viernes 26 de abril de 2024

HUMOR POLÍTICO | 21 jul 2018

PAGINA AMARILLA

El Reino de Alexia (XIV)


Aunque nunca lo buscó, Alexia logró ser más papista que el Papa. O más  amarillo que Amarillo I. Justo él que es tan obediente, casi un soldado de… en esta se cortó solo. Parece que Amarillo I se peleó con los soldados del reino, y aunque dijo una cosa, hizo otra. No les dio ninguna moneda de oro y les bajó el desfile. El del Día de la Independencia del reino del otro reino, no cualquier desfile. La cuestión es que, mientras él suspendió todo y se mandó a mudar lejos de su aposento real, Alexia lo llevó adelante.

“Para algo soy Rey de mi Reino” dijo. Qué tanto.  Como sea, Alexia se diferenció. “Debe ser en lo único”, gritó uno de las afueras. “Porque no nos defiende en nada”, trinó otro. “Son todos iguales”, dijo otro. “La única diferencia es que tiene más nariz que los otros”, clamaron casi todos.

El asunto es que Alexia llegó a los festejos del reino con la noticia que  más de 5.424 reyes, príncipes, duques y demás funcionarios de todos los reinos amarillos no presentaron la declaración jurada de impuestos.  Jueces, embajadores y amigotes de los reyes ídem…  Con razón, los de las afueras trinaron de ira y no hubo forma de dejarlos contentos. “Encima que estamos cagados, se nos cagan de risa”, gritaron.

Así parece que se escribe la historia. Los Reyes con sus vidas de reyes y los de las afueras con las suyas, afuera de casi todo. Porque los privilegios del reino son sólo para pocos. Al menos en este reino. Que  festejó su Independencia aunque muchos de las afueras no tuvieron nada para festejar. “Por más historia que tengamos, la nuestra está caída. Más que festejos estos reyes deberían llorar por cómo nos están dejando”, le dijo uno a Alexia que sonreía desde el palco, erguido y de perfil, creyéndose un prócer de la gesta del reino.

Flanqueado por María Victoria, la reina que dejó la tina para calzarse un lindo sacón beige, algunos soldados del reino y varios retratadores a su alrededor, Alexia la pasó a puro aplauso.

Claro, en 2019 buscará ser querido en las votaciones del reino. Y cada vez que esas fechas se acercan, todos los reyes se ponen más que buenos, buenísimos.

Por eso Alexia salió del Palacio para mezclarse con algunos de las afueras. “Ciego, sordo y mudo”, uno le gritó por lo bajo. Algunos sialexistas lo acompañan más que nunca. “¡Ciegos, sordos y mudos! ¡Con razón no nos escuchan ni nos ven!”, agregaron varios.

Al pie del palco, adonde se arremolinaron algunos retratadores aceptados a dedo, unos de las afueras dijeron en voz alta, como para que los oigan: “Y ahora nos quiere conformar con una taza de chocolate tibio. Cómo cambia esta gente. Ellos más arriba y nosotros cada vez más abajo”.

Es que el Reino Amarillo hace agua por varios lados pero ellos como si nada. Otra vez la historia se repite. La de reyes que llegan al reino para terminar con el mal de los de las afueras, pero terminan con los suyos y los de sus amigos. Amarillo I prometió pobreza cero, pero el tema es que es un cero a la izquierda. Y se lleva puestos cada vez más cantidad de ilusos que confiaron en un reino mejor.

El reino Amarillo, como todos los reinos, tiene un palacio nacional. Lo llaman Casa Rosada. Allí se reunieron Amarillo, y sus amarillitos. No para discutir el futuro del reino, la dignidad del soberano, el diseño de un plan estratégico o cómo mejorar la vida de los de las afueras. No. Sino para  cerrar la expulsión de siete mil sobrantes (así los llaman a los de las afueras, con números) y para resolver cuestiones internas. Para hurgar en algún milagro que les permita seguir siendo reyes en 2019. 

Como si en el reino no pasara nada que los inquietara. Como si no les importara un carajo, o algo así.

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