viernes 26 de abril de 2024

LOCALES | 24 sep 2017

Inseguridad en Junín: una historia sin fin

El oxidado cartel “Cuidado con el perro”, que en la época de nuestros abuelos alcanzaba para disuadir, hoy quedó archivado en el álbum de los recuerdos. Alarmas, cámaras de seguridad, monitoreo, rondas, botones antipánico y alambres eléctricos conforman un amplio abanico de “ofertas” contra el delito.


Por: REDACCION SEMANARIO

En el inventario de los miedos que hoy enfrentan quienes viven en cualquier ciudad argentina, el temor al delito es el más democrático y perseverante: toca a todos los sectores sociales, y una vez emplazado, tiende a permanecer aunque el índice de delitos fluctúe. Por eso, la estrategia de minimizar los reclamos por seguridad con el argumento de que es solo una “sensación”, puede convertirse en un boomerang muy peligroso.

Como sentimiento, la inseguridad –dicen los expertos- también requiere de políticas públicas concretas. Entre otras cosas, porque el sentimiento de inseguridad es igual para todos los habitantes de un mismo lugar, y cuando la alarma interna suena fuerte, la gente decide invertir. Al principio fueron las rejas (y lo siguen siendo, según los herreros consultados). Después vinieron las puertas blindadas. Más tarde, el sistema de alarmas. Luego las cámaras. Hoy pululan los vigilantes privados, el rastreo vehicular, los vidrios enchapados, los seguros antisecuestro, los botones antipánico y el servicio de custodia personal.

MERA ILUSIÓN

En Junín, tiene más miedo quien percibe que su barrio es peligroso y que esa situación empeoró en los últimos tiempos. Casi a la par, el objeto de temor se vuelve difuso: ya no hay zonas seguras e inseguras claramente reconocibles para los juninenses y, en su percepción, los posibles peligros se multiplican. En los barrios más pobres, el objeto de temor puede vivir en la casa del vecino y, con menos recursos económicos disponibles, las opciones son más caseras: encerrarse, evitar ciertos horarios y no caminar por ciertas calles. En los barrios alejados del centro –léase quintas- la amplitud y la soledad operan, muchas veces, en contra de esa “seguridad” y libertad buscada. Según los entendidos en la materia, más del 90 por ciento de las casaquintas tienen algún sistema de seguridad.

El temor existe, pero es fluctuante. Y no es el único sentimiento que aparece ante el delito: también hay ira e indignación, en parte por la complejización de la vida cotidiana que supone ocuparse de gestionar y pagar la propia seguridad. Por eso, según los expertos del sector, si el delito exige una política específica, el miedo también requiere la suya. Es un hecho que el sentimiento de inseguridad no surge de una alucinación colectiva sino del crecimiento concreto de los delitos.

El fenómeno casi desproporcionado de la seguridad privada contrasta con otros datos de la realidad que, aunque aparezcan en veredas opuestas, sirven para dar la dimensión del problema de la falta de seguridad, el descontrol, el accionar poco menos que anárquico de importantes sectores de la policía y las fallas del sistema en general.

MUCHOS OJOS… ¿PARA QUÉ?

En las últimas semanas, se reprodujo un fenómeno: robos de artículos de valor del interior de vehículos. Y estacionados en la zona céntrica. Con mucha gente alrededor, policías de la Local y hasta cámaras de vigilancia… pero lo cierto es que los delincuentes siguen llevando la ventaja. En segundos, rompen los vidrios y se llevan la cartera, el portafolio o lo que vieron valioso esperando adentro del auto.

En la mayoría de los casos, sólo se hacen exposiciones civiles para cubrir con el seguro, pero no engrosan el listado de delitos en la ciudad.

La pregunta que queda flotando es: ¿sirven realmente las cámaras como elemento de prevención? Pareciera que no, a la luz de los resultados… muchas cámaras de última tecnología, pero no se conocen casos de abortos de delitos o una aprehensión casi inmediata después del hecho. Y eso que las ganadas se difunden todas…

Por eso, ¿son las cámaras el problema o los operadores que deben observarlas? ¿Cumplirán con los requisitos necesarios? A raíz de los magros resultados, ¿es justificable tanta inversión?

Más cámaras de seguridad

Desde el Centro de Monitoreo del municipio se ha prestado una activa colaboración en el esclarecimiento de hechos delictivos y de tránsito, a raíz de la alta definición que poseen las nuevas cámaras de videovigilancia incorporadas por el municipio en las últimas semanas.

Con los avances en materia de videovigilancia, en Junín ya funcionan 133 cámaras, de las cuales 85 -las últimas incorporadas- son de alta definición y 32 de ellas son lectoras de patentes, por lo que permiten obtener las características del vehículo, no solo marca, modelo y color, sino también la lectura de la patente con un alto porcentaje de asertividad.

Según Fabián Claudio, secretario de Seguridad municipal, los expertos recomiendan para una ciudad como Junín que haya una cámara cada 300 habitantes, o sea, más de 300 aparatos. 

Base de datos y causas judiciales

Confrontaciones en la vía pública, robos, accidentes, lesiones y homicidios son algunas de las causas por las que se solicita material de las videocámaras. Por eso, si bien aún resta continuar la última etapa de la capacitación, Orrico explicó que se espera poder crear una base de datos conectada con la Provincia con vehículos que posean pedido de secuestro.

Mensualmente el centro de monitoreo recibe alrededor de setenta requerimientos por parte de las fiscalías y las distintas dependencias policiales -Primera, Segunda, DDI-. Para el caso de que el hecho sea captado en flagrancia se informa automáticamente a policía.

Robo de motos: mafia y extorsión

Por debajo de la superficie respira la riqueza de una compleja economía de compraventa de ciclomotores y motos (repuestos y partes), que diariamente desaparecen de las calles juninenses. Mafia, extorsión y complicidades completan el cuadro.

Es el medio de movilidad motorizado más económico y, por consiguiente, el más popular entre los juninenses. Se ven de a cientos por calles y avenidas, y “alimentan” un negocio  fabuloso comandado por estructuras aceitadas que se especializan en “desaparecerlas” para ingresarlas en un submundo donde, en la mayoría de los casos, son desarmadas, clonadas y vendidas.

Estas verdaderas mafias se reparten el negocio: algunas se especializan en la venta de rodados sin papeles y de dudosa procedencia, otras optan por desguazar las máquinas robadas y vender sus piezas en el mercado negro, y otras “gestionan” la vuelta a sus dueños legítimos, a cambio de suculentas cifras. Sucede a diario y es un escenario en el que la Policía y la Justicia hacen agua.

Los robos de motos son un factor de alta dinámica delictiva. Por su frecuencia, debido a que son fenómenos de ritmo diario, y por su incremento. La curva de estos ilícitos tiende a empinarse. Por el tipo de conexión interpersonal en los hechos, dado que el autor suele tomar contacto con la víctima, lo que en ocasiones deriva en situaciones más extremas o arriesgadas.

Pero además, es un delito complejo en razón de insertarse en un mercado negro específico, demandado y expandido. Por debajo de la superficie respira la riqueza de una compleja economía de compraventa de ciclomotores y motos y de sus repuestos y partes. Los que roban son los proveedores de un mercado vasto. La realidad es que para la mercancía que ellos ofrecen existe una demanda continua. Es lo que reproduce el fenómeno del delito en la calle. Independientemente del robo de la moto en sí, hay todo un mercado “paralelo”. En rigor, detrás del negocio ilegal de las motos hay más profesionales que oportunistas. Hay gente preparada para levantar una moto en cuestión de segundos y colocarla en un vehículo de mayor porte para luego transportarla a un desarmadero o depósito, a la espera de futuros compradores de repuestos o, como se denunció en los últimos meses, para “aguantarlas” hasta contactar a su legítimo dueño y negociar un intercambio.

QUINCE POR MES

En base a estadísticas elaboradas por la ONG “Vecinos Comprometidos con la Seguridad” (Ve.Co.S) que lidera Adriana Pugliesso, ex titular del Foro Municipal de Seguridad, el promedio mensual de motos robadas asciende a quince. Años atrás eran los estéreos, luego fue el turno de las bicis y desde hace unos años los gustos de los ladrones se perfilaron hacia las motocicletas. “No puedo hacer un trámite tranquila porque estoy a la expectativa de la moto”, graficaba una motociclista, sabiendo que “no siempre la tengo a la vista”. Destacó que “a una amiga se la robaron en la puerta de la casa. Además del trance, bronca e impotencia, se complicó su llegada al trabajo y para colmo, aún la está pagando...”. Las víctimas, en la mayoría de los casos, aportan datos concretos a la policía aunque desconfíen de su accionar y experiencias cercanas, como por ejemplo, dar a conocer una recompensa por quien aporte datos concretos de tal unidad. Incluso, de acercarse a negociar una “cifra razonable”.

Y POR FACEBOOK CÓMO ANDAMOS…

A través de grupos de Facebook, se compran y venden partes de motos. El detalle es que algunas de ellas son robadas. El trámite parece simple. Una persona (administrador) crea un grupo en Facebook, invita a otros usuarios de la red social, permite que se sumen integrantes sin límites y ellos publican imágenes de cualquier artículo que desean vender. Pero hay un pequeño detalle: muchos de esos productos son robados.

Como es una transacción privada, donde el vendedor coloca el precio y el comprador se comunica a través de comentarios o mensajes privados, es difícil controlar ese negocio que en la mayoría de los casos roza la ilegalidad.

En Junín, un ejemplo claro es el grupo “Picadas del posada!” Según varias denuncias recogidas en nuestra redacción, allí se encentran partes de motos robadas. Claro que hay de todo: desde gente que simplemente quiere comercializar partes de vehículos propios hasta otros que se escudan en el anonimato para vender artículos robados. Y como no queda registro de la operación ni tampoco se cobra comisión como ocurre en otras páginas (Mercado Libre o Alamaula, entre otras), el negocio parece ideal.

NOTA PUBLICADA EN LA EDICIÓN IMPRESA DEL SÁBADO 16 DE SEPTIEMBRE 2017   

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