sábado 27 de abril de 2024

CULTURA | 9 jun 2017

SEMANARIO CULTURAL

La revolución de Alegría

Un grupo de dibujantes y humoristas vienen haciendo frente a la política y al gobierno desde las redes sociales. Después de un año, compilaron esas viñetas en un libro tan grande como su capacidad para reírse de todo.


Por: José Luis Visconti

Hace muchos años, Fidel Castro pronunció una de esas frases que quedaban para la historia. “Las ideas no generan crisis; las crisis generan ideas”. No hablaba solo de la necesidad ni del instinto de supervivencia, sino de salir de la comodidad de un entorno poco caótico. Algo de eso vino con la llegada al gobierno de Mauricio Macri en relación con el humor político. Si en lo previo, ese tipo de humor parecía reducirse a la mera imitación de funcionarios y yerbas aledañas, el nuevo gobierno sirvió para ahondar la grieta humorística. Los que antes encontraban en ese espacio la posibilidad de la parodia, la burla o el escarnio –mayormente desde una postura ideológica disfrazada de independencia- parecen haberse llamado a silencio o cambiaron su objeto de burla por algo políticamente más light.

Pero esos espacios en los que se considera al humor como un instrumento feroz de cuestionamientos de costumbres y actos sociales y políticos, siguieron su camino, aún con la conciencia de que el cambio de gobierno permitiría encontrar nuevos cauces y territorios para desplegar esa ferocidad. El Colectivo Alegría se insertó desde un primer momento en ese lugar en que el humor cuestiona lo político como forma degradada y no como práctica y que de allí deriva su mirada hacia las reacciones sociales.

UNA GRIETA CERRADA

La idea de reunirse entre varios humoristas y publicar tiras políticas había surgido durante el gobierno anterior, pero los problemas surgían cuando se planteaba hacer humor sobre el kirchnerismo. La asunción de Mauricio Macri cerró en parte esa grieta y consolidó la idea de la reunión. “Al principio eramos diez y después se fue sumando más gente. Ahora somos unos treinta” señalan, aclarando que si bien hay una confluencia de orientaciones ideológicas diferentes, lo que los une es la intención de cuestionar el poder.

Es por eso que se inscriben en una línea histórica que atraviesa el desarrollo del humor gráfico en la Argentina. Ese hilo imaginario que arranca en El Mosquito y se continúa en publicaciones como Hortensia, Tía Vicenta, Humor y Barcelona funciona de manera coherente con la idea de que “el humor gráfico tiene que se opositor; si se es oficialista no se puede hacer humor”. En ese sentido, marcan ejemplos contrapuestos. Durante el kirchnerismo, recuerdan que Daniel Paz hizo chistes contra los cortes de calle. “Era crítico de una cierta clase media, pero no hacía chistes contra Barrick Gold, Monsanto o la represión a los qom, y esa fue la marca del humorismo K”. Y en la actualidad, aunque tienden a señalar a Nik como un posible representante del humor oficialista, aclaran que “no hay un humor machista, sino posiblemente un humor gorila o antipolítica. Es difícil que haya chistes a favor de Macri: puede haber contra los docentes o contra las luchas, pero no a favor de Macri”.

Lo cual no evita el conflicto, sino que por el contrario, parece estimularlo. El hecho de que se haya planteado su difusión por las redes sociales no solamente los limita al formato de la viñeta, sino que puso en cuestión la tolerancia y el disenso. De hecho, los mismos trolls de los que se burlan, generaron denuncias que terminaron en censuras por parte de las mismas redes, que bloquearon contenidos relacionados con la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y con el Papa Francisco. Lo importante, sin embargo, es “la necesidad de ir contra la complacencia del lector, no solo contra el poder, sino contra la tranquilidad de la conciencia progre del lector”. Un ejercicio altamente complejo y desafiante, por cierto, cuando se tiene un potencial número de 70 mil lectores habituales tan variados como dispersos.

UN MAPA DEL PAÍS MACRISTA

Lo que hay en ese libraco formato ladrillo detrás de la tapa en la que el rostro de Mauricio Macri muestra en primer plano unos ojos gatunos, es, más que una recopilación de chistes -o no tanto- que circularon durante un año en las redes sociales, la mirada desplegada por un grupo de autores/dibujantes sobre el primer año de gobierno de la alianza Cambiemos.

La linealidad aparente en la que funciona –en tanto siempre permite los cruces, las relaciones y continuidades- se articula a partir de una página que funciona como resumen del mes y lo que podría considerarse por su formato, una historieta, que en dos páginas establece un recorrido narrativo por algún suceso específico. Estas historietas constituyen el costado inédito del libro, a la vez que abren la puerta a una doble perspectiva. De un lado, el juego de referencias se centra en una serie de viñetas que tratan los temas centrales de cada mes: así es que desfilan, creando un factor de sentido adicional los fondos buitres, la visita de Obama a la Argentina, las declaraciones de Darío Lopérfido sobre los desaparecidos, los Panamá Papers, Uber y hasta los empleos McDonald’s.

Pero por otro lado, y donde se encuentran los elementos más interesantes, hay un sendero continuo por formas más específicas del realismo social y político. Así es que las cuestiones alrededor de la libertad de expresión  hasta las miserias del periodismo, desfilan una serie de temas que diseccionan con la precisión que permite un humor que no se autolimita. Si el Colectivo pone especial énfasis en la forma en que la policía retomó sus características represivas, también le dedica un espacio a los que justifican las políticas del machismo, a los trolls, a los timbreos de campaña y a las prisiones domiciliarias para los represores de la dictadura.

Habrá que señalar que, sin embargo, el fuerte del libro no está en las palabras, sino en la intensa y descentralizada diversidad de la imagen. En esa convivencia de nombres propios y trazos reconocibles aunque no menos revulsivos como los de Langer y Gustavo Sala, con otros de menor repercusión pública –Puerto, Verde, Marcos Vergara, Polaco entre otros- es donde la potencialidad de la propuesta se exhibe en plenitud. Como un patchwork complejo que no busca simetrías ni redundancias, las viñetas pasan de los colores chillones al más craso blanco y negro; de las marcas hiperrealistas a la simpleza casi aniñada o a la caricatura para asomarse a lo que nos rodea. Que es en definitiva, lo que importa. Alegría permite ir más allá de la coyuntura diaria y del centro de gravedad informativo. Desde esa marginalidad, logran construir un  mapa de un país, su sociedad y sus formas políticas que admite más de un recorrido pero que exige entrar en sus códigos sin filtros de corrección.

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