canción a los 16 años en la Universidad Laboral. Eso es lo más importante, pero tengo muchas aficiones. Si vienes a mi taller, en mi casa, verías cosas muy diversas. Ahora estoy muy inmerso en hacer porcelana”.

“Soy inconformista, no estoy del todo contento con lo que hago, pero desde luego hay muchas canciones a las que todavía les encuentro algo, que me llegan tras lo mucho que me han costado. Es un reto continuo, y es algo que también tengo que hacer a la hora de tocar temas que antes no hacía, exceptuando el amor, que lo he tocado muchísimas veces en cantidad de secuencias”.

“Tener canciones tan memorables al principio de mi carrera, ha sido como un arma de doble filo al ser referencias elevadas para la carrera posterior. Allí está tu evolución, tienes que estar al tanto de todo en cierta manera. En la música no te puedes quedar siempre en lo mismo. En este sentido he tenido mucha suerte con mi hijo Pablo. Estudió música en Berklee, es un musicazo y además es el que me lleva de la mano un poco a la hora de grabar los discos, los repertorios. Si no fuera por él creo que ya me habría aburrido un poco, porque me ha hecho evolucionar musicalmente. Es algo fundamental para mí que esté al tanto de lo que hago; como crítico es durísimo con lo que hago, y como productor, también es de lo más duro que he tenido nunca”.

Uno de los temas reiterados en mis canciones es la libertad. En todos los momentos la palabra libertad tiene vigencia y debe tenerla siempre. El ser humano la necesita para vivir y respirar. Lo que pasa es que mucha gente no da mucho valor a esa palabra, y para mí es lo más importante que puede tener el ser humano”.

“¿Cuál es la fórmula para que una canción sea eterna? Tiene que ser universal y que hable de un tema universal que todo el mundo entienda y sienta”.

“He cantado a mi entorno, y mi entorno es salir a la calle, ver a la gente, hablar, observarla, leer el periódico. Creo que la actualidad de la gente, lo bueno, lo dramático, lo malo, lo alegre, se presta para escribirlo. Una canción mía tiene que ser en cierta manera el reflejo de la sociedad en la que estoy viviendo y también en mi forma de estar en este momento. Debe ser un retrato de eso que observas en la calle. Dice un refrán “habla para los idiotas y te entenderán los inteligentes”; no se trata de que sean idiotas, creo que hay que hablar para la gente que entiende el lenguaje universal. La gente muy de la calle, de la tierra, de la cotidianidad, de la vida diaria y creo que eso es lo que tiene mi música. Y desde luego, musicalmente también ha influido mucho que yo sea un músico muy elemental. Mis acordes de guitarra son limitadísimos, pero con ellos he escrito muchísimas canciones”.

“He recorrido una gran cantidad de años con mi música, y allí se ha quedado. A la gente joven que viene a mis conciertos a veces les pregunto qué hacen allí viendo a un viejo como yo, y me dicen "no eres un viejo, sino parte de nuestra vida", porque cuando su padre o madre iba a la playa o a la montaña, ponían la casette con mi música por las dos caras hasta llegar a destino”.


AQUELLA “NIEBLA”


“Nunca podría haber imaginado que aquella canción “Niebla”, escrita a los dieciséis años en mi cuarto de estudiante en Sevilla, fuera el principio de una posterior y larga trayectoria como autor.

Todo comenzó a finales de los años sesenta cuando llegué con cierto miedo a mi primera cita con un director discográfico, gracias a que mis amigos, dueños de un estudio de grabación, se empeñaron en presentar una maqueta mía con unas cuantas canciones, sin yo saberlo. Era una época en la que las grandes voces, como Nino Bravo, ocupaban los primeros puestos en las listas de éxitos. Mi única aspiración era que alguna de esas grandes voces llegara a interpretar alguna de mis canciones.

Después de una larga espera, el director de aquella compañía me recibió en su despacho, de cuyas paredes colgaban los discos de oro y platino, símbolo de éxito de sus artistas”.

 

 

 

 

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