

El 24 de septiembre de 1928 no fue un día más para la historia del transporte: en Buenos Aires se realizó el primer viaje en colectivo, un invento argentino que marcó un antes y un después en la vida cotidiana de millones de personas. Aquella iniciativa, nacida en plena crisis económica mundial y de la mano de un puñado de taxistas, es hoy parte de la identidad cultural del país.
La fecha fue oficializada en 2004 como Día del Colectivo, a través de la Ley 1475 de la Ciudad de Buenos Aires, impulsada por el gremio de taxistas. El objetivo: rendir homenaje tanto a quienes prestan el servicio como a la creatividad que hizo posible su nacimiento.
Durante la década de 1920, Argentina también sufrió los coletazos de la crisis económica mundial, los taxistas veían caer la demanda porque los tranvías resultaban más accesibles. Fue entonces que el ingenio argentino se activó y, lo que empezó como una medida para sortear la crisis, se exportó al mundo como un novedoso medio de transporte.
Frente a este panorama, un grupo de conductores decidió reunirse en un bar de Rivadavia y Lacarra para buscar una salida. Los nombres de José García Álvarez, Rogelio Fernández, Pedro Etchegaray, Manuel Pazos, Felipe Quintana, Antonio González y Lorenzo Porte pasaron a la historia: fueron ellos quienes idearon el sistema de “auto-colectivos”, permitiendo que varias personas compartieran el viaje en un mismo auto con una tarifa reducida.
Así nació un modelo de transporte económico para los pasajeros y rentable para los choferes, que desde entonces se convirtió en sinónimo de ingenio argentino para sobrevivir en medio de la adversidad.
El primer viaje y la expansión
El primer recorrido comenzó en Primera Junta (Caballito), pasó por Plaza Flores y concluyó en Lacarra y Rivadavia, en Floresta. Los autos podían llevar hasta cinco pasajeros, con una tarifa de diez centavos cada uno.
El éxito fue inmediato: en pocos meses ya había 40 vehículos en funcionamiento y se creó la línea 8, que unía Nazca y Rivadavia con Plaza de Mayo. Con el tiempo llegaron las adaptaciones: unidades más grandes, identificación por colores, carteles con destinos e incluso líneas exclusivas para mujeres.
En 1931 aparecieron los primeros vehículos diseñados especialmente como colectivos, con capacidad para diez personas, que luego ascendió a cuarenta. Y en 1932 la Municipalidad porteña reguló el servicio, fijando medidas y condiciones.
Un invento que trascendió fronteras
El colectivo no solo cambió la movilidad en Buenos Aires: rápidamente se expandió al resto del país y luego al mundo. Esa mezcla de practicidad, creatividad y resiliencia lo convirtió en un símbolo de la inventiva argentina. Hoy, casi un siglo después, en otro contexto de crisis, recordar el nacimiento del colectivo es también una forma de celebrar esa capacidad nacional de “reinventarse para seguir andando”.
Datos curiosos del colectivo argentino
Se pagaba al bajar: a diferencia de hoy, en los primeros colectivos el pasajero abonaba el viaje recién al descender.
Líneas exclusivas para mujeres: durante los primeros años existieron servicios diferenciados para pasajeras, un reflejo de las costumbres de la época.
Colores identitarios: cada línea empezó a pintar sus unidades con diseños y combinaciones propias, una tradición que convirtió a los colectivos porteños en parte del patrimonio cultural.
De autos a buses: los primeros viajes se hacían en taxis adaptados que llevaban hasta cinco personas; en pocos años llegaron las carrocerías específicas con capacidad para 40 pasajeros.
El invento se exportó: el modelo argentino de transporte urbano fue replicado en varias ciudades del mundo, consolidando al colectivo como un símbolo local con proyección global.