Por: Redacción Semanario de Junín
EDITORIAL PUBLICADO EN LA EDICIÓN IMPRESA Y EDICIÓN DIGITAL Nº 492 DE SEMANARIO DE JUNÍN. SEMANA DEL 13 AL 19 DE DICIEMBRE DE 2025
El intendente Petrecca se fue de Junín con un rosario de autoalabanzas hacia una gestión que sólo es parte de un relato finamente contado para deleite de un puñado de vecinos que viven a diez cuadras a la redonda del municipio.
Se fue irresponsablemente en lo peor de la crisis del país, que hace que también los juninenses tengan que estar contando las monedas para comprar la leche de sus hijos, pedir crédito para pagar el alquiler o bajar la persiana de sus negocios: esos mismos en los que, en el inicio, el intendente estuvo presente para la foto de campaña electoral y el corte de cintas, y luego se tomó el palo y los dejó en la estacada, por usar un concepto bien fortinero.
En verdad, abandonó a todos los juninenses para cumplir el sueño familiar de vivir en una gran urbe, creyendo que el distrito le “queda chico” para sus aspiraciones políticas, aunque haya llegado donde llegó no escalando, sino arrastrando méritos ajenos.
Por eso, la chatura de nuestro distrito no es solamente producto de la situación económica que arrastramos a nivel nacional, sino que forma parte de la falta de un planeamiento de ciudad comandado por especialistas y con una mirada a veinte años, con plazos cumplibles y decisión política que incluya la participación de todos los sectores comunitarios, y no simplemente del hato de alcahuetes que buscan su bien personal.
Lo que nos queda por resolver con urgencia es un Junín violento, atravesado por peleas barriales que dejan muertos y heridos, con bandas organizadas para la compraventa de estupefacientes de todo tipo, mientras que, para llevar calma, cada tanto allanan algún kiosco de poca monta a cargo de pobres miserables que son usados para serlo todavía más.
El relato falaz también se distribuye fronteras afuera, para hacerlo todavía más farandulesco y comprometiendo a organismos como “Luchemos por la Vida”, que le entrega un premio a quien no ha hecho más que adornar con cotillón y malas decisiones la seguridad vial, sin un especialista a cargo, mientras seguimos llorando muertos que terminan debajo de autos y camiones.
Los vecinos ya no duermen en paz: resuenan los tiros, los caños de escape de motociclistas que la van de “rebeldes sin causa”, la música a todo volumen de boliches amigos del poder.
Nadie controla nada: no se ven inspectores en las calles salvo para hacer redadas de “sin casco” o levantar autos mal estacionados.
Pero gana el relato de ciudad limpia cuando no se puede caminar por las veredas, que por alguna extraña razón pueden estar atravesadas por un auto abandonado, otro mal estacionado, tres motos, una montaña de escombros o de chapas, o de pasto o de ramas.
Proclaman una ciudad segura, cuando la policía no puede parar a las bandas sin control y la conurbanización avanza desde las periferias, pero todo lo vemos por las cámaras del COM.
Nos hablan de “lugar de oportunidades” cuando la oficina de empleo duerme la siesta o a la de turismo no se le cae una idea más que para hacer una autofiesta que les permita levantar algunos pesos a los amigos. No faltará el “iluminado” que crea que se puede seguir asfixiando a la “gallina de los huevos de oro”, sumando tasas sin contraprestación a empresas que, cuando tengan la oportunidad, se irán del distrito hacia lugares más industry friendly.
No podemos decir que fue un año perdido, sino una década, ya que todo está rodeado de promesas incumplidas y, como si fuera poco, ahora tenemos un intendente en fuga que se fue tras sus sueños, dejándonos las pesadillas y, entre ellas, a su cuñado y a toda una cohorte de inexpertos.
