miércoles 08 de mayo de 2024

LOCALES | 17 dic 2017

UNA MIRADA A CONTRAPELO

Gestión Pablo Petrecca: la comezón del tercer año

De repente han pasado ya dos años, lo cual desde la matemática simple corresponde al 50 por ciento del mandato completo. Y no pretendemos que los “elegidos” sean como Dios, que creó el mundo en sólo seis jornadas, pero tampoco esperamos que sea como Penélope que tejía de día y de noche destejía (haciendo y deshaciendo), a la espera de que su esposo Ulises regresara de la batalla.


Por: OMAR MERAGLIA

Pablo Petrecca inició su tercer año al frente del Ejecutivo municipal con un marco distinto al que lo acompañó durante los 730 días anteriores.

Por cierto, la dilatación del tiempo es el fenómeno predicho por la teoría de la relatividad, por el cual a un observador le parece ver que el reloj de otro (un reloj físicamente idéntico al suyo) está marcando el tiempo a un ritmo menor que el suyo. Aunque localmente, el tiempo siempre está pasando al mismo ritmo.

Por el contrario, acá el tiempo parece (¿parece?) no haber pasado y que aquel excéntrico concejal que se hacía acompañar de cebras en la campaña, que hablaba con todos y hoy habla con pocos, y anunciaba -con estilo de iglesia electrónica- rimbombantes mejoras para la ciudad, recién se hubiera hecho cargo de la gestión distrital.

Es que aquellas promesas parecen mezclarse con otras de otros candidatos y con frustraciones varias de viejos gestores municipales y todo se mete en el cerebro pensante generando gran confusión. Películas repetidas aunque ya no existan siquiera aquellos cines.

Es la misma confusión reinante provocada por funcionarios nacionales o provinciales, que no terminamos de saber si ya comenzaron su mandato o se trata de auditores que todavía están controlando la tarea de sus antecesores.

Algo así como un síndrome de Peter Pan donde los funcionarios electos no dejan nunca de ser opositores a alguien, sin asumir su verdadera responsabilidad: la de gobernar.

Y entonces nos chocamos otra vez contra la realidad y contamos despacio (de a uno), hasta llegar a 730… días.

Y no pretendemos que los “elegidos” sean como Dios, que creó el mundo en sólo seis jornadas, pero tampoco esperamos que sea como Penélope que tejía de día y de noche destejía (haciendo y deshaciendo), a la espera de que su esposo Ulises regresara de la batalla.

Y de repente han pasado ya dos años, lo cual desde la matemática simple corresponde al 50 por ciento del mandato completo.

Y si bien pueden estar presumiendo de que siempre se puede acceder a una reelección, es pretensión mínima para los habitantes del distrito que se haga algo más que prender y apagar las luces de la ciudad casi como emulando la tibieza de anteriores administraciones.

Porque aunque el respaldo eleccionario se presente en contante y sonante, también es cierto que los votos no son de nadie, ni siquiera de la gente que en cada nueva jornada civil se interesa más por lo que habrá de servirse en la mesa dominguera que en elegir un mejor futuro para su ciudad y sus vecinos.

Y en ese autodesprecio del derecho de optar, también se esconde un desprecio por el eventual candidato. Un candidato que para muchos tendrá que dedicarse a trabajar de sol a sol para cumplir las promesas efectuadas, mientras que para otros les alcanzará con que les cuente un cuento cada noche antes de dormir.

Igualmente el sopor llegará. Tanto por parte de los exigentes como de los pacientes que terminan desvelándose porque el cuento se repite. Y llega la comezón, esa picazón más mental que epidérmica, que a unos y otros los pone molestos.

Sumando, para colmo -en nuestro caso- al rebelde barigüí, la cuestión debiera ir preocupando al Intendente que ya ha dejado de ser blanco de fotos, para ser blanco de críticas.

Habrá que ponerse a trabajar fuerte en esta mitad que queda, principalmente para hacer lo que no se hizo en la mitad que pasó.

Y no será tarea fácil en medio del picor cerebral de quienes deberán pagar aún más caro el gas, el servicio eléctrico y el combustible. También por los impuestos que cada vez presionan más.

Vecinos que, además, tendrán que afrontar el “regalito” del asfalto en cómodas cuotas, el incremento en el agua, en la carne, la papa, la leche y los pomelos. Entre otras menudencias que no hace falta reseñar.

Todo en medio de la inseguridad social, vial y rural. Sin terminal nueva, sin reciclado de residuos, sin cloacas renovadas, sin buenos caminos rurales, sin nuevas viviendas, sin transporte público, sin balneario cuidado, sin orden en el tránsito... sin y sin.

Pero con inflación y manoseo de jubilados y trabajadores.

Y pica, y mucho.

Y han de ser los gobernantes y administradores –que ya llevan medio mandato cumplido- los que encuentren el remedio para aliviar un malestar que se va propagando más y más.

NOTA PUBLICADA EN LA EDICIÓN IMPRESA DEL SÁBADO 9 DE DICIEMBRE 2017   

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