Por: Redacción Semanario de Junín
SECCIÓN SEMANAGRO PUBLICADA EN LA EDICIÓN IMPRESA Y EDICIÓN DIGITAL Nº 92 DE SEMANARIO DE JUNÍN. SEMANA DELL 6 AL 12 DE DICIEMBRE DE 2025
Cualquier gestión de gobierno, ya sea nacional, provincial o municipal; pone de relevancia la importancia económica del sector agropecuario y mucho más en nuestra región que forma parte de la zona núcleo granaria. Sin embargo, esto parece quedar solamente en el discurso ya que las acciones van en otro sentido.
La depreciación millonaria del capital vial y los sistemas de saneamiento compromete la productividad junto con la salud pública. Voces autorizadas del sector exponen el diagnóstico crudo de la red de servicios argentina y urgen a quienes tienen las herramientas, los conocimientos y el poder de decisión para fijar un plan de desarrollo que garantice tanto la seguridad jurídica como la sostenibilidad a largo plazo.
“La infraestructura de un país es el conjunto de activos construidos para prestar servicios a la comunidad”, afirma Fernando Lago, Director del Área de Pensamiento Estratégico de la Cámara Argentina de la Construcción (CAMARCO). Este capital es el motor fundamental de la productividad, la salud y la equidad social. Sin embargo, en Argentina, una parte sustancial de este activo invaluable no solo está postergada, sino que se encuentra en franco deterioro.
Esta es la conclusión central que surge de un análisis profundo realizado por expertos, quienes ponen la lupa sobre la red vial. El desafío va más allá de la construcción de obra nueva: se trata de una compleja ecuación de mantenimiento preventivo, seguridad jurídica y el compromiso ineludible de la clase política para establecer un plan que considere a la infraestructura como una verdadera política de Estado.
La infraestructura invisible es la que sostiene al país y su deterioro no es solo un indicador de crisis, sino un acto de hipoteca contra las próximas generaciones
La misma lógica de depreciación por la inversión intermitente se aplica a la red caminera, la espina dorsal que transporta más del 90 % de los bienes y servicios del país. Bernardino Capra, ingeniero en vías de comunicación, revela que el dinero invertido en el capital vial “excede más de diez veces, holgadamente, solamente el valor de YPF”. El ingeniero subraya la máxima de la infraestructura en todo el mundo: “está demostrado que por cada peso no invertido oportunamente, luego repercute entre cinco y seis veces más que si se hubiera intervenido a tiempo”.
El sobrecosto del transporte por el mal estado de las rutas se traduce en un impuesto invisible a la productividad, un costo que no se registra en las cuentas públicas, pero que el sector productivo paga diariamente.
El foco del problema no está solo en las grandes rutas, sino en la red capilar: los 160.000 kilómetros de caminos rurales no pavimentados de mayor jerarquía. Capra enfatiza que estos son los caminos que impactan en la matriz productiva porque “el camino, en general, no es por donde sale la mercadería, sino por donde entra el progreso”.

Cuando estos caminos colapsan por las lluvias o la falta de mantenimiento, la manufactura agropecuaria sufre una pérdida de entre el 20 % y el 30 % del costo de oportunidad. Capra identifica un vicio oculto de reparación, donde los camiones, al no poder esperar, salen igual, a un “costo de romper absolutamente el camino”, creando un ciclo infinito de deterioro. La solución a este problema, que desborda a los municipios, no pasa por la costosa pavimentación, sino por estabilizar esa red postergada a un costo diez veces menor. Este tipo de inversión, que se amortiza con menos de 50 vehículos diarios, garantiza que “vos puedas usar el camino los 365 días del año”.
El análisis de Capra converge en la misma demanda para destrabar el estancamiento de la obra pública: la necesidad de un marco institucional sólido y profesional que le devuelva la jerarquía a la planificación.
Capra reveló además otro tema crucial, la capacitación técnica. Al analizar los costos de operación de maquinarias viales complejas, la incidencia de la mano de obra en una tarea de perfilado liviano con motoniveladora no supera el 6 o 7 %. Esta cifra, que debería ser conocida por el personal a cargo, es a menudo ignorada, demostrando un déficit en el rendimiento del equipo.
La falta de entrenamiento se suma a que las cuadrillas no están diseñadas para trabajar las ocho horas diarias completas.
La misma lógica de depreciación por la inversión intermitente se aplica a la red caminera, la espina dorsal que transporta más del 90 % de los bienes y servicios del país
El experto fue claro: “tengo que lograr que esa persona me trabaje ocho horas por día, pagarle lo que tenga que pagarle”, señalando que una máquina de 220.000 dólares necesita ser operada con eficiencia técnica para amortizar su enorme costo.
El sector necesita anualmente entre 10.000 y 15.000 ingenieros, pero de las universidades apenas egresan la mitad.
Esta falta de expertise técnico es un déficit sistémico que afecta la capacidad estatal de fiscalizar y planificar. La infraestructura invisible, la que no se inaugura con grandes actos, es la que más sufre las consecuencias de esta escasez de visión técnica.
Según un estudio de CAMARCO, el país pierde anualmente “U$S 25.000 millones”, o “U$S 70 millones por día”, debido al solo hecho del uso y el desgaste de los activos. Resulta categórico al refutar la falacia de que “la falta o postergación del mantenimiento es gratis”.
“El costo de la recuperación tardía será varias veces superior a la suma de las erogaciones por mantenimiento omitidas”, sostiene Lago.
Esta omisión, que puede multiplicar el costo original por cinco, no solo afecta la economía, sino la calidad de vida de la comunidad, al aumentar los tiempos de traslado y deteriorar espacios de salud y esparcimiento. Afirma que esta situación genera una “injusta carga intergeneracional”, donde una generación paga la obra y varias la disfrutan sin mantenerla.
Por ello, la solución es sistémica: para que la infraestructura sea sostenible, debe ser “planificada, priorizada y financiada en base a estudios profesionales”. Lago concluye que es necesario que Argentina incorpore una política permanente de “recopilación y difusión de datos concretos sobre el nivel o estado de los servicios de infraestructura” para crear la conciencia pública necesaria sobre este capital de producción y bienestar.
UN LLAMADO A LA VOLUNTAD
La infraestructura invisible es la que sostiene al país y su deterioro no es solo un indicador de crisis, sino un acto de hipoteca contra las próximas generaciones. El desafío ahora es transformar el diagnóstico en acción, asegurando que las bases de la infraestructura sean el cimiento sólido sobre el cual las futuras décadas puedan construir un desarrollo sin los costos de la negligencia presente. La oportunidad de la planificación está clara: se requiere consenso político y voluntad estratégica para impulsar la transformación que el desarrollo argentino exige.

